Adiós a la gloria
Fausto Leyva
¿Qué pasa? Este mundo se ha vuelto pequeño, con un hedor asqueroso. Tengo comezón en las bolas y no me las puedo alcanzar. Hace frio, ya no tengo pelo, perdí mis colmillos, ya no soy tan veloz. Mis amigos intentan morderme cuando me acerco y las perras huyen en mi presencia. La gente me mira con asco, gritan, maldicen, me ha encerrado en una jaula enorme, perdí los paseos sin rumbo y a esas largas horas de contemplación desde cualquier banqueta, el excitante arte de esquivar patadas, mordidas, carros, aguaceros y noches frías, de evadir a la mismísima muerte. Ya no puedo orinar en cualquier banqueta, mis ladridos han dejado de ser un terror. Un sujeto de azul se la pasa diciéndome que ahora tengo que pagar una multa, que necesito un trabajo, una casa, que aprenda a usar el metro, a cagar en un retrete y a bañarme diario. No lo entiendo, dicen que debo ser responsable; y me parece tan aburrido. Sí, adiós a la gloria, de sólo dormir, comer y copular… ¿copular? Qué palabra más horrenda ¡carajo! ¿Qué pasa? estoy pensando, eso no es de bestias como yo, dejé de soñar… ¡maldita sea!