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Un pedacito nomás
Este cuerpo
No puedo tener un hijo. No ahora.
Abrazo la mochila para contener el miedo. En la boca, detrás de la menta, se esconde el eco de las agruras. Una cosa es decir no puedo tenerlo y otra estar en el coche rumbo al hospital. Por eso no hablo, por eso sólo veo el tablero y contengo los pensamientos. Y el aliento. Debo ser valiente, no hacer preguntas, qué pasará conmigo, con mi cuerpo, aguantar, contener. La bolsa es de esas ovaladas que se cuelgan en la espalda. La tela sucia, gastada, toca mi barbilla.
—¿Acabaste la traducción? —Pregunta mamá sin quitar la vista del frente.
—Sí.
Fue un error. Me sobró tiempo y, a pesar de que dormí al punto de escurrir saliva y quedar marcada con las costuras de la colcha, no pude evadirme las veinticuatro horas; desperté y al despertar llegaron los pensamientos y con ellos el agujero entre las costillas.
Abrazo la mochila para contener el miedo. En la boca, detrás de la menta, se esconde el eco de las agruras. Una cosa es decir no puedo tenerlo y otra estar en el coche rumbo al hospital. Por eso no hablo, por eso sólo veo el tablero y contengo los pensamientos. Y el aliento. Debo ser valiente, no hacer preguntas, qué pasará conmigo, con mi cuerpo, aguantar, contener. La bolsa es de esas ovaladas que se cuelgan en la espalda. La tela sucia, gastada, toca mi barbilla.
—¿Acabaste la traducción? —Pregunta mamá sin quitar la vista del frente.
—Sí.
Fue un error. Me sobró tiempo y, a pesar de que dormí al punto de escurrir saliva y quedar marcada con las costuras de la colcha, no pude evadirme las veinticuatro horas; desperté y al despertar llegaron los pensamientos y con ellos el agujero entre las costillas.
A los setenta y cinco
A pesar de que la madrugada te cala en los huesos, sales a la calle.
Decides no ir por este día a cubrir tu turno como empacador en las cajas del supermercado. Sabes que, con todo lo que había pasado el día anterior, es mejor no aparecerte. Te duele, pues en los días que anteceden al fin de año las ganancias del negocio son más jugosas que de costumbre. Los clientes que llevan sus carritos rebosantes de compra en estas épocas traen los bolsillos colmados de aguinaldo y los oídos resonando de frases ridículas del tipo “Regale afecto, no lo compre”, “Abra su corazón esta navidad”, ”Sea un Santa Claus con quien menos tiene”… Es por estos días que los dos o cinco pesos que acostumbran darte por acomodar sus víveres dentro de las bolsas se convierten en diez o veinte pesos que al final de la jornada ya suman unos ochocientos o mil pesos… Bonita cifra para un septuagenario como tú.
Decides no ir por este día a cubrir tu turno como empacador en las cajas del supermercado. Sabes que, con todo lo que había pasado el día anterior, es mejor no aparecerte. Te duele, pues en los días que anteceden al fin de año las ganancias del negocio son más jugosas que de costumbre. Los clientes que llevan sus carritos rebosantes de compra en estas épocas traen los bolsillos colmados de aguinaldo y los oídos resonando de frases ridículas del tipo “Regale afecto, no lo compre”, “Abra su corazón esta navidad”, ”Sea un Santa Claus con quien menos tiene”… Es por estos días que los dos o cinco pesos que acostumbran darte por acomodar sus víveres dentro de las bolsas se convierten en diez o veinte pesos que al final de la jornada ya suman unos ochocientos o mil pesos… Bonita cifra para un septuagenario como tú.
Una de vaqueros
Laura Luna
Mónica Suárez
─La noche en que naciste, te comiste la luna, por eso tienes esos ojos tan grandes─ le había dicho su madre desde niña.
─Ayer volviste a caminar dormida. Te encontré en el patio. Por las noches tendré que echarle llave al zaguán, no te vayas a salir un día y te pase algo. Francamente no sé de dónde sacaste lo sonámbulo: en mi familia no hay ninguno, tampoco en la de tu padre que yo sepa. ¡Y ya ves, todos tus hermanos son normales!
Laura no escuchaba ya la voz de Mercedes, recordaba la enorme masa blanca resbalándose por su cuerpo, el fino polvo húmedo, la claridad azulada componiendo infinidad de nuevas melodías.
─Apúrate con esos platos, no tengo donde poner los otros. ¡Laura! ¿Otra vez soñando despierta? ¡Ay niña, no sé a quién saliste!
Laura podía pasar las noches enteras frente a la ventana abierta de su cuarto mirando el disco de plata, su halo apenas perceptible danzando con suavidad en el fondo azulado, podía sentir aquel cosquilleo que siempre la hacía estornudar.
─Ayer volviste a caminar dormida. Te encontré en el patio. Por las noches tendré que echarle llave al zaguán, no te vayas a salir un día y te pase algo. Francamente no sé de dónde sacaste lo sonámbulo: en mi familia no hay ninguno, tampoco en la de tu padre que yo sepa. ¡Y ya ves, todos tus hermanos son normales!
Laura no escuchaba ya la voz de Mercedes, recordaba la enorme masa blanca resbalándose por su cuerpo, el fino polvo húmedo, la claridad azulada componiendo infinidad de nuevas melodías.
─Apúrate con esos platos, no tengo donde poner los otros. ¡Laura! ¿Otra vez soñando despierta? ¡Ay niña, no sé a quién saliste!
Laura podía pasar las noches enteras frente a la ventana abierta de su cuarto mirando el disco de plata, su halo apenas perceptible danzando con suavidad en el fondo azulado, podía sentir aquel cosquilleo que siempre la hacía estornudar.
El prisionero y el celador
Ël Mördyn
…"Érase una vez un prisionero arrestado injustamente, que deseaba regresar a su hogar. Lo vigilaba un carcelero que había tenido tan pocas cosas, que guardaba en botellas lo que podía: los malos olores de la cocina, las carcajadas de chistes que no entendía, y el saludo del conserje, que era la única persona que lo respetaba.
Ansioso por regresar a su hogar, el prisionero arrestado injustamente, juntó el migajón del pan que le daban, y construyó con él en tres días, una miniatura de su casa. El celador cuando lo descubrió, desmoronó la casa con sus dedos, arrojó los restos a las ratas, y guardó en una de sus botellas, la única torre de migajón que sobrevivió.
Entonces, el prisionero arrestado injustamente, guardó pacientemente los restos requemados de sus alimentos, hasta juntar suficiente para llenar una caja de zapatos, y una noche comenzó a dibujar su hogar en el muro, para regresar a él. A punto de terminar casi al alba, el celador lo descubrió y lo obligó a borrar con su camisa mojada, todo el mural de carbón, y esta vez guardó en una de sus botellas, la mirada desolada del prisionero.
Ansioso por regresar a su hogar, el prisionero arrestado injustamente, juntó el migajón del pan que le daban, y construyó con él en tres días, una miniatura de su casa. El celador cuando lo descubrió, desmoronó la casa con sus dedos, arrojó los restos a las ratas, y guardó en una de sus botellas, la única torre de migajón que sobrevivió.
Entonces, el prisionero arrestado injustamente, guardó pacientemente los restos requemados de sus alimentos, hasta juntar suficiente para llenar una caja de zapatos, y una noche comenzó a dibujar su hogar en el muro, para regresar a él. A punto de terminar casi al alba, el celador lo descubrió y lo obligó a borrar con su camisa mojada, todo el mural de carbón, y esta vez guardó en una de sus botellas, la mirada desolada del prisionero.
Las verdolagas
Elisa Cano
Mi madre tiene una sazón deliciosa. A veces prepara albóndigas con huevo, con caldo de jitomate. Rajas con elote, crema y pollo. Asado de boda: carne de cerdo con chile pasilla y papa. Caldo tlalpeño con bolitas de masa y aguacate. Pero no sé por qué a mí me gusta más ir a comer a la casa del vecino Fermín. Un viejito, de cabello blanco. Solitario. En su casa viven él y su mujer. Pero la señora siempre está tan ocupada limpiando el pasillo, ayudando a las vecinas con los niños pequeños, escuchando los problemas entre los esposos y abriendo la puerta, que el encargado de cocinar en su casa es el marido. El señor tiene como cien años, bueno, tal vez tiene más. Lo único que sé es que él sabe andar por todos lados porque aunque viene del campo, dice que conoce la ciudad como la palma de su mano.
Nuestra casa, está cerca de un bosque. Todas las mañanas Fermín sale a caminar y regresa con un montón de hierbas en su morral. Muchas veces le he preguntado que si puedo acompañarlo, pero dice que soy muy pequeña, que mejor le ayude a mi mamá. Sólo que a mí no me gusta la cocina, prefiero andar detrás de Don Fermín porque él repara las cañerías, corta el pasto y es muy platicador. Nada más que como anda solo todo el tiempo no tiene a quién contarle lo que sabe.
Nuestra casa, está cerca de un bosque. Todas las mañanas Fermín sale a caminar y regresa con un montón de hierbas en su morral. Muchas veces le he preguntado que si puedo acompañarlo, pero dice que soy muy pequeña, que mejor le ayude a mi mamá. Sólo que a mí no me gusta la cocina, prefiero andar detrás de Don Fermín porque él repara las cañerías, corta el pasto y es muy platicador. Nada más que como anda solo todo el tiempo no tiene a quién contarle lo que sabe.
Instinto materno
Lucía Izquierdo
La madre despertó de pronto por el llanto proveniente de la habitación contigua. Estaba ya fastidiada, si alguien le hubiera advertido, es probable que no hubiera tenido a ese engendro. La niña sufría, ella sufría y el cobarde espermático había salido huyendo a penas ver podrido el fruto que engendró.
La madre la toma en sus brazos, finalmente la pequeña no sabe, no entiende, solo sufre. La madre evita mirarla, le duele de sólo verla. Sus musculitos expuestos, su rojo rostro, su piel, si tan solo tuviera piel. Los doctores hablaban de posibilidades máximas de vida, le dieron seis meses, y para el cumplimiento de la sentencia faltaban solo dos semanas, dos semanas y la agonía de ambas terminaría, la madre podría volver a empezar, quizá operarse para evitar traer al mundo otra masa que no deja de llorar.
La madre la toma en sus brazos, finalmente la pequeña no sabe, no entiende, solo sufre. La madre evita mirarla, le duele de sólo verla. Sus musculitos expuestos, su rojo rostro, su piel, si tan solo tuviera piel. Los doctores hablaban de posibilidades máximas de vida, le dieron seis meses, y para el cumplimiento de la sentencia faltaban solo dos semanas, dos semanas y la agonía de ambas terminaría, la madre podría volver a empezar, quizá operarse para evitar traer al mundo otra masa que no deja de llorar.
Lo dispuso la suerte
Rosina Conde
Miguel sintió cómo el color le subió a la cara cuando los dados cayeron sobre el piso, después de esa fracción de segundo que parece eterna. Par de seises. El turno era para él, y miró el revólver sobre la mesa. Sintió un líquido ácido-agridulce subir desde la boca del estómago. Sintió ganas de vomitar. Las manos empezaron a sudarle. Francisco y Pedro voltearon a verlo a la expectativa: era demasiado tarde para echarse atrás. Miguel miró nuevamente el revólver con indecisión.
—¡Ora no nos salgas con que te nos rajas! —reclamó Francisco viéndolo a los ojos.
—¡El que se raja, pierde! —dijo Pedro amenazador.
—Por supuesto que no —contestó Miguel arrepentido tomando el revólver.
—¡Ora no nos salgas con que te nos rajas! —reclamó Francisco viéndolo a los ojos.
—¡El que se raja, pierde! —dijo Pedro amenazador.
—Por supuesto que no —contestó Miguel arrepentido tomando el revólver.
Venus
Marco Antonio Martínez Medina
Era una de esas noches en que el tiempo transcurre más lento de lo normal, el silencio rodeaba la oscuridad, dándole una combinación relajante y hermosa. Ingrid pudo contemplar a Venus brillando reluciente con un azul tan intenso que opacaba la luna amarilla.
Se cubrió el cuerpo con un cobertor, quiso quedarse en el balcón y no dejar de ver el cielo nocturno. Una suave música salía del departamento de su vecino, una tonada que complementaba muy bien a la tranquila noche y hacía a Ingrid sentirse celestial.
Le vino a la memoria su niñez en casa de la abuela, la ausencia de sus padres y la educación que le dieron. Evocó el miedo que tuvo y la culpa que le impregnó la abuela por su primera menstruación. Fue inundada por la memoria de la primera noche con su esposo y el descubrir una parte de ella.
Se cubrió el cuerpo con un cobertor, quiso quedarse en el balcón y no dejar de ver el cielo nocturno. Una suave música salía del departamento de su vecino, una tonada que complementaba muy bien a la tranquila noche y hacía a Ingrid sentirse celestial.
Le vino a la memoria su niñez en casa de la abuela, la ausencia de sus padres y la educación que le dieron. Evocó el miedo que tuvo y la culpa que le impregnó la abuela por su primera menstruación. Fue inundada por la memoria de la primera noche con su esposo y el descubrir una parte de ella.
Mi cumpleaños
Enrique Alducin
Ustedes se fueron dejándote solo. ¿Aguantarás otra noche sin dormir? Estás en la azotea de tu casa. La noche está limpia, pocas veces se ve eso. Esa estrella fugaz que acaba de pasar ya no importa. Eructas un aire nauseabundo al negro cielo. Repites el ritual de todas las noches, desde la primera en que llegaste solo, sin tu esposa, sin tus hijas. Ustedes están allá arriba, en alguna parte. No donde las enterraron. Sí, Ustedes se fueron dejándote solo. Sientes miedo. Un frío recorre tu nuca. ¿Para qué habrán muerto Ustedes? No quieres dormir. Le temes a esa pesadilla. La que empezó aquella noche en que regresaste del panteón a casa. Corres y corres por ese pasillo, y al final de él, junto a las vías, están Ustedes jugando. No logras alcanzarlas. Sigues corriendo, les gritas que no se vayan, que esperen, que también quieres jugar con Ustedes. Desaparecen y terminas debajo de las llantas del Metro.
Para montarse
¿Hacer teatro para qué?
Lucía F. Izquierdo
Quise inaugurar este espacio con una duda que nos hacemos todos los teatreros al momento de aventurarnos en el siguiente proyecto, Quizá antes de responderla sería importante preguntarnos ¿qué es teatro? Pues aunque conserva ciertos parámetros desde su nacimiento, también es cierto que ha vivido serias transformaciones, que ha sido utilizado para propagar la cultura, preservar la memoria respecto a acontecimientos importantes, para dogmatizar, incluso para difundir el idioma, pero siempre conservando la particular misión de entretener.
Entonces ¿Qué es el teatro? Su profundo sentido está enraizado en las sociedades humanas; en palabras de Lorca “Es poesía que se levanta del libro y se hace humana”, incluso, si pensamos en un sentido lingüístico, el mismo vocablo griego drama es sinónimo de acción y actio, el derivado latino es el vocablo de actor, acto o actividad. Entonces el teatro sería un espectáculo en el que seres humanos interactúan para representar una acción.
Entonces ¿Qué es el teatro? Su profundo sentido está enraizado en las sociedades humanas; en palabras de Lorca “Es poesía que se levanta del libro y se hace humana”, incluso, si pensamos en un sentido lingüístico, el mismo vocablo griego drama es sinónimo de acción y actio, el derivado latino es el vocablo de actor, acto o actividad. Entonces el teatro sería un espectáculo en el que seres humanos interactúan para representar una acción.
Amour, ¿una película hanekiana?
Aliber Escobar
Rick Altman subraya que los géneros sólo podrían sufrir cambios significativos si “los críticos y el público concibieran su papel como algo activo y comprometido en vez de tomarlo como algo teórico y objetivo”. Justo a ese espectador responsable es al que ha apelado el cine de Haneke durante décadas, al construir un género para un espectador diferente; por ello se había ganado el rechazo tanto de las masas como de los árbitros del gusto, ya que sus películas resultan muy críticas y violentas tanto para el espectador común como para Hollywood. Sin embargo, recientemente se ha producido un fenómeno tan extraordinario que me ha motivado a realizar este análisis: Haneke se ha vuelto del gusto popular.
La muerte chiquita
Pérdidas
David Huerta
El reino fue perdiéndose a lo largo de los años. Primero llegaron los bárbaros, que no tenían ninguna solución ni trajeron fiesta alguna; únicamente un nuevo estilo de aburrirse y angustiarse y de maltratar a los demás. Luego las crisis económicas, inmensamente aburridas y angustiosas. Más tarde, los desastres naturales.
En clase
David Huerta
Un gorrión cruzó el cielo bajo del salón mientras el profesor hablaba de la redundancia: “Esto nos sirve para evocar la imagen vívida de la existencia humana que debemos al Venerable Beda”, dijo, y un papelito en forma de ave surcó el aire de la clase.
Antes y después de la tormenta
Xhevdet Bajraj
Duermes cansada soñando los días cuando comíamos mitad pan mitad risa
y sobre el cielo diario se colgaba el sol ciego de su propia luz
El aroma de las rosas penetraba por la ventana abierta de la biblioteca
mientras escribía poemas sobre los días que nunca llegaron
Te esperaba con la botella de vino tinto en la mesa
y la vela prendida
sí
el mundo estaba coloreado
Cuando el sol caía como manzana podrida
y las estrellas se prendían alrededor de la madre luna
hacíamos el amor mientras los grillos cantaban
una canción más vieja que la edad humana
y sobre el cielo diario se colgaba el sol ciego de su propia luz
El aroma de las rosas penetraba por la ventana abierta de la biblioteca
mientras escribía poemas sobre los días que nunca llegaron
Te esperaba con la botella de vino tinto en la mesa
y la vela prendida
sí
el mundo estaba coloreado
Cuando el sol caía como manzana podrida
y las estrellas se prendían alrededor de la madre luna
hacíamos el amor mientras los grillos cantaban
una canción más vieja que la edad humana
La rosa
Xhevdet Bajraj
Estoy casi seguro de que
cuando vio al hombre
por primera vez
a la rosa le salieron espinas
cuando vio al hombre
por primera vez
a la rosa le salieron espinas
Papalotes sin dueño
Mitzi Rodríguez Galicia
Aquí sentada, mirando al cielo encontré papalotes sin dueño. Caminé hacia la iglesia, seguí los hilos que guiaban el curso de los cometas, pero el reflejo del sol los confundía con destellos de luz.
Anidan: el Sur
Rolando Robles Figueroa
Enloquezco cuando tu mirada me abarca como la noche,
cuando tus labios capturan el mundo y adquieren forma de uva tus palabras.
cuando tus labios capturan el mundo y adquieren forma de uva tus palabras.
Delirio de lirio
Paola Villaloredo
Se me nublan las palabras
mis ojos no quieren contonearse con tu huida
Debajo de la noche me cobijo de las sombras
En tu boca descanso mis lamentos
Cierro los ojos en tus manos
Los lirios sobreviven en mis brazos de invierno
de perfume sedante
por las oscuras rondas doblan en las esquinas nasales
mis ojos no quieren contonearse con tu huida
Debajo de la noche me cobijo de las sombras
En tu boca descanso mis lamentos
Cierro los ojos en tus manos
Los lirios sobreviven en mis brazos de invierno
de perfume sedante
por las oscuras rondas doblan en las esquinas nasales
Ante la muerte
Paola Villaloredo
A estas alturas no sé si la muerte
nos reinventa
sin embargo se pliega silenciosa en las cavidades del espejo
se sumerge
en gemidos involuntarios
He visto cómo las mujeres
naufragan en el vértigo de la memoria
y los niños despeinan los rincones
escarchados de soledad
nos reinventa
sin embargo se pliega silenciosa en las cavidades del espejo
se sumerge
en gemidos involuntarios
He visto cómo las mujeres
naufragan en el vértigo de la memoria
y los niños despeinan los rincones
escarchados de soledad
Final
José Sánchez
Voy a escribir mil líneas bajo el granizo, pensándote
puede ser un acto del cobarde corazón o la valiente ansiedad
llegaré por el mismo camino, sin seguir tus pasos
por la misma línea de Metro en la que tú nunca transbordas
daré contigo a través de los rastros de tus cerezas.
Cada peldaño de esos estorbosos celadores quitaré
para mantenerte frente a mí, mientras muerdes tentaciones rojas
(saboreando celdas de mezcal).
puede ser un acto del cobarde corazón o la valiente ansiedad
llegaré por el mismo camino, sin seguir tus pasos
por la misma línea de Metro en la que tú nunca transbordas
daré contigo a través de los rastros de tus cerezas.
Cada peldaño de esos estorbosos celadores quitaré
para mantenerte frente a mí, mientras muerdes tentaciones rojas
(saboreando celdas de mezcal).
A prueba y error
Cambios de piel
Hugo Hiriart
La polvareda subiendo en remolino por el camino de tierra, a un lado, la linde de piedras y ahí hileras de magueyes, bajo las ramas barrocas del pirul, las nopaleras escultóricas, y a lo lejos la media esfera siempre luciente de la cúpula de alguna iglesia. ¿Qué más vemos? Atrás de la bardita de piedras, las milpas. ¿Que se mueve ahí? Perros, siempre perros, país de perros, y quizá alguna campesina, que transcurre, con pasos menudos, incansables, alzando un bulto, y concedámoslo: pasa también bajo su inevitable sombrero otro campesino acicateando con una vara al burro cargado que avanza junto a él.
Es México, claro.
Es México, claro.
Una ácida injusticia
René Ostos
Es una verdadera injusticia que siendo uno de los alimentos mexicanos por excelencia no se le dé el lugar que se merece, ni siquiera es considerado una fruta y se le relega a la sección de verduras en los mercados y supermercados. No es el aguacate, tampoco el chayote y menos el chile, porque el chile siempre ha estado en boca de todos los mexicanos; en la comida es alabado como ingrediente esencial de las salsas; en el lenguaje coloquial, nos referimos a él cuando hablamos con la pura verdad; y en los deportes, hasta ha sido mascota de la selección.
No, amigos, de quien hablo es de un olvidado, un paria, que sin su amargo sabor, la vida del mexicano no sería la misma: el limón.
No, amigos, de quien hablo es de un olvidado, un paria, que sin su amargo sabor, la vida del mexicano no sería la misma: el limón.
Humaredas y cenizas de la depresión
Carmen Ros
Esta mañana Sergio me despidió desde la puerta. Qué cara traía, ésa, la que me choca cuando se la pone más de dos días. El fastidio, la amargura y la derrota en su rostro. En el coche seguí pensando en Sergio, también en Agustina y Tito, unos compañeros de la universidad; los dos son maestros. Los tres están deprimidos. El psiquiatra diagnosticó a Agustina una depresión clínica. Tito no tiene más diagnóstico que el suyo, pero no hay modo de objetarlo: qué gesto de desolación, qué poco latido en el ánimo. Agustina está tomando Prozac, el soma de la felicidad que vaticinó Aldous Huxley. Cuánta gente deprimida, le comenté a una secretaria de la universidad. “Yo soy espiritualista, voy a un templo, ahí ayudan mucho en cualquier tipo de enfermedad, más a la gente deprimida”, me contestó inflando sus mejillas de por sí abundantes.
Tiene su chiste
El equilibrista
Teresa Dey
El equilibrista pone el pie sobre el alambre. Da un paso, viene vestido de rosa, las medias demasiado grandes se le arrugan a la altura del tobillo, se mece a cada tranco, como dando paso a una pirueta, al llegar al centro levanta la pierna, acerca la mano a la punta del pie derecho. Se saca la zapatilla y comienza a tirar de la media, plantado inestable el pie izquierdo sigue el movimiento de la soga; vacío a los lados, abajo vacío también.
Vanidad
Elsa Fujigaki
Qué agradable! Hacía mucho tiempo que nadie la ayudaba a vestirse ni las manos femeninas la tocaban con tanta delicadeza. La mañana era soleada y el movimiento de las mujeres a su alrededor semejaba un revoloteo de calandrias. Recordó el día de su boda, cuando todos se esmeraban en complacerla.
Soldados limpios
José Sánchez
—Baje del auto por favor.
— ¿Qué ocurre oficial?
—Esto es un retén, ¿qué cree que ocurre? Buscamos droga.
— Le aseguro que sólo voy de vacaciones.
—Cállese y dígale a sus rinocerontes morados que se bajen, también tengo que inspeccionarlos.
— ¿Qué ocurre oficial?
—Esto es un retén, ¿qué cree que ocurre? Buscamos droga.
— Le aseguro que sólo voy de vacaciones.
—Cállese y dígale a sus rinocerontes morados que se bajen, también tengo que inspeccionarlos.
Vacía
Grecia Reyes
La pared que miras está gastada, conoces de memoria cada figura hecha por las cuarteaduras de humedad. Ahí, hincada en esa banqueta, has visto pasar toda clase de pies desnudos, cubiertos de tierra. Lleve sus jarrones, les dices. Atraes la atención de algunas manos.
Yehualiztli
Armando Alanís
Cerro de origen volcánico. Tenía un hermoso cráter. Su nombre en náhuatl significa “lugar redondo”. Está situado en Tezonco, “el lugar del tezontle”, uno de los dieciséis pueblos originarios de Iztapalapa.
Su disminuida falda aún reverdece por uno de los costados como negándose a morir. El resto es una pendiente rojiza, casi vertical.
Provista de maquinaria pesada con cucharas de hierro, dentadas, la compañía constructora realiza su lenta pero inexorable labor. Las máquinas no se ven desde lejos porque las oculta una tapia; sólo a veces aparece una a la mitad del cerro, detenida en un saledizo igual que una cabra desbalagada. ¿Cómo ha logrado trepar hasta ahí?
Su disminuida falda aún reverdece por uno de los costados como negándose a morir. El resto es una pendiente rojiza, casi vertical.
Provista de maquinaria pesada con cucharas de hierro, dentadas, la compañía constructora realiza su lenta pero inexorable labor. Las máquinas no se ven desde lejos porque las oculta una tapia; sólo a veces aparece una a la mitad del cerro, detenida en un saledizo igual que una cabra desbalagada. ¿Cómo ha logrado trepar hasta ahí?
La intención es lo que cuento
René Ostos
Pensaba escribir algo muy ingenioso...
Con la misma tonada
Tratado IV (apócrifo) del Lazarillo de Tormes
René Ostos
“Hube de buscar el cuarto, y éste fue un fraile de la Merced, que las mujercillas que digo me encaminaron; al cual ellas llamaban pariente, gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitas, tanto que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento. Éste me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida, más no me duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Y por esto y” la aventura que voy a relatar, salí de él.
Huelgo de contar a vuestra merced, que dicho fraile apreció en mí buen mozo y llevome con él a sus andadas. Era muy dado en chirlería y por doquiera que llegábamos, hacíase amigo de las señoras, las hacía reír a carcajadas y hacíales no sé qué señas y guiños que pronto le invitaban a pasar a sus casas y presto me decía — Quédate aquí y avísame si ves a algún hidalgo acercarse.
Huelgo de contar a vuestra merced, que dicho fraile apreció en mí buen mozo y llevome con él a sus andadas. Era muy dado en chirlería y por doquiera que llegábamos, hacíase amigo de las señoras, las hacía reír a carcajadas y hacíales no sé qué señas y guiños que pronto le invitaban a pasar a sus casas y presto me decía — Quédate aquí y avísame si ves a algún hidalgo acercarse.
¡Éntrale, maestro!
La lengua del cuarto mundo
Iván Peñoñori
El arte del siglo XX, escribe Eduardo Grüner, es un “campo de batalla y un experimento antropológico. En él se juega el combate por las representaciones del mundo y del sujeto”. Ese combate, “no podría dejar de ser político”. La literatura, entonces, se hace en “lo político”, no tanto porque vislumbre a través del gesto un cambio extratextual, sino porque reconoce que es en esa retórica donde se activan los mecanismos de las pasiones ficcionales modernas, “los vínculos del sujeto con la polis”, “con su lengua y su cultura”. Pero, ¿cuál es la lengua de la polis?; y en todo caso, ¿cuál sería la lengua supeditada al cuarto mundo?; y más aún: ¿cuál sería la lengua de un sujeto periférico y fracturado, roto y puesto en duda como totalidad, como entidad? La identidad, lo idéntico a uno, lo uno en sí, en la novela El cuarto mundo, de la escritora chilena Diamela Eltit, se desdibuja hasta devenir rastros afectivos, huellas semánticas, fluidos endémicos: “era mi padre quien le transfería sus propios deseos” o “recibí el sueño de mi madre de forma intermitente”.
Lenguaje, mímesis y originalidad en Danlalalán
René Ostos
En Danlalalán se aprecia con claridad la participación de un narrador omnisciente con deslizamientos hacia las perspectivas de los personajes, de este modo se construye la realidad de la novela, pues “vemos” el mundo como ellos lo ven y, es el lenguaje y visión del mundo propia de estos personajes, habitantes del campo brasileño, donde se manifiesta la originalidad de la obra, pues si bien es cierto que la figura del avec no es, para el tiempo en que se publicó la novela, un recurso novedoso, es en la mirada de los personajes mencionados donde radica la particularidad del relato.
Tirando letras
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Antisemitismo y literatura
David Huerta
El maestro y poeta David Huerta nos platica sobre los orígenes del antisemitismo en la literatura en español.
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Literatura y filosofía
Enrique Dussel y Paco Ignacio Taibo II
El filósofo Enrique Dussel y el escritor Paco Ignacio Taibo II en un mano a mano sobre filosofía y literatura, en el marco de la primera Feria del Libro de la UACM.
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Diez mil venados
Emiliano Aréstegui
Este poema da nombre al libro con el que Emiliano Aréstegui ganó el Premio Internacional de Poesía "Gilberto Owen" en el año 2011.
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MaldonadoEmiliano Aréstegui
"El Quizás no
El Quizá Es el pueblo donde mi abuela parió a mí madre Yo nací en Maldonado Luego me llevaron con mi abuela Cuando mi madre se fue pa´l norte Mi abuela dice que no está muerta Porque no la ha soñado Ni los perros le han acarreado carroña" |
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