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Una de vaqueros
Veintisiete líneas
Con mano temblorosa escribía el mensaje. Sus largos y delgados dedos se deslizaban por el teclado del teléfono. Una palabra, luego otra. Su corazón latía tan rápido que le provocaba dolor en el pecho. El semáforo cambió. Lucía se detuvo.
Aprovechó para leer una a una cada oración. No es que fuera buena escribiendo, pero ese mensaje en especial debía ser preciso. Era la primera vez que haría algo así. Por timidez, ella jamás habló a ningún chico de sus sentimientos, los guardaba y esperaba olvidarlos con el tiempo. Pero, esta vez, no sería así; en verdad creía haberse enamorado y él debía saberlo.
Aprovechó para leer una a una cada oración. No es que fuera buena escribiendo, pero ese mensaje en especial debía ser preciso. Era la primera vez que haría algo así. Por timidez, ella jamás habló a ningún chico de sus sentimientos, los guardaba y esperaba olvidarlos con el tiempo. Pero, esta vez, no sería así; en verdad creía haberse enamorado y él debía saberlo.
La Condesa: encanto y enredo
Carmen Ros
La Condesa es un barrio cuyas calles tienen un trazo que va y viene del encanto al enredo y a la perplejidad. Para ilustrar lo anterior pongo un ejemplo: si un transeúnte, ajeno a esta colonia, se detuviera en el parque México y preguntara a otro viandante hacia dónde queda la calle Ámsterdam, éste —si fuera vecino de la Condesa desde tiempo atrás— podría responder como el Sombrerero loco, uno de los personajes de Alicia en el País de las Maravillas: con un dedo índice apuntaría hacia la izquierda y con el otro hacia la derecha.
¿Neta? ¿La avenida Ámsterdam está en ambas direcciones?
¿Neta? ¿La avenida Ámsterdam está en ambas direcciones?
La muerte chiquita
A dolorosa luz
Valentín Arcadio
A la dolorosa luz que alumbra un callejón oscuro en cualquier parte del mundo,
neón que alumbra al cuchillo enterrado en el cuello de todas las travestis muertas en la batalla.
A esa infinidad de charcos de sangre, militares que supieron donde encajar su arma.
A los muertos en vida que nunca dejaron el maquillaje, ni las lentejuelas, ni la mirada altiva: aunque trajeran el sistema inmunológico totalmente destrozado.
A todos aquellos a los que su luz sigue deslumbrando, a pesar del callejón oscuro.
neón que alumbra al cuchillo enterrado en el cuello de todas las travestis muertas en la batalla.
A esa infinidad de charcos de sangre, militares que supieron donde encajar su arma.
A los muertos en vida que nunca dejaron el maquillaje, ni las lentejuelas, ni la mirada altiva: aunque trajeran el sistema inmunológico totalmente destrozado.
A todos aquellos a los que su luz sigue deslumbrando, a pesar del callejón oscuro.
Partida de cráneo
Poco te importó el semáforo
rojo verde amarillo
para ti fueron lo mismo a toda hora
a las tres patadas aprendiste a ladrar
a la quinta
a morder
rojo verde amarillo
para ti fueron lo mismo a toda hora
a las tres patadas aprendiste a ladrar
a la quinta
a morder
No quiero estar ahí
Ya sé dónde termina ese callejón
he entrado varias veces
se torna oscuro
tanto que lastima
ahí el hombre
deja de ser carne
se vuelve escombro
he entrado varias veces
se torna oscuro
tanto que lastima
ahí el hombre
deja de ser carne
se vuelve escombro
A prueba y error
Reflexiones al paso (ocurrencias varias)
Caminas por el Centro Histórico, por la calle Victoria para ser exactos, atraviesas Luis Moya y pasas de largo el Monte de Piedad, en tu andar notas un pequeño callejón, no es que no hubieras pasado por ahí antes, es sólo que nunca te habías dado tiempo de observar. Alzas la vista y lees en una placa de color blanco con letras negras “Callejón del sapo”. Te detienes, −¿Callejón del sapo?− Miras su corta extensión: angosto como para sólo dejar pasar un coche a la vez, dos pequeñas banquetas a cada costado –intransitable una de ellas, pues a cada tanto hay un arbolito que abarca todo el ancho−, al fondo asoman un estacionamiento y lo que parece ser una pequeña casa en un rincón. Pero el nombre ha despertado tu curiosidad, así que te internas en él y su misterio.
Con la misma tonada
Rapsodia única
Cuéntanos, Musa, la historia de aquél rapaz de múltiples oficios que, poco después de haber aprendido el arte de uno nuevo, se vio obligado a defender su plaza de aquellos cuya intención era despojarlo de su dominio; cómo fue que salió victorioso de las batallas con los primeros dos y de qué forma fue cruelmente derrotado por el tercero, mas, habiéndose recuperado de múltiples heridas, regresó y se hizo justicia por mano propia. ¡Oh, Musa! Anda, apiádate de nuestra curiosidad que es mucha y nárranos aunque sea sólo un fragmento de tan heroica hazaña.
Por si fuera poco
Devaneo de la moral
Pavel Pantoja Arredondo
¿Qué nos hace comportarnos de “buena manera” según la sociedad?, ¿por qué no le damos rienda suelta a esos pensamientos que circundan nuestra cabeza? Tirar la basura en la calle porque no hay ningún bote cerca, pegarle al niño maleducado y a sus papás por malcriarlo, chocar al que se cruza el alto, matar sólo para ver qué se siente.
Cuando tenía doce años, fui al supermercado Aurrera con mi mamá, en el estacionamiento había una bicicleta sin cadenas, colocada al revés (con el manubrio y el asiento sobre el suelo para que se sostuviera), estaba sola, no había nadie alrededor.
Cuando tenía doce años, fui al supermercado Aurrera con mi mamá, en el estacionamiento había una bicicleta sin cadenas, colocada al revés (con el manubrio y el asiento sobre el suelo para que se sostuviera), estaba sola, no había nadie alrededor.
Por la carretera
Para poder llegar a la cabaña, donde un lobo devoró a una viejita, tres reporteros, dos defensoras de animales y dos vegetarianos tuvieron que tomar un camión que sale cada seis horas, el único que los deja cerca. Una mujer sordomuda es la que maneja el transporte. Antes de prender el motor, mira hacia todas partes, como si esperara a alguien. Levanta la cara al sol y con él se guía para saber la hora. Los siete pasajeros, incluyendo una niña, se acomodan en sus asientos. La chofer, que no puede darles instrucciones ni recomendaciones, echa a andar el motor, pero al percatarse que el cazador viene corriendo para alcanzar el transporte, espera un momento más hasta que éste sube.
Tirando letras
Aproximaciones, texto autobiográfico en la voz de su autora: Elsa Fujigaki Cruz.