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Una de vaqueros
El infierno son los otros
Francisco Benavides Pérez
Apenas daba inicio la segunda escena cuando comenzó a sentir que todo le daba vueltas. Cientos de pares de ojos lo miraban desde las butacas y él no era capaz de ver un solo rostro. Los reflectores ámbar lo cegaban, el atuendo ceñido le cortaba la respiración. Tras bambalinas, la tensión aumentaba. Luis Fernando parecía tener, si no memoria fotográfica, al menos una muy por encima del promedio. Con la seguridad que lo caracterizaba, se levantó del canapé verde espinaca y acarició el rostro de la estatua color bronce que se erguía justo en el centro del escenario. Mientras pasaba sus manos por la superficie de la figura, miró al camarero al costado, ajustándose el corbatín y a punto de entrar a escena. El momento se prolongaba, Luis Fernando se volvió hacia el camarero, que ahora parecía buscar algo en las bolsas del pantalón y su entrada al escenario había pasado a segundo plano. Los ojos del actor se anclaron en el rostro de cartón, miraba la escultura mientras escudriñaba sus bolsas. Luis Fernando en el volvió a pasar sus manos sobre la efigie, creyendo ganar tiempo. El camarero no entraba a escena. ¿Había olvidado su parte?
Algunos sacrificios
Hace tiempo que evita pasar frente a una zapatería, y es que hacerlo le trae malos recuerdos.
Caminaba por las céntricas calles de la ciudad, se detuvo frente al aparador de una tienda de calzado. El motivo: unas botas largas, negras, apeluchadas, de esas que se andan usando y que hacen que uno se pregunte ¿dónde fue la nevada? Las miró fascinada, se veía con ellas puestas. Pero casi se cayó del viaje al saber el precio, 800 pesos costaban sus botas de ensueño. Para sus 450 pinches pesos de sueldo semanal, era como mentarle la madre.
Caminaba por las céntricas calles de la ciudad, se detuvo frente al aparador de una tienda de calzado. El motivo: unas botas largas, negras, apeluchadas, de esas que se andan usando y que hacen que uno se pregunte ¿dónde fue la nevada? Las miró fascinada, se veía con ellas puestas. Pero casi se cayó del viaje al saber el precio, 800 pesos costaban sus botas de ensueño. Para sus 450 pinches pesos de sueldo semanal, era como mentarle la madre.
Comodidad
Alejandro Bejarano
Las luces de la calle se deforman conforme las gotas de lluvia nocturna van siendo aplastadas sobre el parabrisas. Amanda, resignada, conduce entre una multitud de autos que avanzan con lentitud por un congestionado camino; piensa que la avenida parece la vena de algún gordo al borde del infarto. Sonríe.
Diana viene en el asiento del copiloto, mira por el cristal a un perro caniche que viaja en otro auto y que asoma la cabeza por un hueco en la ventanilla sin que le importe mojarse. Desde que Amanda pasó a recogerla al trabajo han intercambiado, quizá, un par de palabras. No están enojadas, simplemente las cosas son así desde hace algún tiempo: hablan sólo lo necesario.
Diana viene en el asiento del copiloto, mira por el cristal a un perro caniche que viaja en otro auto y que asoma la cabeza por un hueco en la ventanilla sin que le importe mojarse. Desde que Amanda pasó a recogerla al trabajo han intercambiado, quizá, un par de palabras. No están enojadas, simplemente las cosas son así desde hace algún tiempo: hablan sólo lo necesario.
La vieja doña Mercedes
Antonio León
Leí tu carta hace unas semanas. Lamento que hasta hoy pueda escribirte. Pero, he tenido que meditar lo que quiero contarte. ¡Si, ya sé que no deseas que te dé respuestas y soluciones a las cosas que me cuentas! Aunque debes saber que tus tomentosos sueños tienen mucha relación con algunas visiones que quedaron grabadas en mi mente desde que tenía seis años. Tal vez, sin que mi madre y yo lo notáramos, tú escuchaste lo que le conté, y algo que me sorprende, querida hermana, es que lo hayas retenido siendo que apenas ibas a cumplir dos años.
Dalima
Karla Montalvo
Dalima tenía diecinueve años cuando su pueblo se llenó de "sís". Sí, al plan de aparecer en el mapa, sí a la transición, a la soberanía; sí al reconocimiento de los del Sur. Era 1970 y, en medio de esa alegría, la joven no pudo negarse a Jaso y a la propuesta de un huerto y varios hijos.
Durante once años Dalima fue paciente. No se quejó porque su esposo tardó en terminar la casa, no se desanimó cuando en el jardín —el de atrás, al fondo— no se dieron las flores amarillas, tampoco lloró durante el tiempo que no pudo embarazarse. Para cuando los del Oeste y los del Sur comenzaron la guerra, ella tenía dónde vivir, cultivar, y amamantaba a Nadín.
Durante once años Dalima fue paciente. No se quejó porque su esposo tardó en terminar la casa, no se desanimó cuando en el jardín —el de atrás, al fondo— no se dieron las flores amarillas, tampoco lloró durante el tiempo que no pudo embarazarse. Para cuando los del Oeste y los del Sur comenzaron la guerra, ella tenía dónde vivir, cultivar, y amamantaba a Nadín.
La grieta de Edén
Carmen Ros
¿Qué hay detrás de las cordilleras de Edén?
Se respondería pronto, para eso había escalado por el verdor mullido que se extendía sobre las rocas y las colinas que guarnecían el valle de vergeles, bosques y lagunas. Desde esa ladera alcanzaba a escuchar los gritos de Adán buscándola. No tardaría en descender, la meta estaba ya a pocos pasos. El ascenso había sido fatigoso apoyándose en piedras y sujetándose de ramas. Por fin se detuvo.
Se respondería pronto, para eso había escalado por el verdor mullido que se extendía sobre las rocas y las colinas que guarnecían el valle de vergeles, bosques y lagunas. Desde esa ladera alcanzaba a escuchar los gritos de Adán buscándola. No tardaría en descender, la meta estaba ya a pocos pasos. El ascenso había sido fatigoso apoyándose en piedras y sujetándose de ramas. Por fin se detuvo.
Marina
Rosina Conde
Concebida en la humedad del vientre de su madre, Marina creció recia, voluptuosa y suavemente alegre y apacible, así que no le intimida rugirles a la luna y las estrellas ni silenciar a la noche con su canto. Con esas cualidades, son muchos los que se aventuran a tratar de seducirla y perpetuar su nombre al conquistarla; ínclitos poetas, gloriosos escritores, valientes marineros y aguerridos soldados han penetrado las profundidades de su nombre: Homero, Melville, Coleridge, Hemingway, Iron Maiden... ¡Quién no ha nadado en las ondas aguas de Marina!
Los neófitos
Armando Alanís
Un bar de la zona de tolerancia de una ciudad de provincia. En una mesa que está a la orilla de la pista de baile, hay dos hombres y dos mujeres. Los hombres se llaman Bernardo y Martín, son primos. El primero tiene veinte años y el segundo dieciocho. Las mujeres no tienen nombre ni edad.
Echándoles una rápida mirada, se diría que es la primera vez que Bernardo y Martín están en ese lugar, pero no es así.
Echándoles una rápida mirada, se diría que es la primera vez que Bernardo y Martín están en ese lugar, pero no es así.
Urbe
José Sánchez
Los hechos comienzan en Egipto ¿Sabías que en el libro de los muertos se indican ciertos procesos que practicaban los médicos hace siglos? Entre ellos, se cuenta el de la trepanación. Sí, en ocasiones era necesario abrir el cuerpo de los enfermos para poder extraer los males, el trepanador real se encargaba de los casos más complejos; por supuesto, la mayoría de las personas que llegaban con él, terminaban en la tumba. Sin embargo, había excepciones y el moribundo era salvado.
Ahora imagina a un moribundo de esa época sin haber sido tratado con los anestésicos modernos; imagínalo ser cortado por un cuchillo, mientras percibe en su enfermo cuerpo cada centímetro del dolor aún después de los cortes. El siguiente procedimiento era la extracción de las partes insanas. Parece doloroso, ¿verdad?
Ahora imagina a un moribundo de esa época sin haber sido tratado con los anestésicos modernos; imagínalo ser cortado por un cuchillo, mientras percibe en su enfermo cuerpo cada centímetro del dolor aún después de los cortes. El siguiente procedimiento era la extracción de las partes insanas. Parece doloroso, ¿verdad?
Sarajevo instamatic
Isaí Moreno
Mil geografías para una ciudad
A una hora de Roma, en plenos Balcanes, se llega a Sarajevo sobrevolando Split (ciudad con arcos antiguos entre los que se abre paso gente con atuendos modernos, multicolores). Puede pasarse por Mostar (ciudad con arcos y puentes que rememoran el tiempo), o por Kladanj. Las luces de la ciudad, igual que luciérnagas, puntúan la oscuridad con mayor brillo que las estrellas del cielo bosnio: tal es la impresión del turista que llega de noche a los alrededores de Sarajevo.
A una hora de Roma, en plenos Balcanes, se llega a Sarajevo sobrevolando Split (ciudad con arcos antiguos entre los que se abre paso gente con atuendos modernos, multicolores). Puede pasarse por Mostar (ciudad con arcos y puentes que rememoran el tiempo), o por Kladanj. Las luces de la ciudad, igual que luciérnagas, puntúan la oscuridad con mayor brillo que las estrellas del cielo bosnio: tal es la impresión del turista que llega de noche a los alrededores de Sarajevo.
La muerte chiquita
Acerca del cuerpo (poema en prosa)
David Huerta
Tantos discursos, tratados, disertaciones y hasta novelas y poemas sobre el cuerpo… “¿Lo entiendes? ¿Los entiendes?” —le pregunto al asediado cuerpo. Me responde con una serie de gruñidos que deberé interpretar: flatulencias, eructos, carraspeos, tartamudeces, suspiros y chasquidos, largas manifestaciones sonoras de esputo y de ronquera.
Apuntes para novela (poema en prosa)
David Huerta
Cuenta los datos y describe los rostros. No te detengas
en las encrucijadas. Vuélvete a las arenas del Líbano. Retorna a
Heidelberg, a ver los fuegos artificiales mientras te desangrabas por
dinero y para darle de comer a una mujer que no quería siquiera
dirigirte la palabra. Regresa a Nueva York, a esa casa de la calle
ciento y tantos donde pudiste ver el cuerpo desnudo de una delgadísima
muchacha dominicana que te enseñó maneras inimaginables de estar dormido
y de estar despierto.
Las palomas y la muerte
Xhevdet Bajraj
Alcanzadas por escopetas de caza
tres palomas cayeron a tierra
la bandada continuó no obstante su vuelo...
tres palomas cayeron a tierra
la bandada continuó no obstante su vuelo...
Ignamé
Emiliano Aréstegui
Quiero verte correr desnudo
gritándole al aire que estás vivo
Yo quiero...
gritándole al aire que estás vivo
Yo quiero...
Armonía
Abril Albarrán
La armonía que anhelo
en el destierro sordo
de mi interior
dispara las palabras
que me dibujan
en la realidad.
en el destierro sordo
de mi interior
dispara las palabras
que me dibujan
en la realidad.
Una Rosa
Abril Albarrán
I
Del pavimento
recojo una rosa
y de sus pétalos
se desprende
como vuelta de hoja
en espirales
la memoria.
Del pavimento
recojo una rosa
y de sus pétalos
se desprende
como vuelta de hoja
en espirales
la memoria.
Parece
Paola Villaloredo
Parece que estamos parados en cascarones de hojalata
con los ojos desteñidos
y en la boca más de diez p.u.n.t.a.d.a.s
Estamos envueltos en lencería barata
la sospecha es sólo parte del juego
se deforma el cielo de estrías pecadoras
La acción televisiva perfora los oídos
no se desata la prudencia
con los ojos desteñidos
y en la boca más de diez p.u.n.t.a.d.a.s
Estamos envueltos en lencería barata
la sospecha es sólo parte del juego
se deforma el cielo de estrías pecadoras
La acción televisiva perfora los oídos
no se desata la prudencia
Crónica del cuerpo
Marina Bathory
Las paredes son cálidas
Gracias al fuego de nuestros dedos.
Puedo cerrar los ojos
Pero es más excitante ver las estrellas
Nadando en tu mirada.
Gracias al fuego de nuestros dedos.
Puedo cerrar los ojos
Pero es más excitante ver las estrellas
Nadando en tu mirada.
Exhalación
Marina Bathory
El corte es perfecto
Ante el suicida
Colgando en la fisura
De su cuerpo.
Ante el suicida
Colgando en la fisura
De su cuerpo.
Estado naciente
Valentín Arcadio
La enfermedad trepa, trepa, se mueve. En la enfermedad se reza, se pide. Se habla con la nada.
Kilos sobre la espalda y sombras sobre los sueños.
Enfermaste ciudad. Enfermaste en el camino entre sombras y lunas nuevas. El susto creció en una avalancha de miradas. Varada en tu casa, en tu cama, varada en tu propio cuerpo.
Kilos sobre la espalda y sombras sobre los sueños.
Enfermaste ciudad. Enfermaste en el camino entre sombras y lunas nuevas. El susto creció en una avalancha de miradas. Varada en tu casa, en tu cama, varada en tu propio cuerpo.
D.F.
Valentín Arcadio
El DF
una pesadilla
Mándalas en su cielo y veneno en sus mandíbulas
Las sombras ya no se aguantan las ganas de vivir
los vivos ya no se aguantan las ganas de morir
una pesadilla
Mándalas en su cielo y veneno en sus mandíbulas
Las sombras ya no se aguantan las ganas de vivir
los vivos ya no se aguantan las ganas de morir
Bajo el laurel
Rolando Robles Figueroa
Bajo el laurel que esculpe la sombra del cansancio
pienso en ti:
miro la nevada horizontal del crepúsculo
y su tristeza curva;
la plaga del aire que va
de rama en rama, sepultándose;
la voz que a lo lejos
se esconde en tu aliento;
la huella del sol que muerde mi herida.
pienso en ti:
miro la nevada horizontal del crepúsculo
y su tristeza curva;
la plaga del aire que va
de rama en rama, sepultándose;
la voz que a lo lejos
se esconde en tu aliento;
la huella del sol que muerde mi herida.
A prueba y error
Juventud, divino tesoro
Hugo Hiriart
En el prólogo a un libro de textos literarios de muy jóvenes autores, todos estudiantes, me permití hacer estas apreciaciones:
Estableció el maestro Zeami, monje japonés creador del elegantísimo teatro Noh, que la flor del teatro, o absoluta perfección escénica, aparece cuando se juntan en la representación dos cosas: por un lado frescura, por otro, maestría. La reunión de ambas cualidades engendra, aunque sea por un momento, la impecabilidad de la hermosura.
Estableció el maestro Zeami, monje japonés creador del elegantísimo teatro Noh, que la flor del teatro, o absoluta perfección escénica, aparece cuando se juntan en la representación dos cosas: por un lado frescura, por otro, maestría. La reunión de ambas cualidades engendra, aunque sea por un momento, la impecabilidad de la hermosura.
Tiene su chiste
Urbanidad
Elsa Fujigaki
La mujer observaba al hombre que, sin levantar la vista del corazón de filete, explicaba las condiciones del préstamo. Permanecía callada; jugueteaba con el cuchillo colocado junto a su plato vacío. Intentaba calcular los intereses que debía pagar pero la distraía el olor a carne sangrante; el aroma azuzaba su hambre de varios días. Intentó protestar por el abuso. El prestamista hizo una mueca de desprecio, sacó un sobre con dinero, lo puso sobre la mesa, y trinchó un bocado.
¡Éntrale, maestro!
Maupassant y el despojo del destino
Héctor Cisneros
“El hombre es arquitecto de su propio destino,” podríamos resumir el giro que, con el Renacimiento, puso al hombre en el centro del universo. El hombre dejó de ser una mezcla de humores que escanciaban los dioses griegos o un simple instrumento de la Providencia medieval. Es más, con la revolución de la industria, se convirtió en una voluntad congruente y unificada para dominar a la naturaleza, lo de fuera. El hombre pretendía construirse, a base del trabajo, un destino que apuntaba a la prosperidad. Pero en la segunda mitad del siglo XIX, mientras el doctor Jean Charcot se hundía en los insomnios de la hipnosis con su estudiante Sigmund Freud, Guy de Maupassant ya sospechaba que el enemigo, aquél que nos impide forjarnos el destino deseado, está dentro de nosotros.
Tirando letras
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Mi tema
Enrique González Rojo Arthur
En este poema, el maestro nos habla del protagonista escencial de todas sus obras.
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En el principio era el gerundio
Enrique González Rojo Arthur
“El gerundio se ubica entre el pretérito y el futuro como el pecado entre la excitación y el remordimiento”.
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Universal
Abril Albarrán
"Soy nigeriana y boliviana, nací en Indonesia, respiro en Rusia".
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