Quince minicuentos de terror y misterio
Ernesto Tancovich*
Tren fantasma
Dorian
“Allanamiento”, ladra el oficial. Muestra el acta. Dorian lee con desdén. “El retrato”, apremia el otro. Dorian alza las cejas. “Ah, era eso”, admite, encogiéndose de hombros. Displicente, se arranca la máscara. El oficial retrocede, espantado.
El hombre invisible
Agotado ya el andar, eligió casa y familia. Allá vive, como fantasma. Viendo, oyendo, hurtando, moviendo cosas.
El séptimo
Seis duermen. Él recorre libre sus pampas. Viento, aromas, luna plena. Un escopetazo. Bala de plata. Y el despertar.
Seducción
“Dos cosas aborrezco”, dice. “El sol y la cruz”. Deja la taza de té y busca su cuello. Ella deja hacer. Amanece. El espejo los desconoce.
Huésped
Llave que gira. Se encienden luces. Objetos que mudan de lugar, libros a medio leer. Y esa figura antigua, de paso fugaz, que susurra.
Doctor Frankenstein
Reunió partes, suturó, encendió la chispa. Lo ve incorporarse, irse. Allá se pierde, por caminos propios, solitario, el Hombre Nuevo.
La vida entera
En ese minuto revivió lo pasado, cruzó la línea del presente y visitó el futuro que aún lo esperaba. Justo a tiempo. Apuntan. Fuego.
Ver o no ver
“Yo no entraría”, advirtió el portero. “Ese cuarto guarda secretos intolerables”
“Quiero ver”, insistí.
Abre, entro, echa llave. A solas, apresado en recinto de espejos, cierro los ojos.
“Quiero ver”, insistí.
Abre, entro, echa llave. A solas, apresado en recinto de espejos, cierro los ojos.
Reencuentro
Empujé la puerta, encendí la luz. Adentro estaba yo, en quietud de esfinge, la vista clavada en la pared. No me reconoció hasta que entré en él.
Veredicto
“Se lo condena por impostor”, dice el juez. “Es justicia”. Lo esposan. Lo llevan. El Otro, desde el espejo, libre por fin, sonríe.
Error
Noche cerrada. No se distingue hombre de sombra. A ciegas vació el cargador. Ya de día, acribillada sobre el muro, la negra silueta.
Serial
Hallan un nuevo cadáver. Tiene como los otros una hamburguesa en la boca. “El payaso vuelve a matar”, titulan los diarios.
Última visión
Desde lo alto alcanza a divisar su propia silueta, toscamente dibujada con blanco sobre el pavimento, los círculos que rodean los puntos donde se han recogido los casquillos, los pasos del policía aburrido que custodia la escena del crimen.
Desertora
Exhausto, voy a entregarme. La sombra se me despega, corre, se pierde en otras sombras.
*(Buenos Aires, 1945 - Campana, fecha a confirmar) Autor novel y cuasi póstumo. Escribe desde 2013. Empecinado participante de concursos literarios prestigiosos, sospechosos y fraudulentos, lo que le ha valido media docena de distinciones, entre ellas Finalista y Mención Premio Provincia de Córdoba por El niño stalinista (poesía), finalista y mención Universidad de Cali por Las playas del tiempo (narrativa) Ha publicado en diversas revista: Los Heraldos Negros, Papeles de Mancuspia, Pedes in Terra y, frecuentemente en Monolito.