Entrevista a Jesús R. Anaya Rosique,
un aventurero con escrúpulos ideológicos
Gustavo Sáenz*
Semblanza
Nació el 5 de abril de 1946 en la Ciudad de México; es editor, traductor, investigador y catedrático en México, Italia y España. Fue director editorial del Grupo Planeta en México (1997-2006). Fundó en la universidad de Guadalajara la primera maestría en edición de Latinoamérica (1991-1997). Desde 2009 es profesor-investigador en la Academia de creación literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Es coautor del libro Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Roger Chartier (FCE, México, 1999, traducido al portugués por Artmed, São Paulo, 2001, ISBN 968-16-6146- y 978-968-16-6146-5), además de colaboraciones en diferentes publicaciones especializadas y de divulgación. En 2009 tradujo del francés y publicó en la Universidad de Antioquía (Medellín, Colombia) el texto de Roger Chartier El libro y sus poderes (siglos XV-XVIII), ISBN 978-958-714-271-6; y en 2010 su propio ensayo titulado Editar en la Universidad. Paradojas y retos, ISBN 978-958-714-333-1.
Ha organizado e impartido cursos de formación profesional para editores y libreros en México, Chile, Colombia y Guatemala. En 2011 fue uno de los 25 editores distinguidos por haber participado en la FIL de Guadalajara cada año desde 1987. Ha continuado asistiendo a la FIL los años sucesivos.
Por su actividad profesional, el pasado 23 de abril de 2019 fue designado primer “Editor honorario de la Cámara de Diputados” (LXIV Legislatura federal).
Nació el 5 de abril de 1946 en la Ciudad de México; es editor, traductor, investigador y catedrático en México, Italia y España. Fue director editorial del Grupo Planeta en México (1997-2006). Fundó en la universidad de Guadalajara la primera maestría en edición de Latinoamérica (1991-1997). Desde 2009 es profesor-investigador en la Academia de creación literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Es coautor del libro Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Roger Chartier (FCE, México, 1999, traducido al portugués por Artmed, São Paulo, 2001, ISBN 968-16-6146- y 978-968-16-6146-5), además de colaboraciones en diferentes publicaciones especializadas y de divulgación. En 2009 tradujo del francés y publicó en la Universidad de Antioquía (Medellín, Colombia) el texto de Roger Chartier El libro y sus poderes (siglos XV-XVIII), ISBN 978-958-714-271-6; y en 2010 su propio ensayo titulado Editar en la Universidad. Paradojas y retos, ISBN 978-958-714-333-1.
Ha organizado e impartido cursos de formación profesional para editores y libreros en México, Chile, Colombia y Guatemala. En 2011 fue uno de los 25 editores distinguidos por haber participado en la FIL de Guadalajara cada año desde 1987. Ha continuado asistiendo a la FIL los años sucesivos.
Por su actividad profesional, el pasado 23 de abril de 2019 fue designado primer “Editor honorario de la Cámara de Diputados” (LXIV Legislatura federal).
Entrevista
Gustavo Sáenz: Jesús, eres editor, traductor, coautor, investigador y catedrático; fuiste director de grandes editoriales, fundaste la primera maestría en edición en Latinoamérica. ¿Es con la creación de esa primera maestría en edición, en Guadalajara y en México, cuando comienzas a formar editores?
Jesús Anaya: no, de hecho me llamaron de la Universidad de Guadalajara para fundar y dirigir ese posgrado porque yo daba clases, sobre todo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para los cursos de editores y libreros. Estuve muchos años en calidad de exiliado político en Italia, trabajando en Milán en la editorial Feltrinelli y fui amnistiado en 1979. Cuando regresé a México, en 1982, decidí que no me gustaba como estaba aquí el panorama editorial y mejor me dediqué a investigar sobre la edición, y de ahí surgió la alternativa de la formación profesional de editores.
GS: ¿después de eso vienen los cursos en la maestría en diseño y producción editorial en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) - Xochimilco?
JA: sí, sucedió que algunos de los alumnos de la primera generación de la maestría de Guadalajara, que abrí simultáneamente aquí en México, provenientes de la UAM, decidieron abrir una maestría, pero no tuvieron las condiciones como las que privilegiadamente tuvimos en la universidad de Guadalajara y solo lograron abrirla en el área de ciencias y artes del diseño (por eso se llama diferente, incluso lo es). Desde 2011 imparto el módulo de Decisión editorial, este año empezará la sexta generación.
GS: ¿aún colaboras con el Centro de Innovación y Formación Profesional para la Industria Editorial?
JA: sí, de hecho hace ya casi dos años que formamos ese centro, cuyo nombre inicial es editamos. Se trata del área que se propone profesionalizar el programa de cursos para editores que tiene la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem).
GS: ¿cómo fue tu paso por el Grupo Planeta? Sabemos que tu talento, tu experiencia como editor, se tradujo en un beneficio para la empresa, pero ¿tú dirías que ese beneficio fue recíproco?
JA: puedo decir que, como José Martí, estuve en las “entrañas del monstruo”… Cuando, en 1997, acepté ser director editorial del Grupo Planeta en México, un amigo mío, un veterano editor argentino, Daniel Divinsky, que fundó Ediciones de la flor en Buenos Aires, en 1967, me dijo: “¡qué horror!, te van a hacer papilla”, y yo dije, correré el riesgo. Y sí, hubo situaciones en las que realmente… la dinámica de esos grupos es infernal, y además tienes que pensar con otra lógica, no la de publicar obras literarias válidas sino la de, ante todo, buscar la ganancia de la empresa. Antes de eso, la mayor experiencia profesional que tenía como editor fueron los 10 años que trabajé en Italia en la editorial Feltrinelli, una empresa cultural que publica libros de muy alta calidad en el terreno literario y en el terreno social y político, y ahí no se me planteaba el problema que en Planeta: tú tienes que estar seguro de que lo que vas a publicar lo vas a vender y sobre todo muy bien. Si no, aunque la obra sea de gran calidad, simplemente no la publicas; es decir, hay unos objetivos de marketing y de eficiencia financiera que acentúan algo que el libro tiene como dualidad: el libro sigue siendo el bien cultural más importante porque transmite conocimiento, información, diversión, etc., pero al mismo tiempo tiene esa doble característica, es una mercancía y se comporta como tal, aunque no sea igual, se comporta o le piden que se comporte igual que cualquier producto de un negocio. Hay momentos en que, sobre todo en las grandes empresas, lo que prevalece es el criterio de que hay que acentuar la parte mercantil, la parte de mercado… claro que como editor debes saber que lo que publicas, tiene que dar resultados, porque si no, no continúas, quiebras, como le sucedió a grandes editores en México; por ejemplo, a don Joaquín Díez-Canedo que fundó Joaquín Mortiz, el sello literario por excelencia de la literatura mexicana, y al final tuvo que vender su empresa porque la parte financiera no le funcionó. No era un hombre de negocios, en cambio en estos grupos logran hacer, sacrificando muchas veces la calidad, que sea un negocio exitoso…
GS: me hablabas de tu experiencia en Milán, de la editorial Feltrinelli, allá hubo un autor que exigió que tú fueras su editor ¿es correcto este dato?
JA: así sucedió en varias ocasiones, no solo en Italia, porque lo que pasa es que una de las tareas fundamentales de un editor es la relación con sus autores. Un famoso editor alemán afirmaba que “publicamos autores, no libros”. Con algunos autores incluso he tenido una gran amistad; por ejemplo, se me viene a la memoria, así de primeras, Carlos Montemayor, a quien le publiqué algunas obras excepcionales y gracias a eso nos trajimos a Planeta lo que había publicado antes, por ejemplo Guerra en el paraíso; era un hombre al cual le tuve mucho aprecio y sentí su deceso, se murió en poco tiempo, le dijeron que tenía un cáncer y no duró ni seis meses, todavía no tenía edad para morir (había nacido en 1949), era de Chihuahua, un gran hombre…Es lo más cercano a un renacentista que he conocido, porque era escritor, tenía un pasado político, cantaba ópera, dos veces al año se iba a España a clases, grabó unos discos y era un excelente traductor de cinco idiomas occidentales y cuatro lenguas indígenas mexicanas. Fue un personaje como un redivivo Leonardo Da Vinci. Y sí, en realidad esa relación con tus autores es fundamental, en las buenas y en las malas, a veces te toca decirle a un autor, porque así lo imponía la empresa, que no le vas a publicar la obra que te está presentando, y puedo contarte que cuando entré a Planeta muchos amigos míos, amigos de juventud, del 68, de la universidad, pensaron que por conocerme y ser el director editorial de Planeta les podía publicar cualquier cosa. Y me tocó perder algunos amigos por eso, por la negativa, a pesar de que les explicara a qué se debía eso, así es este negocio…
GS: para entrar un poquito en otros terrenos, si me lo permites, me gustaría que me hablaras del grupo al que te uniste tras la matanza estudiantil que perpetró el gobierno en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.
JA: de hecho, la década de los 60 fue de una intensa movilización estudiantil, yo desde que estaba en el último año de la secundaria en Tijuana fui activista estudiantil, participé en diferentes manifestaciones de protesta antigubernamental. Esa primera fase (tenía entre 14 y 16 años) provocó que me expulsaran de Baja California, aunque los titulares amarillistas de los periódicos no compaginaban con la edad real que tenía… quien me conocía decía no, no es posible, aquí están hablando de un personaje que no eres tú. Pues sí era, lo que pasa es que siempre digo que uno, la vida que tiene en su familia, condiciona en muchos sentidos el destino; y por las dos partes, de mi padre y de mi madre, tuve una herencia política muy radical. Mis abuelos maternos, mi madre y sus dos hermanos llegaron al puerto de Veracruz como exiliados republicanos el 13 de junio de 1939 en el vapor Sinaia, mi madre tenía 12 años, ahora tiene 92, mi abuelo había sido activista en España antes y durante la guerra civil. Soy el nieto mayor y él me contó muchas cosas, pero yo muy joven había leído textos de Bakunin, Kropotkin y de Ricardo Flores Magón y me había vuelto anarquista; le reprochaba a mi abuelo que cómo… (él había estado en el partido comunista), que cómo había participado en la represión de la revolución anarquista de Barcelona en 1937, y simplemente se me quedó mirando y me dijo: “Es que no sabes cómo eran esos anarquistas”. Mi papá era mexicano, de una familia de Huichapan, Hidalgo, mi tío tatarabuelo fue el general Pedro María Anaya, defensor de Churubusco en 1847, durante la invasión yanqui, también fue presidente interino de México; otro familiar fue guerrillero chinaco contra los franceses; tuve otro tío (al que conocí) que se levantó contra Huerta en 1914 y fue después general revolucionario…Y por otra parte, vivíamos en Tijuana, donde el debate entre la izquierda y la derecha era por el tema de Flores Magón; en Tijuana hay un monumento dedicado a unos supuestos héroes de 1911 que son los porfiristas que resistieron según esto “la invasión de los filibusteros de Flores Magón”… Por lo tanto el debate político entre jóvenes, entre estudiantes preparatorianos, era toda la derecha de las prepas particulares que estaba a favor de los porfiristas y la izquierda, que éramos unos cuantos, que éramos magonistas. Puedo decirte que el plan loco que tuve cuando tenía como 15 o 16 años era tomar Tijuana, como había hecho Flores Magón, por eso es que me expulsaron del estado, porque me tocó dirigir en 1962 una manifestación de protesta contra la salinidad del valle de Mexicali que fue duramente reprimida, estuvimos horas ahí tirados en el lecho del río, que ahora es la parte moderna de Tijuana, pero en aquella época era un lecho seco, perseguidos por la policía… Mi papá respiró cuando el rector de la universidad me avisó que mejor me fuera a México porque lo que seguía quién sabe que era y entonces me vine al DF y terminé la prepa, en la 5 nocturna de la UNAM. Pero ahí reincidí, fui delegado a la federación estudiantil de la UNAM, y en ese momento —estoy hablando del 63, 64— lo que se movía era la lucha para que no hubiera rechazados y otras cosas, por ejemplo una famosa reunión de las que se definieron posteriormente como las escuelas de izquierda de la UNAM y unas manifestaciones de protesta contra la invasión yanqui de Panamá, y otra que disolvieron a macanazos los granaderos porque era contra la guerra de Vietnam, y una más contra la invasión yanqui de la República Dominicana en 1965… Estábamos muy activos políticamente y yo, además, precisamente por la herencia política de mi abuelo que era un antiestalinista (había renunciado al partido comunista de Cataluña cuando venían a México, y se firmó el pacto Hitler-Stalin); varias veces compañeros que eran la punta de lanza de la juventud comunista en Baja California intentaron reclutarme, y yo me negué, lo mismo cuando vine a la UNAM y fui militante de alguna facción del movimiento espartaquista (los prochinos que se oponían a los prosoviéticos). En esos grupos participaban intelectuales de izquierda como José Revueltas, Eduardo Lizalde, Enrique González Rojo… Pero rápidamente dejé esos grupos porque toda su actividad política era demostrar que, si bien la Unión Soviética traicionaba a todos los combatientes de izquierda en el mundo, los que tenían la posición justa, según ellos, eran los chinos, pero cuando preguntabas ¿cómo es que dejaron pasar lo de Indonesia, donde hubo una masacre de comunistas? Eran preguntas incómodas; eso de estar en una “iglesia” no iba conmigo, siempre he rechazado los dogmas de cualquier tipo. Pero en cambio sí fui muy entusiasta con la revolución cubana; yo sentí que era un nuevo tipo de revolución, y eso me tomó unos años de mi juventud porque fue lo que me llevó a militar con grupos que antes de 68 ya estaban planteando formas guerrilleras en México…
GS: ¿Cómo fue tu vida en Cuba?
JA: la segunda vez que viajé a Cuba, en enero de 1969, fue desviando un avión comercial de Aerolíneas Peruanas que abordé en Guayaquil (venía de Montevideo e iba a Miami) a punta de pistola en protesta por la masacre del 2 de octubre de 1968 que cometió el gobierno criminal de Díaz Ordaz, y no me fue bien porque los cubanos siempre, y eso sí lo puedo afirmar, nunca dieron un apoyo, así como lo dieron a otros revolucionarios de América latina, a los guerrilleros mexicanos. El gobierno de Fidel Castro en ese sentido mantuvo un acuerdo cómplice y vergonzante con el gobierno de México, de tal manera que cuando llegué en esa situación pues era un personaje incómodo. No sabían qué hacer conmigo, yo había estado antes en una reunión internacional en La Habana, en 1967, que se hizo un poco antes de la muerte del Che: la Organización Latinoamericana de Solidaridad, representando la primera revista de lucha armada en México, Hora cero: testimonios de la revolución latinoamericanos; y en consecuencia, si los castristas hubieran accedido a lo que pedía el gobierno de Díaz Ordaz, me hubieran expulsado a México, donde la cárcel era segura, pero prefirieron no desprestigiarse ante la izquierda mexicana y sin más trámite me expulsaron de Cuba rumbo a Europa, con los 100 dólares y el pasaporte mexicano que traía cuando llegué a La Habana, después de tres semanas de aislamiento forzoso en una zona residencial de la capital cubana; pensaron que, llegando a París, Interpol me iba a rebotar a México inmediatamente; pero en Francia acababa de pasar el movimiento del 68 y todas las cosas estaban bastante agitadas, y logré entrar sin problemas y entré en contacto con los palestinos ahí en Paris y me fui a Medio Oriente, siempre persiguiendo algo que era como una necesidad, que era formación militar. Y estuve seis meses en Jordania en un campo de guerrilleros palestinos de Al Fatah, guiado por el ejemplo internacionalista del Che Guevara. Ese campo guerrillero estaba cerca de la frontera con Israel; a fines de 1969 salí a Italia, era un momento, después del mayo de 1968 en París, que se había creado una nueva internacional revolucionaria, donde tenía compañeros solidarios y ahí contacté con la guerrilla de Douglas Bravo en Venezuela y fui a dar allá a las montañas de Falcón; pero ellos estaban en una fase en la que lo único que hacían era intentar crear una zona de apoyo campesina, no había combate; después de un tiempo logré regresar a México, obviamente de manera clandestina, no era la primera vez que lo hacía, y en la redada general que hizo la Dirección Federal de Seguridad (DFS) contra los incipientes grupos guerrilleros en 1972, fui capturado el 2 de febrero (el mismo día que mataron a Genaro Vázquez Rojas en Guerrero), y así fui a dar a Lecumberri, después de estar dos semanas desaparecido y torturado en el campo militar número 1; en esas circunstancias lo que te queda, por coherencia moral, es seguir luchando, no puedes rendirte. Permanecí encarcelado casi 16 meses y en mayo de 1973 un grupo revolucionario que se llamaba Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP) secuestró al cónsul norteamericano en Guadalajara y exigió la liberación de treinta presos políticos que estaban en distintas cárceles de la República, y fui uno de esos 30 canjeados… Nada más que el problema fue que los compañeros del FRAP en lugar de elegir un lugar desde el cual te pudieras mover rápidamente y regresar a reintegrarte a la lucha en México (esto se había discutido en detalle en la cárcel) decidieron, por desconocimiento de la política internacional, que nos trasladaran al confinamiento político en Cuba…
Era la tercera vez que iba a la isla (la primera vez invitado a la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), la segunda vez por “auto-invitación” y en esta ocasión gracias al canje por ese cónsul); entonces, la pasamos mal porque éramos huéspedes “incómodos”, disidentes de izquierda que ponían en peligro la estrecha relación oficial entre México y Cuba. En enero de 1974, el líder soviético Brejnev visitó Cuba y la policía hizo una redada de todos los que consideraba ultraizquierdistas y estuvimos tres semanas en una cárcel especial; total, vivimos más de dos años en Cuba en condiciones bastante difíciles. Integramos un grupo (la Unidad Combatiente Proletaria “Raúl Ramos Zavala”) con los más radicales, que éramos los únicos que entendíamos lo que pasaba en Cuba, que se había convertido en una dictadura y expropiado la revolución de 1959. En octubre de 1975, después de varias peripecias, logré salir vía Praga, en donde debía volar a Bulgaria pero me las ingenié para escapar hacia Viena y de ahí a Roma, donde tenía muchos amigos y, exactamente como hizo mi abuelo materno cuando llegó a México en1939, me puse a trabajar en Milán en la editorial Feltrinelli, y ahí estuve de 1976 hasta 1982, cuando regresé a México. Fui amnistiado en 1979, sin embargo, no tenía ninguna confianza en esa medida política, de hecho a algunos compañeros que salieron de la cárcel aquí en México, y que con la amnistía se fueron a sus zonas de origen, los asesinó la DFS. Así fue mi última etapa de militancia política y desde entonces me he dedicado a investigar cuestiones relativas a la industria editorial y a formar profesionalmente a las nuevas generaciones; la mejor experiencia fue cuando logré fundar y dirigir la maestría en edición en la Universidad de Guadalajara, con un grupo en esa ciudad y otro en el DF (en la Caniem). Pero bastó que cambiaran de rector en la UdG para que al nuevo no le interesara la maestría; en 1997 me ofrecieron entrar a Planeta como director editorial, y estuve ahí hasta el 2006, cuando volví a trabajar como free lance, y entré a esta universidad [habla de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México]…
GS: … en 2009
JA: en 2007 exactamente, cuando organicé, con Rosina Conde un coloquio de editores en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y empecé a dar como profesor de tiempo parcial algunas clases y en el 2009 me dictaminaron tomando en cuenta casi 40 años de experiencia profesional como editor, y me convertí en profesor-investigador de tiempo completo.
GS: compártenos alguna anécdota sobre la UACM, algo que en todo este tiempo consideres relevante.
JA: una buena experiencia, durante la huelga contra la ex rectora Esther Orozco, cuya administración fue corrupta y negligente, y sobre todo porque si hubiera ganado ella no existiría la licenciatura en creación literaria, pues ella decía que cómo era posible que en una ciudad como la de México hubiera una licenciatura universitaria de este género; un día los compañeros que hacían guardia permanente en el plantel del Valle me permitieron entrar al baño y me llamó la atención el orden y limpieza que mantenían. El baño estaba lleno de letreros de Lenin, de Bertolt Brecht y de otros que hablaban de la higiene y la revolución… incluso entregaron el plantel, al final de la huelga, con ramos de flores y todo. Pertenezco a la generación de 1968 en la UNAM, en donde éramos ¡bastante más salvajes! Me pareció que todos eran muy buenos muchachos.
GS: eres también miembro del Consejo Académico de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), ¿cómo le haces para distribuir tu tiempo entre tantas actividades?
JA: como profesor de tiempo completo tienes un pequeño margen de horas que puedes destinar que a un congreso u otras actividades académicas similares, yo he participado en la Caniem ya desde antes de ingresar a la UACM, en 1990-91 trabajé ahí como gerente de investigación y estadística; tengo 50 años de actividad editorial y en esta ocasión se dio la coyuntura que mi hermano menor era el presidente del consejo directivo de la Caniem (acaba de concluir su periodo), y me invitó a colaborar en esta área que creamos para reformar todos los programas de formación profesional; la beca Grijalbo, el diplomado de libros, etc.; y con un amigo que fue catedrático de derecho de autor en la mencionada maestría en edición de la UdG, José Luis Caballero, cada año (de 2010 a 2015) impartimos en la FIL de Guadalajara un curso de “Negociación de derechos subsidiarios en ferias internacionales”, y lo hemos repetido varias veces en la Cámara; y luego a algunos de los colaboradores internacionales de la maestría, sobre todo los expertos británicos, los he invitado a dar cursos acá (en años pasados estuvieron también en la UACM), y esa es una actividad que está centrada en la formación profesional de editores. ¿Cómo le hago para tener tiempo? Pues trabajando mucho.
GS: para finalizar, no puedo dejar de mencionar que no hay una biografía de Jesús Anaya en el mercado. ¿Has considerado escribirla o dictarla?
JA: eso siempre me preguntan cuándo cuento algunas de estas experiencias… y siempre respondo que por eso me hice editor, para no escribir… De hecho, lo que escribo es acerca de problemas de la industria editorial, formación profesional para editores y libreros y otros temas relacionados, pero nada, digamos, anecdótico. Nunca me he sentido… no he encontrado el enfoque para contar… tendría que ser una especie narrativa de aventuras, como yo digo, de un aventurero con escrúpulos ideológicos.
Gustavo Sáenz: Jesús, eres editor, traductor, coautor, investigador y catedrático; fuiste director de grandes editoriales, fundaste la primera maestría en edición en Latinoamérica. ¿Es con la creación de esa primera maestría en edición, en Guadalajara y en México, cuando comienzas a formar editores?
Jesús Anaya: no, de hecho me llamaron de la Universidad de Guadalajara para fundar y dirigir ese posgrado porque yo daba clases, sobre todo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para los cursos de editores y libreros. Estuve muchos años en calidad de exiliado político en Italia, trabajando en Milán en la editorial Feltrinelli y fui amnistiado en 1979. Cuando regresé a México, en 1982, decidí que no me gustaba como estaba aquí el panorama editorial y mejor me dediqué a investigar sobre la edición, y de ahí surgió la alternativa de la formación profesional de editores.
GS: ¿después de eso vienen los cursos en la maestría en diseño y producción editorial en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) - Xochimilco?
JA: sí, sucedió que algunos de los alumnos de la primera generación de la maestría de Guadalajara, que abrí simultáneamente aquí en México, provenientes de la UAM, decidieron abrir una maestría, pero no tuvieron las condiciones como las que privilegiadamente tuvimos en la universidad de Guadalajara y solo lograron abrirla en el área de ciencias y artes del diseño (por eso se llama diferente, incluso lo es). Desde 2011 imparto el módulo de Decisión editorial, este año empezará la sexta generación.
GS: ¿aún colaboras con el Centro de Innovación y Formación Profesional para la Industria Editorial?
JA: sí, de hecho hace ya casi dos años que formamos ese centro, cuyo nombre inicial es editamos. Se trata del área que se propone profesionalizar el programa de cursos para editores que tiene la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem).
GS: ¿cómo fue tu paso por el Grupo Planeta? Sabemos que tu talento, tu experiencia como editor, se tradujo en un beneficio para la empresa, pero ¿tú dirías que ese beneficio fue recíproco?
JA: puedo decir que, como José Martí, estuve en las “entrañas del monstruo”… Cuando, en 1997, acepté ser director editorial del Grupo Planeta en México, un amigo mío, un veterano editor argentino, Daniel Divinsky, que fundó Ediciones de la flor en Buenos Aires, en 1967, me dijo: “¡qué horror!, te van a hacer papilla”, y yo dije, correré el riesgo. Y sí, hubo situaciones en las que realmente… la dinámica de esos grupos es infernal, y además tienes que pensar con otra lógica, no la de publicar obras literarias válidas sino la de, ante todo, buscar la ganancia de la empresa. Antes de eso, la mayor experiencia profesional que tenía como editor fueron los 10 años que trabajé en Italia en la editorial Feltrinelli, una empresa cultural que publica libros de muy alta calidad en el terreno literario y en el terreno social y político, y ahí no se me planteaba el problema que en Planeta: tú tienes que estar seguro de que lo que vas a publicar lo vas a vender y sobre todo muy bien. Si no, aunque la obra sea de gran calidad, simplemente no la publicas; es decir, hay unos objetivos de marketing y de eficiencia financiera que acentúan algo que el libro tiene como dualidad: el libro sigue siendo el bien cultural más importante porque transmite conocimiento, información, diversión, etc., pero al mismo tiempo tiene esa doble característica, es una mercancía y se comporta como tal, aunque no sea igual, se comporta o le piden que se comporte igual que cualquier producto de un negocio. Hay momentos en que, sobre todo en las grandes empresas, lo que prevalece es el criterio de que hay que acentuar la parte mercantil, la parte de mercado… claro que como editor debes saber que lo que publicas, tiene que dar resultados, porque si no, no continúas, quiebras, como le sucedió a grandes editores en México; por ejemplo, a don Joaquín Díez-Canedo que fundó Joaquín Mortiz, el sello literario por excelencia de la literatura mexicana, y al final tuvo que vender su empresa porque la parte financiera no le funcionó. No era un hombre de negocios, en cambio en estos grupos logran hacer, sacrificando muchas veces la calidad, que sea un negocio exitoso…
GS: me hablabas de tu experiencia en Milán, de la editorial Feltrinelli, allá hubo un autor que exigió que tú fueras su editor ¿es correcto este dato?
JA: así sucedió en varias ocasiones, no solo en Italia, porque lo que pasa es que una de las tareas fundamentales de un editor es la relación con sus autores. Un famoso editor alemán afirmaba que “publicamos autores, no libros”. Con algunos autores incluso he tenido una gran amistad; por ejemplo, se me viene a la memoria, así de primeras, Carlos Montemayor, a quien le publiqué algunas obras excepcionales y gracias a eso nos trajimos a Planeta lo que había publicado antes, por ejemplo Guerra en el paraíso; era un hombre al cual le tuve mucho aprecio y sentí su deceso, se murió en poco tiempo, le dijeron que tenía un cáncer y no duró ni seis meses, todavía no tenía edad para morir (había nacido en 1949), era de Chihuahua, un gran hombre…Es lo más cercano a un renacentista que he conocido, porque era escritor, tenía un pasado político, cantaba ópera, dos veces al año se iba a España a clases, grabó unos discos y era un excelente traductor de cinco idiomas occidentales y cuatro lenguas indígenas mexicanas. Fue un personaje como un redivivo Leonardo Da Vinci. Y sí, en realidad esa relación con tus autores es fundamental, en las buenas y en las malas, a veces te toca decirle a un autor, porque así lo imponía la empresa, que no le vas a publicar la obra que te está presentando, y puedo contarte que cuando entré a Planeta muchos amigos míos, amigos de juventud, del 68, de la universidad, pensaron que por conocerme y ser el director editorial de Planeta les podía publicar cualquier cosa. Y me tocó perder algunos amigos por eso, por la negativa, a pesar de que les explicara a qué se debía eso, así es este negocio…
GS: para entrar un poquito en otros terrenos, si me lo permites, me gustaría que me hablaras del grupo al que te uniste tras la matanza estudiantil que perpetró el gobierno en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.
JA: de hecho, la década de los 60 fue de una intensa movilización estudiantil, yo desde que estaba en el último año de la secundaria en Tijuana fui activista estudiantil, participé en diferentes manifestaciones de protesta antigubernamental. Esa primera fase (tenía entre 14 y 16 años) provocó que me expulsaran de Baja California, aunque los titulares amarillistas de los periódicos no compaginaban con la edad real que tenía… quien me conocía decía no, no es posible, aquí están hablando de un personaje que no eres tú. Pues sí era, lo que pasa es que siempre digo que uno, la vida que tiene en su familia, condiciona en muchos sentidos el destino; y por las dos partes, de mi padre y de mi madre, tuve una herencia política muy radical. Mis abuelos maternos, mi madre y sus dos hermanos llegaron al puerto de Veracruz como exiliados republicanos el 13 de junio de 1939 en el vapor Sinaia, mi madre tenía 12 años, ahora tiene 92, mi abuelo había sido activista en España antes y durante la guerra civil. Soy el nieto mayor y él me contó muchas cosas, pero yo muy joven había leído textos de Bakunin, Kropotkin y de Ricardo Flores Magón y me había vuelto anarquista; le reprochaba a mi abuelo que cómo… (él había estado en el partido comunista), que cómo había participado en la represión de la revolución anarquista de Barcelona en 1937, y simplemente se me quedó mirando y me dijo: “Es que no sabes cómo eran esos anarquistas”. Mi papá era mexicano, de una familia de Huichapan, Hidalgo, mi tío tatarabuelo fue el general Pedro María Anaya, defensor de Churubusco en 1847, durante la invasión yanqui, también fue presidente interino de México; otro familiar fue guerrillero chinaco contra los franceses; tuve otro tío (al que conocí) que se levantó contra Huerta en 1914 y fue después general revolucionario…Y por otra parte, vivíamos en Tijuana, donde el debate entre la izquierda y la derecha era por el tema de Flores Magón; en Tijuana hay un monumento dedicado a unos supuestos héroes de 1911 que son los porfiristas que resistieron según esto “la invasión de los filibusteros de Flores Magón”… Por lo tanto el debate político entre jóvenes, entre estudiantes preparatorianos, era toda la derecha de las prepas particulares que estaba a favor de los porfiristas y la izquierda, que éramos unos cuantos, que éramos magonistas. Puedo decirte que el plan loco que tuve cuando tenía como 15 o 16 años era tomar Tijuana, como había hecho Flores Magón, por eso es que me expulsaron del estado, porque me tocó dirigir en 1962 una manifestación de protesta contra la salinidad del valle de Mexicali que fue duramente reprimida, estuvimos horas ahí tirados en el lecho del río, que ahora es la parte moderna de Tijuana, pero en aquella época era un lecho seco, perseguidos por la policía… Mi papá respiró cuando el rector de la universidad me avisó que mejor me fuera a México porque lo que seguía quién sabe que era y entonces me vine al DF y terminé la prepa, en la 5 nocturna de la UNAM. Pero ahí reincidí, fui delegado a la federación estudiantil de la UNAM, y en ese momento —estoy hablando del 63, 64— lo que se movía era la lucha para que no hubiera rechazados y otras cosas, por ejemplo una famosa reunión de las que se definieron posteriormente como las escuelas de izquierda de la UNAM y unas manifestaciones de protesta contra la invasión yanqui de Panamá, y otra que disolvieron a macanazos los granaderos porque era contra la guerra de Vietnam, y una más contra la invasión yanqui de la República Dominicana en 1965… Estábamos muy activos políticamente y yo, además, precisamente por la herencia política de mi abuelo que era un antiestalinista (había renunciado al partido comunista de Cataluña cuando venían a México, y se firmó el pacto Hitler-Stalin); varias veces compañeros que eran la punta de lanza de la juventud comunista en Baja California intentaron reclutarme, y yo me negué, lo mismo cuando vine a la UNAM y fui militante de alguna facción del movimiento espartaquista (los prochinos que se oponían a los prosoviéticos). En esos grupos participaban intelectuales de izquierda como José Revueltas, Eduardo Lizalde, Enrique González Rojo… Pero rápidamente dejé esos grupos porque toda su actividad política era demostrar que, si bien la Unión Soviética traicionaba a todos los combatientes de izquierda en el mundo, los que tenían la posición justa, según ellos, eran los chinos, pero cuando preguntabas ¿cómo es que dejaron pasar lo de Indonesia, donde hubo una masacre de comunistas? Eran preguntas incómodas; eso de estar en una “iglesia” no iba conmigo, siempre he rechazado los dogmas de cualquier tipo. Pero en cambio sí fui muy entusiasta con la revolución cubana; yo sentí que era un nuevo tipo de revolución, y eso me tomó unos años de mi juventud porque fue lo que me llevó a militar con grupos que antes de 68 ya estaban planteando formas guerrilleras en México…
GS: ¿Cómo fue tu vida en Cuba?
JA: la segunda vez que viajé a Cuba, en enero de 1969, fue desviando un avión comercial de Aerolíneas Peruanas que abordé en Guayaquil (venía de Montevideo e iba a Miami) a punta de pistola en protesta por la masacre del 2 de octubre de 1968 que cometió el gobierno criminal de Díaz Ordaz, y no me fue bien porque los cubanos siempre, y eso sí lo puedo afirmar, nunca dieron un apoyo, así como lo dieron a otros revolucionarios de América latina, a los guerrilleros mexicanos. El gobierno de Fidel Castro en ese sentido mantuvo un acuerdo cómplice y vergonzante con el gobierno de México, de tal manera que cuando llegué en esa situación pues era un personaje incómodo. No sabían qué hacer conmigo, yo había estado antes en una reunión internacional en La Habana, en 1967, que se hizo un poco antes de la muerte del Che: la Organización Latinoamericana de Solidaridad, representando la primera revista de lucha armada en México, Hora cero: testimonios de la revolución latinoamericanos; y en consecuencia, si los castristas hubieran accedido a lo que pedía el gobierno de Díaz Ordaz, me hubieran expulsado a México, donde la cárcel era segura, pero prefirieron no desprestigiarse ante la izquierda mexicana y sin más trámite me expulsaron de Cuba rumbo a Europa, con los 100 dólares y el pasaporte mexicano que traía cuando llegué a La Habana, después de tres semanas de aislamiento forzoso en una zona residencial de la capital cubana; pensaron que, llegando a París, Interpol me iba a rebotar a México inmediatamente; pero en Francia acababa de pasar el movimiento del 68 y todas las cosas estaban bastante agitadas, y logré entrar sin problemas y entré en contacto con los palestinos ahí en Paris y me fui a Medio Oriente, siempre persiguiendo algo que era como una necesidad, que era formación militar. Y estuve seis meses en Jordania en un campo de guerrilleros palestinos de Al Fatah, guiado por el ejemplo internacionalista del Che Guevara. Ese campo guerrillero estaba cerca de la frontera con Israel; a fines de 1969 salí a Italia, era un momento, después del mayo de 1968 en París, que se había creado una nueva internacional revolucionaria, donde tenía compañeros solidarios y ahí contacté con la guerrilla de Douglas Bravo en Venezuela y fui a dar allá a las montañas de Falcón; pero ellos estaban en una fase en la que lo único que hacían era intentar crear una zona de apoyo campesina, no había combate; después de un tiempo logré regresar a México, obviamente de manera clandestina, no era la primera vez que lo hacía, y en la redada general que hizo la Dirección Federal de Seguridad (DFS) contra los incipientes grupos guerrilleros en 1972, fui capturado el 2 de febrero (el mismo día que mataron a Genaro Vázquez Rojas en Guerrero), y así fui a dar a Lecumberri, después de estar dos semanas desaparecido y torturado en el campo militar número 1; en esas circunstancias lo que te queda, por coherencia moral, es seguir luchando, no puedes rendirte. Permanecí encarcelado casi 16 meses y en mayo de 1973 un grupo revolucionario que se llamaba Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP) secuestró al cónsul norteamericano en Guadalajara y exigió la liberación de treinta presos políticos que estaban en distintas cárceles de la República, y fui uno de esos 30 canjeados… Nada más que el problema fue que los compañeros del FRAP en lugar de elegir un lugar desde el cual te pudieras mover rápidamente y regresar a reintegrarte a la lucha en México (esto se había discutido en detalle en la cárcel) decidieron, por desconocimiento de la política internacional, que nos trasladaran al confinamiento político en Cuba…
Era la tercera vez que iba a la isla (la primera vez invitado a la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), la segunda vez por “auto-invitación” y en esta ocasión gracias al canje por ese cónsul); entonces, la pasamos mal porque éramos huéspedes “incómodos”, disidentes de izquierda que ponían en peligro la estrecha relación oficial entre México y Cuba. En enero de 1974, el líder soviético Brejnev visitó Cuba y la policía hizo una redada de todos los que consideraba ultraizquierdistas y estuvimos tres semanas en una cárcel especial; total, vivimos más de dos años en Cuba en condiciones bastante difíciles. Integramos un grupo (la Unidad Combatiente Proletaria “Raúl Ramos Zavala”) con los más radicales, que éramos los únicos que entendíamos lo que pasaba en Cuba, que se había convertido en una dictadura y expropiado la revolución de 1959. En octubre de 1975, después de varias peripecias, logré salir vía Praga, en donde debía volar a Bulgaria pero me las ingenié para escapar hacia Viena y de ahí a Roma, donde tenía muchos amigos y, exactamente como hizo mi abuelo materno cuando llegó a México en1939, me puse a trabajar en Milán en la editorial Feltrinelli, y ahí estuve de 1976 hasta 1982, cuando regresé a México. Fui amnistiado en 1979, sin embargo, no tenía ninguna confianza en esa medida política, de hecho a algunos compañeros que salieron de la cárcel aquí en México, y que con la amnistía se fueron a sus zonas de origen, los asesinó la DFS. Así fue mi última etapa de militancia política y desde entonces me he dedicado a investigar cuestiones relativas a la industria editorial y a formar profesionalmente a las nuevas generaciones; la mejor experiencia fue cuando logré fundar y dirigir la maestría en edición en la Universidad de Guadalajara, con un grupo en esa ciudad y otro en el DF (en la Caniem). Pero bastó que cambiaran de rector en la UdG para que al nuevo no le interesara la maestría; en 1997 me ofrecieron entrar a Planeta como director editorial, y estuve ahí hasta el 2006, cuando volví a trabajar como free lance, y entré a esta universidad [habla de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México]…
GS: … en 2009
JA: en 2007 exactamente, cuando organicé, con Rosina Conde un coloquio de editores en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y empecé a dar como profesor de tiempo parcial algunas clases y en el 2009 me dictaminaron tomando en cuenta casi 40 años de experiencia profesional como editor, y me convertí en profesor-investigador de tiempo completo.
GS: compártenos alguna anécdota sobre la UACM, algo que en todo este tiempo consideres relevante.
JA: una buena experiencia, durante la huelga contra la ex rectora Esther Orozco, cuya administración fue corrupta y negligente, y sobre todo porque si hubiera ganado ella no existiría la licenciatura en creación literaria, pues ella decía que cómo era posible que en una ciudad como la de México hubiera una licenciatura universitaria de este género; un día los compañeros que hacían guardia permanente en el plantel del Valle me permitieron entrar al baño y me llamó la atención el orden y limpieza que mantenían. El baño estaba lleno de letreros de Lenin, de Bertolt Brecht y de otros que hablaban de la higiene y la revolución… incluso entregaron el plantel, al final de la huelga, con ramos de flores y todo. Pertenezco a la generación de 1968 en la UNAM, en donde éramos ¡bastante más salvajes! Me pareció que todos eran muy buenos muchachos.
GS: eres también miembro del Consejo Académico de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), ¿cómo le haces para distribuir tu tiempo entre tantas actividades?
JA: como profesor de tiempo completo tienes un pequeño margen de horas que puedes destinar que a un congreso u otras actividades académicas similares, yo he participado en la Caniem ya desde antes de ingresar a la UACM, en 1990-91 trabajé ahí como gerente de investigación y estadística; tengo 50 años de actividad editorial y en esta ocasión se dio la coyuntura que mi hermano menor era el presidente del consejo directivo de la Caniem (acaba de concluir su periodo), y me invitó a colaborar en esta área que creamos para reformar todos los programas de formación profesional; la beca Grijalbo, el diplomado de libros, etc.; y con un amigo que fue catedrático de derecho de autor en la mencionada maestría en edición de la UdG, José Luis Caballero, cada año (de 2010 a 2015) impartimos en la FIL de Guadalajara un curso de “Negociación de derechos subsidiarios en ferias internacionales”, y lo hemos repetido varias veces en la Cámara; y luego a algunos de los colaboradores internacionales de la maestría, sobre todo los expertos británicos, los he invitado a dar cursos acá (en años pasados estuvieron también en la UACM), y esa es una actividad que está centrada en la formación profesional de editores. ¿Cómo le hago para tener tiempo? Pues trabajando mucho.
GS: para finalizar, no puedo dejar de mencionar que no hay una biografía de Jesús Anaya en el mercado. ¿Has considerado escribirla o dictarla?
JA: eso siempre me preguntan cuándo cuento algunas de estas experiencias… y siempre respondo que por eso me hice editor, para no escribir… De hecho, lo que escribo es acerca de problemas de la industria editorial, formación profesional para editores y libreros y otros temas relacionados, pero nada, digamos, anecdótico. Nunca me he sentido… no he encontrado el enfoque para contar… tendría que ser una especie narrativa de aventuras, como yo digo, de un aventurero con escrúpulos ideológicos.
Entrevista realizada el martes 5 de marzo de 2019.
*Soy un artista visual con especial inclinación por la escultura; soy artesano textil amante de los telares sudamericanos, continúo estudiando y desarrollando habilidades en esta rama en mis momentos de mayor necesidad espiritual. En algún punto me puse a desarrollar software y estudié una ingeniería para vincular la programación con el arte, hasta hoy continúo intentando; también soy estudiante de creación literaria, escribir cuentos es el lugar en donde he encontrado una de las mayores satisfacciones de mi vida. He publicado el poemario En el alambre y el cuentario Puros Cuentos, Vol. 1.