La Condesa: encanto y enredo
Carmen Ros
La Condesa es un barrio cuyas calles tienen un trazo que va y viene del encanto al enredo y a la perplejidad. Para ilustrar lo anterior pongo un ejemplo: si un transeúnte, ajeno a esta colonia, se detuviera en el parque México y preguntara a otro viandante hacia dónde queda la calle Ámsterdam, éste —si fuera vecino de la Condesa desde tiempo atrás— podría responder como el Sombrerero loco, uno de los personajes de Alicia en el País de las Maravillas: con un dedo índice apuntaría hacia la izquierda y con el otro hacia la derecha.
¿Neta? ¿La avenida Ámsterdam está en ambas direcciones?
Sí, y para acentuar la emoción del transitar por un laberinto, podría agregarse que esta calle envuelve a otra: la avenida México. De modo que Ámsterdam rodea a México y que si la primera tiene un amplio camellón, la segunda es la circunferencia, en cuyo centro está el famoso parque del mismo nombre.
En los vaivenes de la Condesa acontece que Sonora y Nuevo León (estados norteños, alejadísimo uno de otro) se intersectan en una esquina; mientras que Nuevo León y Tamaulipas (colindantes en el norte y oriente del territorio nacional) están comunicadas por Mexicali (ciudad que en la geografía real se localiza en el extremo occidente de la república mexicana); Teotihuacán y Michoacán son avenidas paralelas que atraviesan, dos veces, la ovalada calle de Ámsterdam, que tiene, en su trazo, dos glorietas con fuentes de abundosas aguas con nombres de volcanes: Iztaccihuátl y Citlaltépetl; Mazatlán cruza con Veracruz y ésta hace un nudo con Acapulco.
Las calles de los legendarios niños héroes, Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Juan Escutia, Francisco Márquez y Vicente Suárez, curiosamente nacen o mueren, según se vea, en Patriotismo — o Vasconcelos que es la continuación de la primera.
En la Condesa hay calles que dejan perplejos a los visitantes, pues se interrumpen mediante bloques de casas, como sucede con Tula y Pachuca, en donde es posible que la numeración que se busca no exista; pero acaso sí sea real, porque esas calles tienen sus prolongaciones secretas: se trata de unas callecitas, casi pasadizos, en donde bien puede aparecer el número del domicilio que se ha buscado y luego se desvanezca. Ni para qué darse una vuelta, deseando verificar si la Tula secreta existe, pues no siempre está presente y, cuando se deja ver, dice un rumor que del viandante que la camina no vuelve a saberse.
¿Neta? ¿La avenida Ámsterdam está en ambas direcciones?
Sí, y para acentuar la emoción del transitar por un laberinto, podría agregarse que esta calle envuelve a otra: la avenida México. De modo que Ámsterdam rodea a México y que si la primera tiene un amplio camellón, la segunda es la circunferencia, en cuyo centro está el famoso parque del mismo nombre.
En los vaivenes de la Condesa acontece que Sonora y Nuevo León (estados norteños, alejadísimo uno de otro) se intersectan en una esquina; mientras que Nuevo León y Tamaulipas (colindantes en el norte y oriente del territorio nacional) están comunicadas por Mexicali (ciudad que en la geografía real se localiza en el extremo occidente de la república mexicana); Teotihuacán y Michoacán son avenidas paralelas que atraviesan, dos veces, la ovalada calle de Ámsterdam, que tiene, en su trazo, dos glorietas con fuentes de abundosas aguas con nombres de volcanes: Iztaccihuátl y Citlaltépetl; Mazatlán cruza con Veracruz y ésta hace un nudo con Acapulco.
Las calles de los legendarios niños héroes, Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Juan Escutia, Francisco Márquez y Vicente Suárez, curiosamente nacen o mueren, según se vea, en Patriotismo — o Vasconcelos que es la continuación de la primera.
En la Condesa hay calles que dejan perplejos a los visitantes, pues se interrumpen mediante bloques de casas, como sucede con Tula y Pachuca, en donde es posible que la numeración que se busca no exista; pero acaso sí sea real, porque esas calles tienen sus prolongaciones secretas: se trata de unas callecitas, casi pasadizos, en donde bien puede aparecer el número del domicilio que se ha buscado y luego se desvanezca. Ni para qué darse una vuelta, deseando verificar si la Tula secreta existe, pues no siempre está presente y, cuando se deja ver, dice un rumor que del viandante que la camina no vuelve a saberse.