Las bodas de Cadmo y Harmonía, de Roberto Calasso
Desde siempre, celebrar una boda es celebrar una mezcla. Dos diferentes maneras de ser uno mismo se encuentran para ser de otra manera. Quizá nada defina mejor la condición humana que este acto, la unión. Inmersos en el mundo de los opuestos, la vida humana consagra a la memoria todos aquellos momentos en que se cifró como una alianza. La soledad del ser se condena al olvido. Desde siempre habremos de recordar sólo la comunión, porque de todas las posibles maneras de mezclarse, ésta es la única que merece alabanza, celebración. A la memoria de la más importante comunión, aquella entre lo humano y lo divino, está consagrada la escritura de Roberto Calasso (1941), un italiano que recuerda con la lucidez necesaria ese pasado para poder contárnoslo. La mitología griega es el escenario donde Calasso representa esta comunión. Pero, al ser todo recuerdo una representación, el escritor logra traer al lector una memoria que exige ser vivida. Esto es Las bodas de Cadmo y Harmonía (1988), una memoria latente. Basta con abrir la primera página para llenarnos de vida, de recuerdo. Para Calasso, no hay rivalidad alguna entre estos términos. Sólo la memoria hace al hombre y la tierra la honra siendo sostén sólo para aquél que recuerda. Los mitos, esas imágenes primigenias, siguen siendo lo suficientemente poderosos para evocar y convocar ese pasado donde los dioses eran invitados a las bodas de simples mortales, las de Cadmo y Harmonía, por ejemplo, por la simple razón de que ellos participan de todo acto humano que merezca ser llamado así. Hace falta tener una buena memoria de lo que esos dioses largamente olvidados han hecho por los hombres para afirmar, sin más, que “Una vida en la que los dioses no son invitados no vale la pena ser vivida. Será más tranquila, pero sin historia”. El deseo de pertenecer a una historia es lo que movió a Aquiles, a Helena, a Ulises. Y por ese deseo, los dioses los aman. La indiferencia es la condena de aquellos que no se atreven a invitarlos, porque dejarse poseer por lo divino es vivir en el exceso: locura, amor, odio, espera... todo es desbordado, todo arrasa con la vida. Y este sacrificio, la vida, es recompensado por los dioses con la muerte. Es mentira aquello de que todos morimos igual. Los héroes bastan para desmentirla.
Las bodas de Cadmo y Harmonía, no es una novela, no es un ensayo, no es poesía. Es una mezcla. Los géneros celebran sus nupcias a través de un único lazo: el lenguaje. El ritmo, las imágenes, la precisión provocan una comunión inusual entre el lector y el escritor. Las frases tienen la cualidad de las imágenes: son poderosas. La medida de este poder es la permanencia, el recuerdo: una piedra lanzada a un río, perturba la superficie, penetra, se queda en lo profundo del agua. No puede leerse impunemente. A través de la lectura uno reconoce sus pequeños viajes a lo largo del día en la Odisea mayor que ha vivido un hombre; el sentimiento amoroso en el rapto divino que Zeus tramó para poseer a Europa; la confusión cotidiana en el laberinto que Teseo recorrió para matar al Minotauro; la traición en la infidelidad de una mortal, Corónide, a un dios, Apolo... todas estas historias nos son contadas desde el espejo del tiempo. Si Calasso las cuenta, las interpreta y las hace espejo es porque sólo el tiempo ha hecho posible esta mirada, esta manera de contarlas. Si la mitología ya no nos sirve para creer, sí para aprender. El conocimiento tiene que ver con las cosas sabidas, la sabiduría con el entendimiento de ese saber. Y este entendimiento exige un proceso de aprendizaje. Aprender implica recordar y sólo se recuerda lo que se vive. Si los héroes, como nos enseña Calasso, son los que supieron vivir en comunión con lo divino, los que supieron, en verdad, vivir, ¿de quiénes sino de ellos debemos aprender? Recordarlos es recordarnos la altura para la que estamos hechos. Rememorar es celebrar la mezcla con lo divino. No importa con qué arma desafiemos el olvido. Calasso sólo tiene una, la palabra, y le basta, porque “La palabra puede vencer allí donde fracasa cualquier otra arma. Pero queda desnuda, y solitaria, después de su victoria”. En Las bodas de Cadmo y Harmonía, la victoria empieza cuando se cierra el libro.
Calasso, Roberto. Las bodas de Cadmo y Harmonía, tr. de Joaquín Jordá, 3a. ed., Anagrama, Barcelona, 2000.
Las bodas de Cadmo y Harmonía, no es una novela, no es un ensayo, no es poesía. Es una mezcla. Los géneros celebran sus nupcias a través de un único lazo: el lenguaje. El ritmo, las imágenes, la precisión provocan una comunión inusual entre el lector y el escritor. Las frases tienen la cualidad de las imágenes: son poderosas. La medida de este poder es la permanencia, el recuerdo: una piedra lanzada a un río, perturba la superficie, penetra, se queda en lo profundo del agua. No puede leerse impunemente. A través de la lectura uno reconoce sus pequeños viajes a lo largo del día en la Odisea mayor que ha vivido un hombre; el sentimiento amoroso en el rapto divino que Zeus tramó para poseer a Europa; la confusión cotidiana en el laberinto que Teseo recorrió para matar al Minotauro; la traición en la infidelidad de una mortal, Corónide, a un dios, Apolo... todas estas historias nos son contadas desde el espejo del tiempo. Si Calasso las cuenta, las interpreta y las hace espejo es porque sólo el tiempo ha hecho posible esta mirada, esta manera de contarlas. Si la mitología ya no nos sirve para creer, sí para aprender. El conocimiento tiene que ver con las cosas sabidas, la sabiduría con el entendimiento de ese saber. Y este entendimiento exige un proceso de aprendizaje. Aprender implica recordar y sólo se recuerda lo que se vive. Si los héroes, como nos enseña Calasso, son los que supieron vivir en comunión con lo divino, los que supieron, en verdad, vivir, ¿de quiénes sino de ellos debemos aprender? Recordarlos es recordarnos la altura para la que estamos hechos. Rememorar es celebrar la mezcla con lo divino. No importa con qué arma desafiemos el olvido. Calasso sólo tiene una, la palabra, y le basta, porque “La palabra puede vencer allí donde fracasa cualquier otra arma. Pero queda desnuda, y solitaria, después de su victoria”. En Las bodas de Cadmo y Harmonía, la victoria empieza cuando se cierra el libro.
Calasso, Roberto. Las bodas de Cadmo y Harmonía, tr. de Joaquín Jordá, 3a. ed., Anagrama, Barcelona, 2000.