Sobre un efecto común que aqueja en diferentes dimensiones al espíritu de todas las cosas: un estudio sobre esfuerzos frustrados
Sebastián Jiménez Galindo*
Cansado del soliloquio disfrazado de conversación tan propio de mi infame viejo amigo, me puse de pie y le dije:
—Amigo, pocas cosas[1] molestan más[2] que no poder[3] terminar una idea[4].
—Amigo, pocas cosas[1] molestan más[2] que no poder[3] terminar una idea[4].
[1] Cosas como, por mencionar algunas: el zumbido de un mosquito cercano al oído (que al impacto del manotazo ciego huye hacia los dedos de los pies entre la oscuridad de las sábanas), cuando alguien no se aprende nuestro nombre correctamente aún después de meses, suspendiendo así nuestra identidad a un juego aleatorio, las ideas que no se materializan cuando deben hacerlo y aparecen quisquillosas en el momento inadecuado, sea la hora de dormir o durante el acto sexual, el roce del calcetín mojado, las uñas que se quiebran, la terrible ironía de llegar tarde a la vida de una persona, la lluvia cayendo sobre la ropa recién colgada, el agua de la tetera que no hirvió, la frustración de tener mucho qué decir y nadie a quien comunicarlo, innumerables preguntas sobre detalles inesperados de un diálogo que sucedió sin un final contemplado de antemano, la brevedad ilusoria de los acontecimientos anticipados con fervor y la lucha de todos los días contra el discurrir del tiempo.
Parece que no avanzamos mucho, pero no hay que desesperar; si pensamos en la edad de la Tierra no llevamos más de quince segundos aquí.
[2] Molestar en el sentido de forzar un comienzo nuevo hacia una dirección imprevista (nadie es tan espontáneo como quisiera parecerlo), buscar la punta suelta del hilo que se arrastra por el suelo, entre los muebles y los recovecos del suelo, las palabras esenciales sin las cuales el travesaño se viene abajo sobre nuestras cabezas al menor movimiento, la página atiborrada de nada a la que le hace falta absolutamente todo, la vida pretendida al pie de la letra de alguien más,l en cuyo momento final falta absolutamente todo: un estudio testimonial sobre esfuerzos frustrados (que podría comienza a la mitad de una oración y terminar, por meras cuestiones editoriales, a medio camino de otra y sin punto final).
[3]La voluntad en tiempos de incertidumbre se nos presenta desde una multitud de perspectivas volátiles. Al haber dejado atrás la ficción de las grandes verdades nos enfrentamos inminentemente a la seductora gracia de la mentira. Hay una cualidad, sin duda mágica, dentro de la creación de una voluntad de un semblante tan puro, frente a la cual los hechos se distorsionan y el discurso se fragmenta hasta sus más irreducibles consecuencias: hacia el punto crítico en el que no hay otra alternativa más que dar media vuelta y regresar por el viejo camino a casa. Esta idea, como muchas otras, es amiga del arte y enemiga de la política.
[4] Muchas veces pienso que vivo esperando. Ayer en el desayuno ni siquiera pude contar a Laurita sobre la vez que fui a ver el juego de voleibol de mi ahijada, anécdota que pensé que disfrutaría. «Cuidado, maestro, no se vaya a caer», «Tenga cuidado por donde pisa», «¿Qué va a comer?» Mire, primero voy a ver el menú. Y volvemos a empezar. Nunca logré contar de forma coherente absolutamente nada. Asuntos importantes. «Fíjese que mi padre no anda bien, Laurita. De un ojo se ha quedado totalmente ciego y del otro casi no ve. Ya no pinta y tampoco puede leer, tan sólo ve noticias y hace corajes.» «Con las noticias todos hacemos corajes, maestro. Mi padre va de mal en peor, hace poco tuvo una caída y se lastimó la cadera.» No recuerdo la última vez que vi a Laurita, pero debe haber sido hace meses. Hay ciertos amigos con los que no importa no llegar a nada cuando las palabras solas son el medio para reconocerse. «Fui a recoger un diploma, y Pablo me invitó un café», le digo: «Uy, cortaste una flor de su jardín, ¡es tan marro que no presta ni su atención!» Por supuesto que no me quita el sueño. Una de las ventajas del conocimiento que sólo da el trato humano, y la sabiduría que sólo dan los años, es la capacidad de entender. Aprender de todos, sin importar su preparación. ¡Tampoco se trata de ser como el Doctor, que no puede tener una conversación de otra cosa que no sea el estado actual de la ciencia política, ni como mi sobrino Raymundo, tratando de explicar los principios de mecánica cuántica a Luciana, la señora de la limpieza! Fíjate cómo las historias se van fragmentando. Y la memoria tampoco va de A a B a C. Eso lo sabemos con la certeza que nos cabe. ¡Y los estados de duermevela resultan ser increíblemente productivos, a pesar de ser los más desvariados! Se te mete a la cabeza una melodía, un texto, un nombre, una idea, y tu mente siempre está llena de destellos de una cosa u otra, y a veces ni siquiera hay tiempo de reunirlo todo para convertirlo en algo coherente. Y si no lo escribes minutos después se habrá ido para siempre. Fíjate que hace muchos años, cuando yo escribía cosas que alguien en algún momento terminaría por leer, tenía una libreta de taquigrafía a un lado de mi cama, y en instantes de lucidez pre-sueño me sentaba y escribía lo que se me había ocurrido, porque si lo dejaba ir, aún con ciega confianza en mi memoria, al día siguiente se me habría olvidado por completo. Ahora hay varias cosas que se me han ocurrido y no he podido anotar. Y si fuera a hacerlo, ¿qué garantía tendría yo de que a alguien podría interesarle? ¿Quién tendría la paciencia de sentarse a escucharlas? Me parece poco decoroso no pagarle a Don Roberto. Pasas y le das 200, por favor. Si te dice que hace falta le entregas el resto mañana. Cuentas claras. Pobre Don Roberto, esas hijas no le deben salir nada baratas. Hace poco la mayor gritaba a los cuatro vientos virtuales que estar en contra del veganismo era estar en contra de la vida. Le dije: «Renata: te invito a echar un vistazo a la vida. En una comunidad biológica existen consumidores, depredadores, descomponedores y parásitos. Ni la tecnología ni la moda han avanzado aún al punto de ofrecernos la alternativa de ser organismos autótrofos.» Pero jamás presioné el botoncito de enviar Yo ya no estoy para discutir con nadie. Tan sólo los observo desde lejos. Los veo aventar datos e ideas a medias, se apaga la luz y todo se dispersa como un teatro de sombras en la pared. Todo llega por todos lados y nada encuentra un orden. ¿Ves? Ya ni sé qué te estaba diciendo. La vida cotidiana nos interrumpe. Todo discurso se fragmenta por su inevitabilidad de suceder a la par de la vida cotidiana. Y hoy todo es un caos. Yo no puedo hablar con mis hijos desde hace tiempo. Guillermo está todo el día en el celular. Gaby le habla a Andrés; que si ya comió, qué preparó, que si ya salió, que si todo bien. Le llaman los otros muchachos; que la llanta, que el rin, que la direccional. Y regresa a la mitad. ¿Y qué te estaba diciendo? Espérate, ¿qué me estabas contando? Ya se me olvidó. Yo no tengo la capacidad de guardar una idea y exponerla cuando a ti te da la gana. Mi plan es el siguiente; se llama «sobre un efecto común que aqueja en diferentes dimensiones al espíritu de todas las cosas», un renglón explica una escena fácil. Tal vez dos personajes están jugando al balero a la mitad de la noche. Un juego de balero no tiene fin, ¿no es así? Pensé en un juego de ajedrez, pero los ajedrecistas necesitan una capacidad de concentración implacable de su lado. El dominó, pero es demasiado matemático. Estás obligado a saber cuáles fichas tiene cada jugador en términos de las siete combinaciones posibles. Si cierras el juego, se acabó. El Turista, con sus barbarismos capitalistas, no termina jamás. Puedes seguir vendiendo y comprando y quedar en la ruina, pedir préstamos y continuar. Un ensayo al escabroso mundo real. Pero lo que yo busco sobre el mundo real está en otra parte. Está en todas partes Es una forma de razonar; un método de pensamiento resultado de una multiplicidad de fuerzas a veces opuestas entre sí. La posibilidad de sentido en la confusión. Es la confesión de no querer uniformarse a la realidad por la razón única de que la realidad no es uniforme [Aguirre, J., 1973, pp. 8-13]. Diría Oswald de Andrade: «Sólo me interesa lo que no es mío. Ley del hombre. Ley del antropófago [1929].» Seguiría entonces un diálogo. Una nota al pie. La lectura se desbarata. Si la escritura hoy en día se fragmenta, lo hace de una forma romántica: la poética conceptual del fracaso, que invita al lector a alucinar la reparación de las rutas quebradas que nos presenta el texto [Place, V., y Fitterman, R., 2009, p.18]. Cuando era niño e iba a la cineteca muchas veces veía películas sin subtítulos en idiomas que no entendía, e imaginaba la trama entera. Antes de irme a dormir inventaba miles de desenlaces posibles. Toda lectura que valga la pena recordar unos años después exige soluciones imaginarias por parte del lector. Y quién sabe si lo que contamos a nuestros viejos amigos sobre aquella película que nos dejó pasmados, esa novela sin nombre que nos conmovió hasta los huesos, y todos los libros en los que nos encontramos con el paso del tiempo, sean realmente lo que el autor pensó con tanto esmero, o es nuestra memoria y nuestra vida la que hace la vez de coautor; nos leemos y nos escribimos entre líneas de lo que alguien más leyó y escribió, en obras escritas con una infinidad de manos y soluciones posibles, estudios sobre esfuerzos interrumpidos...
Parece que no avanzamos mucho, pero no hay que desesperar; si pensamos en la edad de la Tierra no llevamos más de quince segundos aquí.
[2] Molestar en el sentido de forzar un comienzo nuevo hacia una dirección imprevista (nadie es tan espontáneo como quisiera parecerlo), buscar la punta suelta del hilo que se arrastra por el suelo, entre los muebles y los recovecos del suelo, las palabras esenciales sin las cuales el travesaño se viene abajo sobre nuestras cabezas al menor movimiento, la página atiborrada de nada a la que le hace falta absolutamente todo, la vida pretendida al pie de la letra de alguien más,l en cuyo momento final falta absolutamente todo: un estudio testimonial sobre esfuerzos frustrados (que podría comienza a la mitad de una oración y terminar, por meras cuestiones editoriales, a medio camino de otra y sin punto final).
[3]La voluntad en tiempos de incertidumbre se nos presenta desde una multitud de perspectivas volátiles. Al haber dejado atrás la ficción de las grandes verdades nos enfrentamos inminentemente a la seductora gracia de la mentira. Hay una cualidad, sin duda mágica, dentro de la creación de una voluntad de un semblante tan puro, frente a la cual los hechos se distorsionan y el discurso se fragmenta hasta sus más irreducibles consecuencias: hacia el punto crítico en el que no hay otra alternativa más que dar media vuelta y regresar por el viejo camino a casa. Esta idea, como muchas otras, es amiga del arte y enemiga de la política.
[4] Muchas veces pienso que vivo esperando. Ayer en el desayuno ni siquiera pude contar a Laurita sobre la vez que fui a ver el juego de voleibol de mi ahijada, anécdota que pensé que disfrutaría. «Cuidado, maestro, no se vaya a caer», «Tenga cuidado por donde pisa», «¿Qué va a comer?» Mire, primero voy a ver el menú. Y volvemos a empezar. Nunca logré contar de forma coherente absolutamente nada. Asuntos importantes. «Fíjese que mi padre no anda bien, Laurita. De un ojo se ha quedado totalmente ciego y del otro casi no ve. Ya no pinta y tampoco puede leer, tan sólo ve noticias y hace corajes.» «Con las noticias todos hacemos corajes, maestro. Mi padre va de mal en peor, hace poco tuvo una caída y se lastimó la cadera.» No recuerdo la última vez que vi a Laurita, pero debe haber sido hace meses. Hay ciertos amigos con los que no importa no llegar a nada cuando las palabras solas son el medio para reconocerse. «Fui a recoger un diploma, y Pablo me invitó un café», le digo: «Uy, cortaste una flor de su jardín, ¡es tan marro que no presta ni su atención!» Por supuesto que no me quita el sueño. Una de las ventajas del conocimiento que sólo da el trato humano, y la sabiduría que sólo dan los años, es la capacidad de entender. Aprender de todos, sin importar su preparación. ¡Tampoco se trata de ser como el Doctor, que no puede tener una conversación de otra cosa que no sea el estado actual de la ciencia política, ni como mi sobrino Raymundo, tratando de explicar los principios de mecánica cuántica a Luciana, la señora de la limpieza! Fíjate cómo las historias se van fragmentando. Y la memoria tampoco va de A a B a C. Eso lo sabemos con la certeza que nos cabe. ¡Y los estados de duermevela resultan ser increíblemente productivos, a pesar de ser los más desvariados! Se te mete a la cabeza una melodía, un texto, un nombre, una idea, y tu mente siempre está llena de destellos de una cosa u otra, y a veces ni siquiera hay tiempo de reunirlo todo para convertirlo en algo coherente. Y si no lo escribes minutos después se habrá ido para siempre. Fíjate que hace muchos años, cuando yo escribía cosas que alguien en algún momento terminaría por leer, tenía una libreta de taquigrafía a un lado de mi cama, y en instantes de lucidez pre-sueño me sentaba y escribía lo que se me había ocurrido, porque si lo dejaba ir, aún con ciega confianza en mi memoria, al día siguiente se me habría olvidado por completo. Ahora hay varias cosas que se me han ocurrido y no he podido anotar. Y si fuera a hacerlo, ¿qué garantía tendría yo de que a alguien podría interesarle? ¿Quién tendría la paciencia de sentarse a escucharlas? Me parece poco decoroso no pagarle a Don Roberto. Pasas y le das 200, por favor. Si te dice que hace falta le entregas el resto mañana. Cuentas claras. Pobre Don Roberto, esas hijas no le deben salir nada baratas. Hace poco la mayor gritaba a los cuatro vientos virtuales que estar en contra del veganismo era estar en contra de la vida. Le dije: «Renata: te invito a echar un vistazo a la vida. En una comunidad biológica existen consumidores, depredadores, descomponedores y parásitos. Ni la tecnología ni la moda han avanzado aún al punto de ofrecernos la alternativa de ser organismos autótrofos.» Pero jamás presioné el botoncito de enviar Yo ya no estoy para discutir con nadie. Tan sólo los observo desde lejos. Los veo aventar datos e ideas a medias, se apaga la luz y todo se dispersa como un teatro de sombras en la pared. Todo llega por todos lados y nada encuentra un orden. ¿Ves? Ya ni sé qué te estaba diciendo. La vida cotidiana nos interrumpe. Todo discurso se fragmenta por su inevitabilidad de suceder a la par de la vida cotidiana. Y hoy todo es un caos. Yo no puedo hablar con mis hijos desde hace tiempo. Guillermo está todo el día en el celular. Gaby le habla a Andrés; que si ya comió, qué preparó, que si ya salió, que si todo bien. Le llaman los otros muchachos; que la llanta, que el rin, que la direccional. Y regresa a la mitad. ¿Y qué te estaba diciendo? Espérate, ¿qué me estabas contando? Ya se me olvidó. Yo no tengo la capacidad de guardar una idea y exponerla cuando a ti te da la gana. Mi plan es el siguiente; se llama «sobre un efecto común que aqueja en diferentes dimensiones al espíritu de todas las cosas», un renglón explica una escena fácil. Tal vez dos personajes están jugando al balero a la mitad de la noche. Un juego de balero no tiene fin, ¿no es así? Pensé en un juego de ajedrez, pero los ajedrecistas necesitan una capacidad de concentración implacable de su lado. El dominó, pero es demasiado matemático. Estás obligado a saber cuáles fichas tiene cada jugador en términos de las siete combinaciones posibles. Si cierras el juego, se acabó. El Turista, con sus barbarismos capitalistas, no termina jamás. Puedes seguir vendiendo y comprando y quedar en la ruina, pedir préstamos y continuar. Un ensayo al escabroso mundo real. Pero lo que yo busco sobre el mundo real está en otra parte. Está en todas partes Es una forma de razonar; un método de pensamiento resultado de una multiplicidad de fuerzas a veces opuestas entre sí. La posibilidad de sentido en la confusión. Es la confesión de no querer uniformarse a la realidad por la razón única de que la realidad no es uniforme [Aguirre, J., 1973, pp. 8-13]. Diría Oswald de Andrade: «Sólo me interesa lo que no es mío. Ley del hombre. Ley del antropófago [1929].» Seguiría entonces un diálogo. Una nota al pie. La lectura se desbarata. Si la escritura hoy en día se fragmenta, lo hace de una forma romántica: la poética conceptual del fracaso, que invita al lector a alucinar la reparación de las rutas quebradas que nos presenta el texto [Place, V., y Fitterman, R., 2009, p.18]. Cuando era niño e iba a la cineteca muchas veces veía películas sin subtítulos en idiomas que no entendía, e imaginaba la trama entera. Antes de irme a dormir inventaba miles de desenlaces posibles. Toda lectura que valga la pena recordar unos años después exige soluciones imaginarias por parte del lector. Y quién sabe si lo que contamos a nuestros viejos amigos sobre aquella película que nos dejó pasmados, esa novela sin nombre que nos conmovió hasta los huesos, y todos los libros en los que nos encontramos con el paso del tiempo, sean realmente lo que el autor pensó con tanto esmero, o es nuestra memoria y nuestra vida la que hace la vez de coautor; nos leemos y nos escribimos entre líneas de lo que alguien más leyó y escribió, en obras escritas con una infinidad de manos y soluciones posibles, estudios sobre esfuerzos interrumpidos...
Referencias
Aguirre, J. (1973) Interrupciones Sobre Walter Benjamin. En Benjamin, W. (1989), Discursos Interrumpidos (pp. 8-13) España: Taurus.
de Andrade, O. (1928, mayo.) Manifiesto Antropófago. Revista de Antropofagia, 1, p.1.
Place, V., y Fitterman, R. (2009). Notes on Conceptualisms. Estados Unidos: Ugly Duckling Presse.
Aguirre, J. (1973) Interrupciones Sobre Walter Benjamin. En Benjamin, W. (1989), Discursos Interrumpidos (pp. 8-13) España: Taurus.
de Andrade, O. (1928, mayo.) Manifiesto Antropófago. Revista de Antropofagia, 1, p.1.
Place, V., y Fitterman, R. (2009). Notes on Conceptualisms. Estados Unidos: Ugly Duckling Presse.
*Sebastián Jiménez Galindo nació en la Ciudad de México, donde actualmente estudia literatura y creación literaria en Casa Lamm. Tiene estudios de teatro y escritura creativa por la universidad de Columbia College en Chicago. Es autor de la obra Subsuelo, publicada en Microteatro y producida en la ciudad de Aguascalientes en 2015. Su trabajo ha sido publicado en Scout & Birdie, El Comité de 1973 y Lammadamme. Le interesa la docencia y la creación e investigación en torno a los temas de sueños y memoria, formas híbridas y transdisciplinarias, vanguardias y estudios de la modernidad.