¡El amigo no llega!
*Gustavo Saenz
Mono no aware[1]
Los fantasmas no acuden. El pasajero oscuro se queda en el interior. La contemplación tampoco viene en mi auxilio. La lectura no me transmite ideas para plasmar esa emoción que no consigue transmutar en sentimiento[i]. El amigo no llega[ii].
Esta imposibilidad de satisfacer la necesidad de enunciar la emoción y convertirla en sentimiento, razonarla para comprenderla y compartirla, me causa bronca; pero la provocación se queda enana y, aunque brinque, no alcanza el timbre. El amigo no llega.
Quisiera, como Shunsuke Tsurumi, «Encontrar el camino hacia el mundo oculto en el resplandor de un instante»[iii] para tener la capacidad de pasar la emoción al cerebro y comunicar, ahora sí, el sentimiento que me provoca palpar esa válvula incitadora y voluble que ora provoca ternura, ora incomodidad. Catéter puerto, es su correcto nombre. Para mí, es más apropiado llamarlo válvula y voy a decir por qué: permite el flujo —a través de la sonda conectada a ella en un extremo y a la aorta en el otro— de la doxorrubicina hacia el torrente sanguíneo sin conceder el retorno, en consecuencia ¡es una válvula!; al mismo tiempo, mientras acepta el oscuro medicamento, concede el escape del miedo, el desasosiego, la desesperanza, por lo tanto ¡es una válvula!
Pero tiene más funciones: no solo es un obturador que no permite el retorno, no es nada más una espita que lanza el medicamento, no es únicamente un grifo que permite la salida del odio acumulado. Es, también, la Excalibur de un Arturo del siglo xxi, el objeto mágico del héroe que ha logrado su hazaña, el paladín que ha abatido al adversario y le ha reducido a unos cuántos números negros sobre hojas de resultados de laboratorio. Es, en ese orden de ideas, suspiro; es ¡Ah!, incrédulo; es ¡Oh!, aliviado. Es conducto de inflexión y llar de emanación. Es certidumbre, amante y adversario.
Falta mucho todavía, meses de observación, pródigos cuidados, no bajar la guardia, nada de «vida normal» todavía. Ni siquiera podemos imaginar la posibilidad de arrancar la argalia. Excalibur debe seguir incrustada en la piedra.
Dice Soseki que la extinción del hombre es la que finalmente justifica nuestro ser[iv]; sin embargo, aunque estoy convencido de ello, creo también que la expectativa de una vida restablecida debe seguir inalterable, con la tenacidad de Odiseo, la mirada puesta en el regreso a Ítaca, a pesar de Caribdis y Escilas, pese a Circes y sirenas.
El amigo no llega y, con su retraso, prolonga la zozobra. El sosiego de su arribo se convierte en un anhelo insoportable; la tronera invita a evaporarse en el viento, etéreo, álgido, acuoso. ¡Aunque no soy tan diminuto! Un hanami sudamericano (con rododendros) se antoja eterno, y falso y tóxico.
¡Qué alegría la de los números en negro!, que ¡Oh! tan halagüeño, ¡cuánta ilusión generada en un instante! El futuro puesto de nuevo en las manos, maleable, sugestivo. Proyectos que diseñar, faenas que ahora se pueden concluir. Así que…
El amigo, soberbio camarada, no llega; pero comienza a no ser codiciado. Si surge, empático, será en buenaventura, pero no le acogeré con adoración, sino con simple entendimiento. Tanto he ambicionado su arribo que el desencanto ha hecho su labranza.
Esta imposibilidad de satisfacer la necesidad de enunciar la emoción y convertirla en sentimiento, razonarla para comprenderla y compartirla, me causa bronca; pero la provocación se queda enana y, aunque brinque, no alcanza el timbre. El amigo no llega.
Quisiera, como Shunsuke Tsurumi, «Encontrar el camino hacia el mundo oculto en el resplandor de un instante»[iii] para tener la capacidad de pasar la emoción al cerebro y comunicar, ahora sí, el sentimiento que me provoca palpar esa válvula incitadora y voluble que ora provoca ternura, ora incomodidad. Catéter puerto, es su correcto nombre. Para mí, es más apropiado llamarlo válvula y voy a decir por qué: permite el flujo —a través de la sonda conectada a ella en un extremo y a la aorta en el otro— de la doxorrubicina hacia el torrente sanguíneo sin conceder el retorno, en consecuencia ¡es una válvula!; al mismo tiempo, mientras acepta el oscuro medicamento, concede el escape del miedo, el desasosiego, la desesperanza, por lo tanto ¡es una válvula!
Pero tiene más funciones: no solo es un obturador que no permite el retorno, no es nada más una espita que lanza el medicamento, no es únicamente un grifo que permite la salida del odio acumulado. Es, también, la Excalibur de un Arturo del siglo xxi, el objeto mágico del héroe que ha logrado su hazaña, el paladín que ha abatido al adversario y le ha reducido a unos cuántos números negros sobre hojas de resultados de laboratorio. Es, en ese orden de ideas, suspiro; es ¡Ah!, incrédulo; es ¡Oh!, aliviado. Es conducto de inflexión y llar de emanación. Es certidumbre, amante y adversario.
Falta mucho todavía, meses de observación, pródigos cuidados, no bajar la guardia, nada de «vida normal» todavía. Ni siquiera podemos imaginar la posibilidad de arrancar la argalia. Excalibur debe seguir incrustada en la piedra.
Dice Soseki que la extinción del hombre es la que finalmente justifica nuestro ser[iv]; sin embargo, aunque estoy convencido de ello, creo también que la expectativa de una vida restablecida debe seguir inalterable, con la tenacidad de Odiseo, la mirada puesta en el regreso a Ítaca, a pesar de Caribdis y Escilas, pese a Circes y sirenas.
El amigo no llega y, con su retraso, prolonga la zozobra. El sosiego de su arribo se convierte en un anhelo insoportable; la tronera invita a evaporarse en el viento, etéreo, álgido, acuoso. ¡Aunque no soy tan diminuto! Un hanami sudamericano (con rododendros) se antoja eterno, y falso y tóxico.
¡Qué alegría la de los números en negro!, que ¡Oh! tan halagüeño, ¡cuánta ilusión generada en un instante! El futuro puesto de nuevo en las manos, maleable, sugestivo. Proyectos que diseñar, faenas que ahora se pueden concluir. Así que…
El amigo, soberbio camarada, no llega; pero comienza a no ser codiciado. Si surge, empático, será en buenaventura, pero no le acogeré con adoración, sino con simple entendimiento. Tanto he ambicionado su arribo que el desencanto ha hecho su labranza.
NOTAS
[1] El término mono no aware es un concepto básico de las artes japonesas, especialmente de la literatura, que suele traducirse como sensibilidad o empatía; sin embargo, va más allá de esa traducción tan ambigua. El aware o mono no aware, hace referencia a la sensibilidad o capacidad de sorprenderse o conmoverse, de sentir cierta melancolía o cierta tristeza ante lo efímero, ante la vida y el amor. Es la capacidad de sentir compasión o piedad sin influencia alguna de religiones o credos. Es un sentimiento puramente humano que va más allá de lo superficial y se centra en algo más profundo. Un ejemplo clarísimo del mono no aware es la pasión de los japoneses por el hanami —una de las fiestas japonesas más populares en la que familia y amigos se juntan para disfrutar de la contemplación de la flor del cerezo. La flor del cerezo es tan admirada porque es una metáfora de la vida, bella pero efímera—, especialmente por la apreciación del florecimiento de los cerezos. Las flores de cerezo son increíblemente efímeras y es justamente eso lo que conmueve a los japoneses, que las observan con sensibilidad, pero también con cierta tristeza y melancolía ante lo que simbolizan: el paso del tiempo. En literatura, el mono no aware es la emoción más básica para llegar a conmover a los lectores. En Genji Monogatari, un clásico de la literatura japonesa, hay una escena en la que el príncipe Genji se mira al espejo y siente, en palabras de Carlos Rubio (El Japón de Murakami. Las señas de identidad del autor de Tokio Blues. Un viaje hacia el país que configura su universo, Madrid, Aguilar, 2013), “el paso del tiempo con una dulce melancolía y cierta tristeza reposada”. Aston lo llamaba “el ¡ah de las cosas!” para referirse a los pequeños suspiros que exhalan las cosas del mundo.
[i] La diferencia entre emoción y sentimiento es que las emociones son reacciones biológicas ante los estímulos, mientras que los sentimientos son reacciones o percepciones mentales ante esos mismos estímulos. En otras palabras, las emociones se sienten en la boca del estómago, no se pueden evitar, ni tragar, ni expulsar… cuando esas emociones pasan a la cabeza, cuando se razonan y se pueden enunciar, es cuando se transmutan en sentimientos.
[ii] «El amigo no llega» era una expresión usada por Lafcadio Hearn para responder a su esposa cuando esta le preguntaba por qué no escribía inmediatamente las historias que quería transmitir. Hearn se tomaba su tiempo para escribir esas “figuras fantásticas” que se imprimían en su mente, como si de daguerrotipos se tratara. Muchas de ellas eran historias japonesas que su esposa le contaba una y otra vez, sobre todo por la noche, y que Hearn escuchaba embelesado y luego les daba mil vueltas para irlas afirmando. Él utilizaba «El amigo no llega» para significar que sus fantasmas no provenían únicamente de fuentes japonesas, sino que debía, según entiendo, “aderezarlas”, “esperar la inspiración”.
[iii] Tsurumi, Shunsuke, Ideología y literatura en el Japón moderno, México, El Colegio de México, 1980. ISBN: 968-12-0058-6.
[iv] «la extinción del hombre es la que finalmente justifica nuestro ser. Si no aceptamos la nada, no podemos aceptar el ser. La única razón que justifica nuestro ser es la aceptación de la nada y, por lo tanto, el anhelo de la nada» (palabras que resumen el pensamiento de Natsume Soseki en Ideología y literatura en el Japón moderno, TSURUME, Shunsuke, 1980, p.78)
[1] El término mono no aware es un concepto básico de las artes japonesas, especialmente de la literatura, que suele traducirse como sensibilidad o empatía; sin embargo, va más allá de esa traducción tan ambigua. El aware o mono no aware, hace referencia a la sensibilidad o capacidad de sorprenderse o conmoverse, de sentir cierta melancolía o cierta tristeza ante lo efímero, ante la vida y el amor. Es la capacidad de sentir compasión o piedad sin influencia alguna de religiones o credos. Es un sentimiento puramente humano que va más allá de lo superficial y se centra en algo más profundo. Un ejemplo clarísimo del mono no aware es la pasión de los japoneses por el hanami —una de las fiestas japonesas más populares en la que familia y amigos se juntan para disfrutar de la contemplación de la flor del cerezo. La flor del cerezo es tan admirada porque es una metáfora de la vida, bella pero efímera—, especialmente por la apreciación del florecimiento de los cerezos. Las flores de cerezo son increíblemente efímeras y es justamente eso lo que conmueve a los japoneses, que las observan con sensibilidad, pero también con cierta tristeza y melancolía ante lo que simbolizan: el paso del tiempo. En literatura, el mono no aware es la emoción más básica para llegar a conmover a los lectores. En Genji Monogatari, un clásico de la literatura japonesa, hay una escena en la que el príncipe Genji se mira al espejo y siente, en palabras de Carlos Rubio (El Japón de Murakami. Las señas de identidad del autor de Tokio Blues. Un viaje hacia el país que configura su universo, Madrid, Aguilar, 2013), “el paso del tiempo con una dulce melancolía y cierta tristeza reposada”. Aston lo llamaba “el ¡ah de las cosas!” para referirse a los pequeños suspiros que exhalan las cosas del mundo.
[i] La diferencia entre emoción y sentimiento es que las emociones son reacciones biológicas ante los estímulos, mientras que los sentimientos son reacciones o percepciones mentales ante esos mismos estímulos. En otras palabras, las emociones se sienten en la boca del estómago, no se pueden evitar, ni tragar, ni expulsar… cuando esas emociones pasan a la cabeza, cuando se razonan y se pueden enunciar, es cuando se transmutan en sentimientos.
[ii] «El amigo no llega» era una expresión usada por Lafcadio Hearn para responder a su esposa cuando esta le preguntaba por qué no escribía inmediatamente las historias que quería transmitir. Hearn se tomaba su tiempo para escribir esas “figuras fantásticas” que se imprimían en su mente, como si de daguerrotipos se tratara. Muchas de ellas eran historias japonesas que su esposa le contaba una y otra vez, sobre todo por la noche, y que Hearn escuchaba embelesado y luego les daba mil vueltas para irlas afirmando. Él utilizaba «El amigo no llega» para significar que sus fantasmas no provenían únicamente de fuentes japonesas, sino que debía, según entiendo, “aderezarlas”, “esperar la inspiración”.
[iii] Tsurumi, Shunsuke, Ideología y literatura en el Japón moderno, México, El Colegio de México, 1980. ISBN: 968-12-0058-6.
[iv] «la extinción del hombre es la que finalmente justifica nuestro ser. Si no aceptamos la nada, no podemos aceptar el ser. La única razón que justifica nuestro ser es la aceptación de la nada y, por lo tanto, el anhelo de la nada» (palabras que resumen el pensamiento de Natsume Soseki en Ideología y literatura en el Japón moderno, TSURUME, Shunsuke, 1980, p.78)
*Soy un artista visual con especial inclinación por la escultura; soy artesano textil amante de los telares sudamericanos, continúo estudiando y desarrollando habilidades en esta rama en mis momentos de mayor necesidad espiritual. En algún punto me puse a desarrollar software y estudié una ingeniería para vincular la programación con el arte, hasta hoy continúo intentando; también soy estudiante de creación literaria, escribir cuentos es el lugar en donde he encontrado una de las mayores satisfacciones de mi vida. He publicado el poemario En el alambre y el cuentario Puros Cuentos, Vol. 1. Actualmente preparo un libro de cuentos, un libro de ensayo literario, una historia de la escritura y un diccionario de argentinismos