Trapecio
Mar Madariaga
Sabías
que me mecía para alcanzarte
sabías de mis tiempos
saltos, giros.
sin mirarte
mi piel adivinaba escondidos relámpagos
esos ríos de luz
que a veces te dibujan
trataba de alcanzar el puente claro
de tus manos que borran el abismo
pero no me explicaba la distancia
que una vez recorrida
sobrevivía en tu pecho
que ahora era
de agua rebotada
iba y venía cada vez más alto
como en una gran carpa iluminada
y encontraba la huida de tus dedos
el trapecio bajaba
con la respuesta lacia de mi aliento
y sabías que alejarme no era eso
porque el capricho arduo del trapecio
me llevaba de prisa
en el intento de acercarme más
y parecía tan fácil en lo alto
sumarme al ruido de tu abrazo roto
parecía cosa de estirar bien las manos y los pies
y soltarme
caer a rienda suelta…
tal vez no era la hora
era temprano o tarde en tus latidos
para girar conmigo
y cada nuevo vuelo
se quedaba
perdido en mi cintura
no
no fueron tus manos que no podían oír
y que tarde notaron mi silencio
fue la flor imposible
del trapecio cien veces deshojado
que se fue hacia el reposo
sin preguntarme a mí.
que me mecía para alcanzarte
sabías de mis tiempos
saltos, giros.
sin mirarte
mi piel adivinaba escondidos relámpagos
esos ríos de luz
que a veces te dibujan
trataba de alcanzar el puente claro
de tus manos que borran el abismo
pero no me explicaba la distancia
que una vez recorrida
sobrevivía en tu pecho
que ahora era
de agua rebotada
iba y venía cada vez más alto
como en una gran carpa iluminada
y encontraba la huida de tus dedos
el trapecio bajaba
con la respuesta lacia de mi aliento
y sabías que alejarme no era eso
porque el capricho arduo del trapecio
me llevaba de prisa
en el intento de acercarme más
y parecía tan fácil en lo alto
sumarme al ruido de tu abrazo roto
parecía cosa de estirar bien las manos y los pies
y soltarme
caer a rienda suelta…
tal vez no era la hora
era temprano o tarde en tus latidos
para girar conmigo
y cada nuevo vuelo
se quedaba
perdido en mi cintura
no
no fueron tus manos que no podían oír
y que tarde notaron mi silencio
fue la flor imposible
del trapecio cien veces deshojado
que se fue hacia el reposo
sin preguntarme a mí.