|
Una de vaqueros
La promesa
Rafael Hernández Barba
Era fin de semana y debería haber un par de médicos responsables, pero esa noche, al único titular le cayó una antigua amiga de la Procuraduría y se lo llevó a tomar unos tragos. El legista titulado dejó al practicante como encargado del lugar tan sólo con un no me tardo.
Una vez solo, el muchacho fue directo a la plancha de necropsias, donde acababan de depositar el cadáver de una mujer joven hacía unos minutos. Se disponía a preparar el cuerpo para que el legista titular procediera con la necropsia de ley a su regreso. Con las tijeras en la mano para cortar sus prendas, la miró con una mezcla de incomodidad y asombro. Respiró profundo, retiró el vestido. Luego pasó su palma por la espalda de ella. —¿Me permites?— se sonrojó al reparar que le hablaba a la muerta.
Una vez solo, el muchacho fue directo a la plancha de necropsias, donde acababan de depositar el cadáver de una mujer joven hacía unos minutos. Se disponía a preparar el cuerpo para que el legista titular procediera con la necropsia de ley a su regreso. Con las tijeras en la mano para cortar sus prendas, la miró con una mezcla de incomodidad y asombro. Respiró profundo, retiró el vestido. Luego pasó su palma por la espalda de ella. —¿Me permites?— se sonrojó al reparar que le hablaba a la muerta.
Cotard
Me es difícil aceptarlo, aunque la angustia que sentía ha disminuido, la sensación no se ha ido por completo. ¿Cómo saber si desperté de la pesadilla o sigo en ella?
Trabajaba como cuidador en la morgue de un pequeño hospital privado, era un trabajo sencillo: se trataba de recibir, cuidar y dar salida a los cuerpos que llegaban. Pese a la monotonía, el frío y el continuo olor a desinfectante, me resultaba agradable estar ahí.
En una ocasión, me recosté un poco sobre el escritorio y me quedé dormido. Me despertó el timbre de la puerta. Era un camillero que traía otro cuerpo. Lo puso sobre una de las planchas y abrió la bolsa para que yo pudiera ver. “Masculino. 87 años” decía la etiqueta.
Trabajaba como cuidador en la morgue de un pequeño hospital privado, era un trabajo sencillo: se trataba de recibir, cuidar y dar salida a los cuerpos que llegaban. Pese a la monotonía, el frío y el continuo olor a desinfectante, me resultaba agradable estar ahí.
En una ocasión, me recosté un poco sobre el escritorio y me quedé dormido. Me despertó el timbre de la puerta. Era un camillero que traía otro cuerpo. Lo puso sobre una de las planchas y abrió la bolsa para que yo pudiera ver. “Masculino. 87 años” decía la etiqueta.
La muerte después de la muerte
David Schmidt
Me despierto y veo mi reflejo en el techo pulido. Estoy acostado sobre una mesa metálica y fría. Veo las mismas cejas pobladas, los labios gruesos, el bigote negro...y un charco de sangre debajo de mi cabeza.
¿Cómo llegué aquí?
Veo una serie de mesas grisáceas e idénticas a mi alrededor. A mi izquierda, un bulto yace sobre una de ellas, debajo de una lona color azul. Más allá está la puerta de entrada, iluminada por un parpadeante letrero de neón rojo. No alcanzo a leer su texto. A mi derecha, un joven absurdamente obeso, de barbas mal distribuidas y cabello grasiento, hojea los expedientes de su escritorio. Las luces fluorescentes le iluminan la cara rojiza y llena de barros.
¿Cómo llegué aquí?
Veo una serie de mesas grisáceas e idénticas a mi alrededor. A mi izquierda, un bulto yace sobre una de ellas, debajo de una lona color azul. Más allá está la puerta de entrada, iluminada por un parpadeante letrero de neón rojo. No alcanzo a leer su texto. A mi derecha, un joven absurdamente obeso, de barbas mal distribuidas y cabello grasiento, hojea los expedientes de su escritorio. Las luces fluorescentes le iluminan la cara rojiza y llena de barros.
Límites
David Rubio Esquivel
Lo sé, sonará macabro, y probablemente lo es, pero he aquí mi confesión: me gusta besar a los muertos. Que mi trabajo esté en la morgue sólo es una afortunada coincidencia que me deparaba el heredar el negocio familiar. Cuando niño miraba pasar los cadáveres frente a mí en las camillas que papá usaba para transportarlos: mujeres, viejos, hombres y niños sin vida, inmutables, sumidos en el profundo sueño de la muerte, por siempre. Papá me enseñó qué era lo que debía hacer con los cuerpos. Esto es para rellenarlos, decía señalándome una pila de algodón blanco, pero primero debes aprender a desangrarlos, quitarles los órganos restantes, limpiarlos, afeitarlos… La lista de deberes seguía, interminable, pero con el tiempo aprendí la importancia de cada paso, llegando a manejar con completa exactitud mi labor de embalsamador.
La muerte chiquita
Sin
Se abre la puerta de metal
su peso lento
frena toda la sangre
el tiempo se derrapa
se topa con el aire sin pulmones
hace una guardia obscura
que ciñe la quietud de este nadie desnudo
las manos caen marchitas
como pequeños pulpos deslavados
anémonas sin danza
su peso lento
frena toda la sangre
el tiempo se derrapa
se topa con el aire sin pulmones
hace una guardia obscura
que ciñe la quietud de este nadie desnudo
las manos caen marchitas
como pequeños pulpos deslavados
anémonas sin danza
Escala
Una ventana
clausura la inconsciencia colectiva
Un portal
traspasa al sitio del penúltimo reposo
Una mesa
despoja el último indicio de calor
Una lámpara
penetra las pupilas sin brillo
clausura la inconsciencia colectiva
Un portal
traspasa al sitio del penúltimo reposo
Una mesa
despoja el último indicio de calor
Una lámpara
penetra las pupilas sin brillo
Necrófilo
OsAR
En esta vieja morgue que guarda las cadencias del silencio
ahí, ahíto me descubro bajo la atracción morbosa por la muerte.
En esta sucia morgue llena de neófitos encausados a las Parkas
ahí, atestado de lujuria, lubrico la espada a la vaina.
En esta sucia morgue apartada del ojo de Horus
ahí, empalmo mi sexo a la Dama Inmóvil
descuartizo la pureza del deudo.
En esta sucia morgue llena de mariposas tuertas
ahí, vacío mi semilla en cantaros inhabitados.
ahí, ahíto me descubro bajo la atracción morbosa por la muerte.
En esta sucia morgue llena de neófitos encausados a las Parkas
ahí, atestado de lujuria, lubrico la espada a la vaina.
En esta sucia morgue apartada del ojo de Horus
ahí, empalmo mi sexo a la Dama Inmóvil
descuartizo la pureza del deudo.
En esta sucia morgue llena de mariposas tuertas
ahí, vacío mi semilla en cantaros inhabitados.
Así fue
Crónica de una morgue vedada
El día que me tocó hacer una crónica sobre la morgue, estuve a punto de mentir y decirles a mis compañeros que me había tocado escribir un cuento. Aunque enseguida pasaron por mi mente todas las series policiacas que he visto, tenía una vaga idea de cómo es ese lugar. Así que me puse a investigar en internet para saber más acerca del tema, y me di cuenta que no sabía nada. Los videos y fotografías fueron tan explícitos que me hicieron tener pesadillas durante varias noches.
Tiene su chiste
Fe
Una mujer busca a su esposo en la morgue, y aunque su familia le asegura que el señor está vivo...
A prueba y error
Un cuarto frío
Hace más de una década que murió mi abuelo: dejó de respirar en un hospital particular de la colonia Roma, Ciudad de México, un domingo en la madrugada. Debido a estas circunstancias la entrega del cuerpo tardo más de lo esperado, pues conseguir el dinero para liquidar el adeudo en la clínica, con los bancos cerrados y la burocracia tramitológica en la que estamos sumergidos, morirse en domingo resulta una muy mala idea. A medio día de ese domingo por fin fue posible recaudar los requisitos para liberar el cadáver de mi abuelo –es extraño hablar de la libertad de un muerto–, aún así, se presentaba una última complicación: el cuerpo no podría ser entregado sin una canastilla especial que se usa para trasladar muertos, cosa que el servicio funerario y el hospital no tenían.
La reseña
La vida de los otros
Señas particulares, libro de la periodista y escritora Josefina Estrada, relata la experiencia de la autora en el Servicio Médico Forense (SEMEFO) de la Ciudad de México.
Al principio la narración desconcierta, pues describe detalladamente lugares como la morgue, la fosa común y el anfiteatro, sitios que debido a la carga de dolor y sordidez que evocan, suelen mencionarse únicamente como puntos de referencia en una narración. Es por esa razón que tuve el impulso de dejar la lectura para otro momento, me daba miedo enfrentarme con lo que ahí se contaba; sin embargo, seguí leyendo: “Sin duda, es un acto de piedad sepultar a un ser humano. Pero echarlos desnudos, sin mortaja es rotular su anonimato y soledad. Cierto, nacemos desnudos, pero ser aventados a la fosa sin prenda, ataúd o lienzo que nos cubra es amargo”. Cuando llegué a este párrafo, que resume uno de los temas centrales del libro, ya no pude abandonar la lectura.
Al principio la narración desconcierta, pues describe detalladamente lugares como la morgue, la fosa común y el anfiteatro, sitios que debido a la carga de dolor y sordidez que evocan, suelen mencionarse únicamente como puntos de referencia en una narración. Es por esa razón que tuve el impulso de dejar la lectura para otro momento, me daba miedo enfrentarme con lo que ahí se contaba; sin embargo, seguí leyendo: “Sin duda, es un acto de piedad sepultar a un ser humano. Pero echarlos desnudos, sin mortaja es rotular su anonimato y soledad. Cierto, nacemos desnudos, pero ser aventados a la fosa sin prenda, ataúd o lienzo que nos cubra es amargo”. Cuando llegué a este párrafo, que resume uno de los temas centrales del libro, ya no pude abandonar la lectura.
Por si fuera poco
Manita de gato
Tengo 37 años. Para ejercer mi trabajo tuve que estudiar la preparatoria junto con el curso de técnico-embalsamador en el Politécnico. Llevo 19 años en la empresa, 10 como técnico embalsamador. Estoy aquí por accidente: en una ocasión le pedí permiso al antiguo embalsamador para usar su baño; tuve un problema con la taza, él se dio cuenta y en lo que arreglábamos el problema, le comencé a preguntar sobre su profesión. Me explicó a detalle todo el proceso para embalsamar, me vio tan interesado que me preguntó si me gustaría ser embalsamador. Tardé en darle una respuesta, y me propuso quedarme como su ayudante, así que me mandaron a tomar un curso.
Mi rutina de trabajo consiste en, primero que nada, ver la documentación del cadáver; superviso el cuerpo para ver qué técnica voy a implementar con base en lo que dice la hoja de defunción. Luego realizo mi ritual...
Mi rutina de trabajo consiste en, primero que nada, ver la documentación del cadáver; superviso el cuerpo para ver qué técnica voy a implementar con base en lo que dice la hoja de defunción. Luego realizo mi ritual...
Noche sin tiempo
Cadosbra
I
qué ansia la de estar briago
y sentir el colapso de la carne
vengo arrastrado de no sé qué pena
cansado estoy de no sé qué naufragio
bebiendo una última palabra de no sé qué nostalgia
esta oquedad
que no tiene nombre
que no tiene sombra
cada rincón está trozado
es un silencio
un trago que abrasa
qué ansia la de estar briago
y sentir el colapso de la carne
vengo arrastrado de no sé qué pena
cansado estoy de no sé qué naufragio
bebiendo una última palabra de no sé qué nostalgia
esta oquedad
que no tiene nombre
que no tiene sombra
cada rincón está trozado
es un silencio
un trago que abrasa
Sobremuriendo
José Alejandro Esquivel Díaz
¿Qué es esta tibia humedad,
la que siento aquí,
en mi costado izquierdo?
Yo sólo me colgué del trole,
desde mi cantón,
en la Guerrero,
como un ídem,
y le caí acá, a Tlatelolco.
Primero, el jale con la banda.
Luego el rollo de los oradores.
Más tarde,
una luz en el cielo sin diamantes.
Sonido como de matracas.
A correr, todos a correr.
la que siento aquí,
en mi costado izquierdo?
Yo sólo me colgué del trole,
desde mi cantón,
en la Guerrero,
como un ídem,
y le caí acá, a Tlatelolco.
Primero, el jale con la banda.
Luego el rollo de los oradores.
Más tarde,
una luz en el cielo sin diamantes.
Sonido como de matracas.
A correr, todos a correr.
Vida de cinco estrellas, monstruos garantizados
Al tomar la folletería reunida en el poemario Guía de Turismo de Pablo Alejo Carrasco, de inmediato debería uno sentirse más tranquilo ante la incertidumbre del viaje de la vida. Es una edición pequeña y ligera, hecha con la clara intención de caber en el bolsillo. Los folletos explican cómo vivir sin riesgos ni revolturas una vida sin las vulgares derrotas cotidianas, donde los interiores de las otras personas están señalizados; una vida adulta jamás improvisada, de shopping, crédito y buen gusto, en resumen: una vida de cinco estrellas.
Si uno pone atención advertirá que más abajo, en las letras pequeñas, se menciona que el poemario incluye un “anexo”: Los monstruos de la noche. Pero en ese momento, todo el que, armado con su Guía de Turismo, se haya hecho a la idea de emprender el ventajoso viaje, desdeñará la advertencia y firmará cuanto le pongan delante.
Si uno pone atención advertirá que más abajo, en las letras pequeñas, se menciona que el poemario incluye un “anexo”: Los monstruos de la noche. Pero en ese momento, todo el que, armado con su Guía de Turismo, se haya hecho a la idea de emprender el ventajoso viaje, desdeñará la advertencia y firmará cuanto le pongan delante.
Tirando letras
Diatriba del desarraigo, un poema de Manolo Mugica.
Iliana Rodríguez leyendo un poema sobre la cercanía de la muerte.
Rosina Conde y sus Poemas por Ciudad Juárez.