El príncipe y el secretario
[Poema en prosa]
David Huerta
Soñaba el príncipe con una figura estrambótica, un poco gris y de un verdor azulado: el secretario de la Luna.
Era un sueño lleno de desviaciones, de retornos intempestivos, de vueltas en U. Soñaba con Suiza y con lagos, con depreciaciones bursátiles y con temerarias operaciones financieras.
“Debo aprender a soñar”, pensaba el príncipe en medio de su sueño.
—No estás dormido —le decía en un susurro el secretario de la Luna—. O mejor dicho: estás dormido como una ola que todavía no comienza a desplazarse desde la costa japonesa hasta la costa californiana. Estás dormido en un capullo virtual. Deberás despertar dentro de tu sueño para poder cumplir su verdadero sueño: estar despierto en medio de cualquier pesadilla para poder influir en la realidad vigilante.
Las palabras del secretario de la Luna no tenían ningún sentido para el príncipe.
Era un sueño lleno de desviaciones, de retornos intempestivos, de vueltas en U. Soñaba con Suiza y con lagos, con depreciaciones bursátiles y con temerarias operaciones financieras.
“Debo aprender a soñar”, pensaba el príncipe en medio de su sueño.
—No estás dormido —le decía en un susurro el secretario de la Luna—. O mejor dicho: estás dormido como una ola que todavía no comienza a desplazarse desde la costa japonesa hasta la costa californiana. Estás dormido en un capullo virtual. Deberás despertar dentro de tu sueño para poder cumplir su verdadero sueño: estar despierto en medio de cualquier pesadilla para poder influir en la realidad vigilante.
Las palabras del secretario de la Luna no tenían ningún sentido para el príncipe.