La grieta*
René Ostos
Leía con solicitud cuando un sonido como el que hacen las hormigas al caminar, me apartó de mi lectura --¿no odias que eso pase?-- Busqué aquí y allá, con la mirada, el origen del tap top top tap tap top que me perturbaba y, después de varias horas de búsqueda, de remover pilas y pilas de mis preciados libros y un par de plantas secas que olvidé que tenía, mis ojos se clavaron en la pared.
Ahí estaba ¡la maldita!, ¡la intrusa!, justo detrás de Negaciones de Enoch Soames. Aprovechando el aislamiento que a su crujir habían proporcionado los libros, una grieta se había hospedado en el muro, amenazaba con extenderse y no irse jamás. Le lancé una mirada cargada de odio. --Qué haces aquí? ¿Quién te invitó? ¿Qué no ves que estoy leyendo La historia de Élheazzar? ¡Largo! ¡Interrumpes mi lectura!— Le grité, mas no se alteró. Fue entonces que decidí acosarla como a una presa. Monté guardia frente a ella sin apartar los ojos de su accidentada extensión; permanecí en silencio, casi sin pestañear, midiéndola con la mirada. Tic tac, el reloj caminaba lentamente, tic tac, parecía arrastrar sus manecillas somnolientas, tic tac, contagiándome el sopor, tic tac ¿cuánto hace que no duermo? quizá cuatro o cinco días Tic tac tic tac tic tac…y tras varias horas de acosarla me quedé dormido.
Cuando desperté, ¡maldita! No sólo había crecido y ensanchádose, sino que había devorado los libros más próximos a ella. Preso de cólera, comencé a lanzarle todo cuanto había a mi alcance:
--¡Trágate esto, ente infernal! ¡Deléitate con 100 años de soledad e indigéstate con Memorias de mis putas tristes! ¿A qué te sabe Pedro Páramo? ¡Saborea estos manjares, Galaor, La taberna, Madame Bovary, A sangre fría y La estación violenta! ¿Cómo es que no tengo alguno de Paulo Coelho para hacerte vomitar? ¡Atragántate el librero completo, empáchate o regresa al infierno de donde saliste!
A punto estuve de lanzarle este cuaderno, pero me contuve porque tengo que contar esta historia.
¡Ay de mí! La grieta aprovechó mi arrebato para extenderse e impedir el paso hacia la salida. Estoy atrapado. Tal vez debí portarme menos hostil con ella. Amenaza con tragarme junto con lo que queda de mi estudio.
Los vecinos golpean la puerta y gritan que salga. Ya es tarde, no lo haré, permaneceré firme, estoico, ecuánime, fuerte, imperturbable… Ningún bestiario me preparó para esto. Mi casa se estremece, los cristales se hacen pedazos, las paredes caen, los techos ceden, los muebles se hunden… ¡Mis libros, mis libros…!
*Este texto fue encontrado junto al cadáver del hoy difunto Basilio Velázquez, quien murió sepultado cuando su casa se derrumbó a causa de un socavón que afectó los cimientos de la vivienda.
Ahí estaba ¡la maldita!, ¡la intrusa!, justo detrás de Negaciones de Enoch Soames. Aprovechando el aislamiento que a su crujir habían proporcionado los libros, una grieta se había hospedado en el muro, amenazaba con extenderse y no irse jamás. Le lancé una mirada cargada de odio. --Qué haces aquí? ¿Quién te invitó? ¿Qué no ves que estoy leyendo La historia de Élheazzar? ¡Largo! ¡Interrumpes mi lectura!— Le grité, mas no se alteró. Fue entonces que decidí acosarla como a una presa. Monté guardia frente a ella sin apartar los ojos de su accidentada extensión; permanecí en silencio, casi sin pestañear, midiéndola con la mirada. Tic tac, el reloj caminaba lentamente, tic tac, parecía arrastrar sus manecillas somnolientas, tic tac, contagiándome el sopor, tic tac ¿cuánto hace que no duermo? quizá cuatro o cinco días Tic tac tic tac tic tac…y tras varias horas de acosarla me quedé dormido.
Cuando desperté, ¡maldita! No sólo había crecido y ensanchádose, sino que había devorado los libros más próximos a ella. Preso de cólera, comencé a lanzarle todo cuanto había a mi alcance:
--¡Trágate esto, ente infernal! ¡Deléitate con 100 años de soledad e indigéstate con Memorias de mis putas tristes! ¿A qué te sabe Pedro Páramo? ¡Saborea estos manjares, Galaor, La taberna, Madame Bovary, A sangre fría y La estación violenta! ¿Cómo es que no tengo alguno de Paulo Coelho para hacerte vomitar? ¡Atragántate el librero completo, empáchate o regresa al infierno de donde saliste!
A punto estuve de lanzarle este cuaderno, pero me contuve porque tengo que contar esta historia.
¡Ay de mí! La grieta aprovechó mi arrebato para extenderse e impedir el paso hacia la salida. Estoy atrapado. Tal vez debí portarme menos hostil con ella. Amenaza con tragarme junto con lo que queda de mi estudio.
Los vecinos golpean la puerta y gritan que salga. Ya es tarde, no lo haré, permaneceré firme, estoico, ecuánime, fuerte, imperturbable… Ningún bestiario me preparó para esto. Mi casa se estremece, los cristales se hacen pedazos, las paredes caen, los techos ceden, los muebles se hunden… ¡Mis libros, mis libros…!
*Este texto fue encontrado junto al cadáver del hoy difunto Basilio Velázquez, quien murió sepultado cuando su casa se derrumbó a causa de un socavón que afectó los cimientos de la vivienda.