Exilio republicano en México: 80 años
Jesús Anaya Rosique
Este 13 de junio se cumplirán 80 años del arribo a Veracruz del vapor francés Sinaia, que transportó al primer grupo* de republicanos españoles que huía de la persecución fascista y encontró generoso refugio en México. El éxodo de casi medio millón de españoles demócratas se desencadenó a fines de enero de 1939 con la caída de Cataluña en manos de las tropas franquistas, y se dirigió a Francia, cuyas autoridades internaron a más de 300 mil hombres en pavorosos campos de concentración, donde murieron unos 15 mil refugiados, y otros fueron entregados por el gobierno colaboracionista de Petáin a los ocupantes nazis en Francia, quienes los encerraron en varios campos de exterminio en Alemania y Polonia. Muchos republicanos se unieron a la resistencia francesa y participaron en 1944 en la liberación de París.
El gobierno de Lázaro Cárdenas ofreció acoger a todos los fugitivos y sus familias y con recursos de los cuáqueros de EU y los obreros británicos fueron fletados distintos barcos que partieron de puertos franceses entre 1939 y 1942. Así llegaron a nuestro país más de 25 mil españoles por distintas vías. Existía ya el antecedente de los “Niños de Morelia”, que para evitar los horrores de la guerra civil fueron recibidos por Cárdenas en 1937.
Mi familia materna llegó en el Sinaia. La historia de mi abuelo es emblemática de una generación que derrotó a la dictadura monárquica de Primo de Rivera y con el voto popular instauró en 1931 la II República, movilizó la esperanza de los obreros y demócratas españoles y se enfrentó en 1936 al levantamiento fascista del ejército de Franco, la Iglesia, la aviación de Hitler y los soldados de Mussolini, que tras casi tres años de cruenta guerra civil terminó con la derrota de las fuerzas populares.
Mi abuelo nació en 1899 en Cartagena y aprendió el oficio tipográfico en Ginebra, para sostener sus estudios de medicina. Desde los años veinte trabajó en diferentes imprentas en Barcelona, se casó con mi abuela andaluza y entre 1926 y 1931 tuvieron tres hijos (uno de ellos, mi madre). En esos años ingresó en la masonería, comenzó a militar en Esquerra Republicana, y se inició en el periodismo político. En 1935 fue secretario del Socorro Rojo Internacional en Barcelona y se adhirió al partido comunista catalán. Ante la inminente llegada de las tropas franquistas, huyó con su familia caminando desde Barcelona hasta la frontera con Francia. Mi abuela y sus hijos pasaron a Francia a fines de enero de 1939 y fueron aislados en una escuela religiosa. Mi abuelo cruzó la frontera el 5 de febrero y fue internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, donde estuvo a punto de morir de disentería pero fue rescatado por sus amigos de la izquierda francesa y pudo reunirse con su familia a fines de marzo en Mâcon. La amenaza de la guerra mundial los decidió a aceptar la solidaridad del gobierno mexicano; el 26 de mayo se embarcaron en Sète en el Sinaia, que transportó “la primera expedición de republicanos españoles a México” (como se titula el diario de a bordo, “escrito sobre el mar, lejos de España”, y cuya edición facsimilar fue publicada en 1989 en México por la UNAM/UAM/La Oca/Redacta, con presentación y epílogo de Adolfo Sánchez Vázquez). Cuando desembarcaron en Veracruz, el 13 de junio de 1939, mis abuelos tenían 40 años y mi madre 12. Mi abuelo trabajó en México como impresor y corrector; fue gerente en Guadalajara de una empresa de transportes de carga que corría del DF a Baja California y en sus últimos años de vida tradujo del francés libros de medicina para varias editoriales científicas. Murió en 1971 en Cuernavaca y mi abuela en 1980. Nunca regresaron a España.
En el Sinaia venían más de 1600 mujeres, niños y hombres de las más variadas profesiones. Un testimonio invaluable es el libro de Concepción Ruiz Funes y Enriqueta Tuñón: Palabras del exilio 2. Final y comienzo: el Sinaia (INAH/Librería Madero, México 1982; ed. digital en la Biblioteca Virtual Cervantes, 2003), en donde mediante una serie de entrevistas clave e investigación documental se relata el éxodo republicano, las atrocidades de los campos de concentración franceses y cómo se preparó esta expedición (incluida la historia del barco), quiénes venían y la travesía de 18 días hasta Veracruz, los preparativos oficiales para acomodar a los refugiados y la impresionante recepción popular ese 13 de junio. Culminó así un viaje que fue “un conjunto de recuerdos y esperanzas… el único camino a la libertad pero a la vez el doloroso alejamiento de su patria devastada… porque el exilio es una herida que no cicatriza”. Los pasajeros del Sinaia llegaban con su carga trágica, unos con la esperanza de reconquistar España, otros decididos a reconstruir su vida en el país que les abría sus puertas, donde formaron familias mexicanas y nutrieron universidades, empresas e instituciones culturales.
El apoyo a la República española es uno de los capítulos gloriosos de la política exterior mexicana: en 1931, México fue uno de los primeros países que la reconoció; al estallar la guerra civil, el gobierno de Lázaro Cárdenas condenó la sublevación franquista y defendió al gobierno republicano en la Sociedad de Naciones y envió alimentos, armas y voluntarios. Al triunfo fascista, México abrió sus puertas a los refugiados españoles y durante 38 años sólo mantuvo relaciones diplomáticas con el gobierno republicano en el exilio; con el advenimiento de la democracia en España en 1977, reanudó las relaciones con el nuevo gobierno español.
Faltaría reconstruir la actitud política posterior de las diferentes generaciones de exiliados y la de sus primeros descendientes, nacidos en México a partir de los años 40 (desde Víctor Rico Galán y otros insurrectos hasta varios activistas del 68, quienes según Juan García Ponce “vivían la nostalgia de la catástrofe…”).
Veracruz, Ver., 13 de junio de 2019**
El gobierno de Lázaro Cárdenas ofreció acoger a todos los fugitivos y sus familias y con recursos de los cuáqueros de EU y los obreros británicos fueron fletados distintos barcos que partieron de puertos franceses entre 1939 y 1942. Así llegaron a nuestro país más de 25 mil españoles por distintas vías. Existía ya el antecedente de los “Niños de Morelia”, que para evitar los horrores de la guerra civil fueron recibidos por Cárdenas en 1937.
Mi familia materna llegó en el Sinaia. La historia de mi abuelo es emblemática de una generación que derrotó a la dictadura monárquica de Primo de Rivera y con el voto popular instauró en 1931 la II República, movilizó la esperanza de los obreros y demócratas españoles y se enfrentó en 1936 al levantamiento fascista del ejército de Franco, la Iglesia, la aviación de Hitler y los soldados de Mussolini, que tras casi tres años de cruenta guerra civil terminó con la derrota de las fuerzas populares.
Mi abuelo nació en 1899 en Cartagena y aprendió el oficio tipográfico en Ginebra, para sostener sus estudios de medicina. Desde los años veinte trabajó en diferentes imprentas en Barcelona, se casó con mi abuela andaluza y entre 1926 y 1931 tuvieron tres hijos (uno de ellos, mi madre). En esos años ingresó en la masonería, comenzó a militar en Esquerra Republicana, y se inició en el periodismo político. En 1935 fue secretario del Socorro Rojo Internacional en Barcelona y se adhirió al partido comunista catalán. Ante la inminente llegada de las tropas franquistas, huyó con su familia caminando desde Barcelona hasta la frontera con Francia. Mi abuela y sus hijos pasaron a Francia a fines de enero de 1939 y fueron aislados en una escuela religiosa. Mi abuelo cruzó la frontera el 5 de febrero y fue internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, donde estuvo a punto de morir de disentería pero fue rescatado por sus amigos de la izquierda francesa y pudo reunirse con su familia a fines de marzo en Mâcon. La amenaza de la guerra mundial los decidió a aceptar la solidaridad del gobierno mexicano; el 26 de mayo se embarcaron en Sète en el Sinaia, que transportó “la primera expedición de republicanos españoles a México” (como se titula el diario de a bordo, “escrito sobre el mar, lejos de España”, y cuya edición facsimilar fue publicada en 1989 en México por la UNAM/UAM/La Oca/Redacta, con presentación y epílogo de Adolfo Sánchez Vázquez). Cuando desembarcaron en Veracruz, el 13 de junio de 1939, mis abuelos tenían 40 años y mi madre 12. Mi abuelo trabajó en México como impresor y corrector; fue gerente en Guadalajara de una empresa de transportes de carga que corría del DF a Baja California y en sus últimos años de vida tradujo del francés libros de medicina para varias editoriales científicas. Murió en 1971 en Cuernavaca y mi abuela en 1980. Nunca regresaron a España.
En el Sinaia venían más de 1600 mujeres, niños y hombres de las más variadas profesiones. Un testimonio invaluable es el libro de Concepción Ruiz Funes y Enriqueta Tuñón: Palabras del exilio 2. Final y comienzo: el Sinaia (INAH/Librería Madero, México 1982; ed. digital en la Biblioteca Virtual Cervantes, 2003), en donde mediante una serie de entrevistas clave e investigación documental se relata el éxodo republicano, las atrocidades de los campos de concentración franceses y cómo se preparó esta expedición (incluida la historia del barco), quiénes venían y la travesía de 18 días hasta Veracruz, los preparativos oficiales para acomodar a los refugiados y la impresionante recepción popular ese 13 de junio. Culminó así un viaje que fue “un conjunto de recuerdos y esperanzas… el único camino a la libertad pero a la vez el doloroso alejamiento de su patria devastada… porque el exilio es una herida que no cicatriza”. Los pasajeros del Sinaia llegaban con su carga trágica, unos con la esperanza de reconquistar España, otros decididos a reconstruir su vida en el país que les abría sus puertas, donde formaron familias mexicanas y nutrieron universidades, empresas e instituciones culturales.
El apoyo a la República española es uno de los capítulos gloriosos de la política exterior mexicana: en 1931, México fue uno de los primeros países que la reconoció; al estallar la guerra civil, el gobierno de Lázaro Cárdenas condenó la sublevación franquista y defendió al gobierno republicano en la Sociedad de Naciones y envió alimentos, armas y voluntarios. Al triunfo fascista, México abrió sus puertas a los refugiados españoles y durante 38 años sólo mantuvo relaciones diplomáticas con el gobierno republicano en el exilio; con el advenimiento de la democracia en España en 1977, reanudó las relaciones con el nuevo gobierno español.
Faltaría reconstruir la actitud política posterior de las diferentes generaciones de exiliados y la de sus primeros descendientes, nacidos en México a partir de los años 40 (desde Víctor Rico Galán y otros insurrectos hasta varios activistas del 68, quienes según Juan García Ponce “vivían la nostalgia de la catástrofe…”).
Veracruz, Ver., 13 de junio de 2019**
* Rectificación histórica necesaria:
En el anuncio que se hizo en el Ateneo Español el pasado 7 de abril del programa conmemorativo de los 80 años de la llegada en 1939 a Veracruz de los primeros grupos de exiliados republicanos, conocí al arquitecto Víctor Daniel Rivera Grijalba, quien tenía 5 años cuando llegó, con sus padres, a mediados de abril de 1939 a Veracruz en el vapor Flandre, procedente del puerto francés de Le Havre, buque de pasajeros que posteriormente hizo otros viajes semejantes en los meses siguientes.
En justicia, eso significa que el Sinaia no fue el primer barco que llegó a Veracruz; ya en 1937 había llegado el Mexique, donde viajaron los “Niños de Morelia”, acompañados de sus profesores. Más tarde llegaron los intelectuales españoles antifascistas a quienes Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas invitaron a fundar la Casa de España en México, que en 1940 se convertiría en El Colegio de México.
El arquitecto Rivera Grijalba está terminando una investigación que enlistará los republicanos que llegaron antes del 13 de junio; existe una obra de Ada Simón y Emilio Calle titulada Los barcos del exilio [publicada por Oberon-Grupo Anaya en Madrid 2005].
** La primera versión de este texto la publiqué en 2014, en el diario Milenio, en ocasión del 75º. aniversario del éxodo republicano.
En el anuncio que se hizo en el Ateneo Español el pasado 7 de abril del programa conmemorativo de los 80 años de la llegada en 1939 a Veracruz de los primeros grupos de exiliados republicanos, conocí al arquitecto Víctor Daniel Rivera Grijalba, quien tenía 5 años cuando llegó, con sus padres, a mediados de abril de 1939 a Veracruz en el vapor Flandre, procedente del puerto francés de Le Havre, buque de pasajeros que posteriormente hizo otros viajes semejantes en los meses siguientes.
En justicia, eso significa que el Sinaia no fue el primer barco que llegó a Veracruz; ya en 1937 había llegado el Mexique, donde viajaron los “Niños de Morelia”, acompañados de sus profesores. Más tarde llegaron los intelectuales españoles antifascistas a quienes Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas invitaron a fundar la Casa de España en México, que en 1940 se convertiría en El Colegio de México.
El arquitecto Rivera Grijalba está terminando una investigación que enlistará los republicanos que llegaron antes del 13 de junio; existe una obra de Ada Simón y Emilio Calle titulada Los barcos del exilio [publicada por Oberon-Grupo Anaya en Madrid 2005].
** La primera versión de este texto la publiqué en 2014, en el diario Milenio, en ocasión del 75º. aniversario del éxodo republicano.