Mi viejo saco
Jonathan Caicedo Girón*
Cuando encallaste en casa,
te sujetaste al puño de Papá.
Mi primera postura
marcó un antes y un después.
¡Mi viejo saco!
¿Recuerdas el número de noches que pasamos arropados?
Yo entraba en tus pequeños bazos,
frotando tu piel de oveja,
y nacían las luciérnagas,
que encendían las noches de quimera.
¡Mi viejito!
Así te nombré cuando al pasar los años,
mi lánguido cuerpo se fue extendiendo,
mientras que tu piel se hacía cada vez más chica.
Te cuento, mi querido saco,
que así ahorques mis carnes,
no te voy a querer con desgana.
El otro día alguien dijo:
“pero qué brillante estaría el piso
con el arrugado saco de mi hermano”.
Entonces, me aferré a ti, y
te escondí con los
chécheres de diciembre:
¡prolongué tu existir!
Aunque ¡shiiii!, querido saco,
algún lector nos podría escuchar.
Luego, llegaba ebrio,
te miraba, y sonreías.
¡Te falté al respeto pequeño saco!
Atestiguaste el momento cuando la primera mujer,
abortó mi castidad,
y, sin embargo,
allí estabas, listo, atento,
a proteger los muslos del amor.
¡Mi viejo amigo!
Viajé, y bien sabes,
que uno es del mundo.
Y sí, volaste conmigo…
Probaste tu nivel
Contras las Tommy, que se desemplumaban lentamente.
Por ejemplo: La Piloto, quedó ensopada en una tarde hielo:
El diáfano cuero: falleció.
La rompevientos fue asesinada
por el destino:
el Metro la enganchó
en una puerta desbarajustada,
y su cadáver quedó al aire hecho jirones.
¡Estimado saco!
Te cuento que
regresé al país con los años pesados.
La experiencia es la tintura nívea del cabello.
Migración tampoco pudo arrebatarte,
a pesar de tus desojadas lanas.
¡Estoy VIEJO!
¡Muere la voluptuosidad que es mi carne!
Leo en la vieja biblioteca.
Adoptas la forma de gato,
te inclinas en mi regazó,
y cobijas las isotopías
que imaginaba Maiakovski.
Me dicen, querido saco,
que la enfermedad triunfó, y
que mi enclenque esqueleto:
¡Perdió la batalla!
¡¿Qué excusa podría inventar para llevarte conmigo al infierno!
Aguzo el hálito de los óleos:
me persigno.
En mi tumba podrán hallar una fotico en blanco y negro:
La mano de mi Papá:
obsequiándome el viejo saco.
te sujetaste al puño de Papá.
Mi primera postura
marcó un antes y un después.
¡Mi viejo saco!
¿Recuerdas el número de noches que pasamos arropados?
Yo entraba en tus pequeños bazos,
frotando tu piel de oveja,
y nacían las luciérnagas,
que encendían las noches de quimera.
¡Mi viejito!
Así te nombré cuando al pasar los años,
mi lánguido cuerpo se fue extendiendo,
mientras que tu piel se hacía cada vez más chica.
Te cuento, mi querido saco,
que así ahorques mis carnes,
no te voy a querer con desgana.
El otro día alguien dijo:
“pero qué brillante estaría el piso
con el arrugado saco de mi hermano”.
Entonces, me aferré a ti, y
te escondí con los
chécheres de diciembre:
¡prolongué tu existir!
Aunque ¡shiiii!, querido saco,
algún lector nos podría escuchar.
Luego, llegaba ebrio,
te miraba, y sonreías.
¡Te falté al respeto pequeño saco!
Atestiguaste el momento cuando la primera mujer,
abortó mi castidad,
y, sin embargo,
allí estabas, listo, atento,
a proteger los muslos del amor.
¡Mi viejo amigo!
Viajé, y bien sabes,
que uno es del mundo.
Y sí, volaste conmigo…
Probaste tu nivel
Contras las Tommy, que se desemplumaban lentamente.
Por ejemplo: La Piloto, quedó ensopada en una tarde hielo:
El diáfano cuero: falleció.
La rompevientos fue asesinada
por el destino:
el Metro la enganchó
en una puerta desbarajustada,
y su cadáver quedó al aire hecho jirones.
¡Estimado saco!
Te cuento que
regresé al país con los años pesados.
La experiencia es la tintura nívea del cabello.
Migración tampoco pudo arrebatarte,
a pesar de tus desojadas lanas.
¡Estoy VIEJO!
¡Muere la voluptuosidad que es mi carne!
Leo en la vieja biblioteca.
Adoptas la forma de gato,
te inclinas en mi regazó,
y cobijas las isotopías
que imaginaba Maiakovski.
Me dicen, querido saco,
que la enfermedad triunfó, y
que mi enclenque esqueleto:
¡Perdió la batalla!
¡¿Qué excusa podría inventar para llevarte conmigo al infierno!
Aguzo el hálito de los óleos:
me persigno.
En mi tumba podrán hallar una fotico en blanco y negro:
La mano de mi Papá:
obsequiándome el viejo saco.
*Soy Jonathan Caicedo, lector a ratos, y escritor a pedacitos.