Epístolas a Virgilio
Mariana Lebrija Clavel*
17 de noviembre
Es que, ¿acaso no lo ves?
Tu presencia sobrepasa cualquier argumento del que pudiera abastecerme para desaprobar este sentimiento, tan sincero como absurdo.
En conformidad de las posibilidades, no hay espacio que propicie el culmino de mi deseo. Lo mantengo oculto, tácito quizá.
Quisiera enterarte de mis afectos y aspiro a que estos sean correspondidos. Tu silencio me perturba, pues desconozco los alcances de tu devoción. Y yo, proscrita de los excesos, te invoco en silencio.
Trazo tus brazos y tu torso imaginario, en la búsqueda de saciar mis ganas de tocarte, para luego, abismarme en tu pecho, al que le solicito consuelo, y así, romper con la idea ficticia de tu ser.
23 de noviembre
Y te reíste de mi cuando te llamé insondable...
Pierdo el tiempo en el intento de acertar qué es lo que motiva este sentimiento, el por qué recurro a ti con la habitualidad con que lo hago. En la búsqueda de contestar a mis propias dudas insisto en que hemos forjado un vínculo en los últimos meses.
Me inclino a creer que esta construcción que me he hecho en el imaginario, la comparto contigo. Precisamente eso es lo que me parece que produce este profundo deseo de volver a saber de ti y si no sé de ti, me trastorno.
Y cuando callas me resultas insoportable porque anhelo que me desees. No sé si ser indiferente o exacerbar abiertamente este sentir que, aunque me pertenece, lo desconozco.
Tal vez el saberte lejos es responsable de este anhelo que orilla a que te piense extensiblemente.
1 de diciembre
Me molestan tus palabras contadas y tu sigilosa respuesta que interpreto como una forma sutil de desprecio. No te entiendo y la incomprensión me lleva a detestarte.
14 de diciembre
¿Por qué no sé de ti hoy?
Me pregunto cómo es tu vida en Huichapan, qué sucede mientras transcurren las horas del día y tú y yo no interactuamos. Antes que vinieras a la ciudad no nos preocupamos por detallar sobre nuestras ocupaciones diarias. Me da la impresión de que ahora conoces más de mi que lo que yo advierto de ti. No oso cuestionarte y evito hacerlo cada que tengo oportunidad de hacerlo.
No sé si me gustas o si es que te quiero, es tal vez muy pronto para establecerlo. Eres muy distinto a cómo te formé en mi mente en los últimos cinco meses. Es increíble que, a estas alturas aún cuente con los dedos y aún lo es más que repare en el tiempo transcurrido desde que sé de ti, David.
Me gusta revisar mi teléfono y encontrar un mensaje de tu autoría, compuesto por una serie de dígitos que convierten a tu identidad única entre las otras. Reparo en ti y no quiero pensar en que mañana te habrás ido, aunque sé que sucederá.
Ahora mismo me alberga un sentimiento de cobardía, ante mi insinceridad contigo y falta de transparencia conmigo. No puedo pretender que nuestros afectos no se estrechen cuando inevitablemente lo hacen, sin que eso me arrastre a un desenlace desafortunado.
16 de diciembre
Eres todo eso que quiero y que mi fundamento moral me arrebata, Quizá por eso te pienso como lo hago y lloro, rompo en llanto cuando siquiera oso hacerlo.
Me duele quererte porque ya no me permito desear de la manera en que me inspiras a imaginarte. Cuando menos lo advierto, mi cabeza alberga toda clase de ideas, en las que tú fundas un monopolio concéntrico.
Pero todo ello queda marginado en las paredes de mi juicio problemático y abdico a mi palabra, al claudicar ante la nobleza de tu mirada por la que languidezco.
17 de diciembre
Te extraño y no vuelves, no hay nada ahora que pueda auxiliarme a desentrañar este sentimiento.
Se supone que debería escribir. Me has robado el tiempo y la inspiración.
No hemos de estar nunca en el mismo habitáculo. Eso mismo me motiva a distanciarme de ti y entregarme al amor propio, que Kierkegaard tachó de malentendido.
Y mientras te escrito esto, también te pierdo.
Qué tortuosa puede ser una milésima de segunda cuando viene acompañada de certezas e inundada de tu ausencia. Cuánto deseo que repliques a mi pronunciamiento silente, y desmientas todo esto que ahora vacío.
Reconozco mi falta de argumentos, mi escaso todo que me conforma, me empobrece. Tan sólo me queda ofrecerte la fascinación.
20 de diciembre
Ya no eres más mi gran refugio.
21 de diciembre
Anoche me mostré indigna ante tu indiferencia, hoy le temo y busco, por debajo de los guijarros imaginarios de mi mente, el motivo de tu desprecio.
Seguro que ya lo sabes… Alejandro te lo dijo. Te mostró la fotografía en que dedico una escueta pero amorosa dedicatoria a la existencia de Daniel, en la que él asienta y dice amarme. Te has enterado de que lo amo y ahora me repudias.
Padezco tu silencio, tu ausencia. Siento temor de que me desprecies, que todo esto que tú mismo denominaste de “…especial” deje de serlo, tan pronto y a manos mías.
En mi cabeza resuenan aquellas letras con las que definiste uno de tus miedos, las personas. “Somos crueles”, aseveraste para luego callarte, como si algo aún fuera tan doloroso para ser mencionado y ahora soy yo la barbarie materializada.
Me niego a serlo. Te adoro y si te vas habré extraviado eso a lo que me he dedicado a nombrar como “mi más reciente tesoro”.
Es que, ¿acaso no lo ves?
Tu presencia sobrepasa cualquier argumento del que pudiera abastecerme para desaprobar este sentimiento, tan sincero como absurdo.
En conformidad de las posibilidades, no hay espacio que propicie el culmino de mi deseo. Lo mantengo oculto, tácito quizá.
Quisiera enterarte de mis afectos y aspiro a que estos sean correspondidos. Tu silencio me perturba, pues desconozco los alcances de tu devoción. Y yo, proscrita de los excesos, te invoco en silencio.
Trazo tus brazos y tu torso imaginario, en la búsqueda de saciar mis ganas de tocarte, para luego, abismarme en tu pecho, al que le solicito consuelo, y así, romper con la idea ficticia de tu ser.
23 de noviembre
Y te reíste de mi cuando te llamé insondable...
Pierdo el tiempo en el intento de acertar qué es lo que motiva este sentimiento, el por qué recurro a ti con la habitualidad con que lo hago. En la búsqueda de contestar a mis propias dudas insisto en que hemos forjado un vínculo en los últimos meses.
Me inclino a creer que esta construcción que me he hecho en el imaginario, la comparto contigo. Precisamente eso es lo que me parece que produce este profundo deseo de volver a saber de ti y si no sé de ti, me trastorno.
Y cuando callas me resultas insoportable porque anhelo que me desees. No sé si ser indiferente o exacerbar abiertamente este sentir que, aunque me pertenece, lo desconozco.
Tal vez el saberte lejos es responsable de este anhelo que orilla a que te piense extensiblemente.
1 de diciembre
Me molestan tus palabras contadas y tu sigilosa respuesta que interpreto como una forma sutil de desprecio. No te entiendo y la incomprensión me lleva a detestarte.
14 de diciembre
¿Por qué no sé de ti hoy?
Me pregunto cómo es tu vida en Huichapan, qué sucede mientras transcurren las horas del día y tú y yo no interactuamos. Antes que vinieras a la ciudad no nos preocupamos por detallar sobre nuestras ocupaciones diarias. Me da la impresión de que ahora conoces más de mi que lo que yo advierto de ti. No oso cuestionarte y evito hacerlo cada que tengo oportunidad de hacerlo.
No sé si me gustas o si es que te quiero, es tal vez muy pronto para establecerlo. Eres muy distinto a cómo te formé en mi mente en los últimos cinco meses. Es increíble que, a estas alturas aún cuente con los dedos y aún lo es más que repare en el tiempo transcurrido desde que sé de ti, David.
Me gusta revisar mi teléfono y encontrar un mensaje de tu autoría, compuesto por una serie de dígitos que convierten a tu identidad única entre las otras. Reparo en ti y no quiero pensar en que mañana te habrás ido, aunque sé que sucederá.
Ahora mismo me alberga un sentimiento de cobardía, ante mi insinceridad contigo y falta de transparencia conmigo. No puedo pretender que nuestros afectos no se estrechen cuando inevitablemente lo hacen, sin que eso me arrastre a un desenlace desafortunado.
16 de diciembre
Eres todo eso que quiero y que mi fundamento moral me arrebata, Quizá por eso te pienso como lo hago y lloro, rompo en llanto cuando siquiera oso hacerlo.
Me duele quererte porque ya no me permito desear de la manera en que me inspiras a imaginarte. Cuando menos lo advierto, mi cabeza alberga toda clase de ideas, en las que tú fundas un monopolio concéntrico.
Pero todo ello queda marginado en las paredes de mi juicio problemático y abdico a mi palabra, al claudicar ante la nobleza de tu mirada por la que languidezco.
17 de diciembre
Te extraño y no vuelves, no hay nada ahora que pueda auxiliarme a desentrañar este sentimiento.
Se supone que debería escribir. Me has robado el tiempo y la inspiración.
No hemos de estar nunca en el mismo habitáculo. Eso mismo me motiva a distanciarme de ti y entregarme al amor propio, que Kierkegaard tachó de malentendido.
Y mientras te escrito esto, también te pierdo.
Qué tortuosa puede ser una milésima de segunda cuando viene acompañada de certezas e inundada de tu ausencia. Cuánto deseo que repliques a mi pronunciamiento silente, y desmientas todo esto que ahora vacío.
Reconozco mi falta de argumentos, mi escaso todo que me conforma, me empobrece. Tan sólo me queda ofrecerte la fascinación.
20 de diciembre
Ya no eres más mi gran refugio.
21 de diciembre
Anoche me mostré indigna ante tu indiferencia, hoy le temo y busco, por debajo de los guijarros imaginarios de mi mente, el motivo de tu desprecio.
Seguro que ya lo sabes… Alejandro te lo dijo. Te mostró la fotografía en que dedico una escueta pero amorosa dedicatoria a la existencia de Daniel, en la que él asienta y dice amarme. Te has enterado de que lo amo y ahora me repudias.
Padezco tu silencio, tu ausencia. Siento temor de que me desprecies, que todo esto que tú mismo denominaste de “…especial” deje de serlo, tan pronto y a manos mías.
En mi cabeza resuenan aquellas letras con las que definiste uno de tus miedos, las personas. “Somos crueles”, aseveraste para luego callarte, como si algo aún fuera tan doloroso para ser mencionado y ahora soy yo la barbarie materializada.
Me niego a serlo. Te adoro y si te vas habré extraviado eso a lo que me he dedicado a nombrar como “mi más reciente tesoro”.
*Reportera en la sección de ciencia de El Universal web, periodista de profesión y escritora por convicción. Acérrima lectora en búsqueda de la apropiación de todo conocimiento con el que mantenga un encuentro, tanto si refuta o afianza mis ideas.