Ya entrada la noche, con un poemario entre las manos*
René Ostos
Con expectativa, abres el libro de Fausto Leyva, Recuerdos de Rabioso Licor. Pasas de largo la presentación, no sea que leerla te predisponga y te impida ver con tus propios ojos. Apartado uno: Paso de Abismo, descubres que el libro toma su nombre del primer poema. Las dos primeras líneas bastan para saber que la lectura promete “No me arrepiento de nada, / he soportado la vida y sus mutilaciones”. La imagen te sacude, es un golpe, preámbulo de todo lo que viene. “Al amor lo vi salir por el parabrisas/ disparado a la eternidad” tercer y cuarto verso, aún no es tarde para soltar el libro. “Ángeles de sangre dibujan un cielo de piedra/ la entrada al infierno”, quinto y sexto verso: has quedado enganchado, resuelto a desentrañar el mensaje que esconden estos poemas.
Te saltas varias páginas -ya volverás a las otras después-, te detienes en un título que llama tu atención: Que se joda, firmado por un tal Cadosbra, ¿un seudónimo?, ¿un alter ego quizás? No importa, lo que importa es la rabia que brota de su pluma, “estoy encabronado/ y deseo que le pase lo peor a cualquiera”, pero ¿por qué este encabronamiento? ¿Por qué este deseo malsano? “hoy mi café está frío/ el encendedor no sirve/ mi cigarro está mojado/ y la noche nunca llega/ que se joda todo/ que se joda el mundo/ que te jodas tú”.
Cuentas hasta diez para que se te pase el coraje solidario. Vuelves sobre tus pasos, tu interés se fija en Con Todo Aquello, uno de los mejores poemas que comprenden el libro entre tus manos, un poema de amor roto con un final lapidario: “así recuérdame/ con todo aquello/ que te gustó/ y al final/ odiaste”, palabras que te gustaría y no, dedicarle alguna vez a alguien.
Sigues saltándote las páginas, la mala costumbre de leer con tu propio orden. Pasas a la sección titulada Mujer Muerte, haces una parada en el poema donde el humo se transforma en tortuoso recuerdo, ausencia que se difumina al consumirse el tabaco: Fumo con Paciencia “enciendo el último cigarro/ el de cada noche/ […] dejo que se consuma/ que llague hondo en los labios/ arde/ arde endemoniadamente/ arde desde tan lejos”.
A estas alturas, comienzas a darte cuenta de que cada vuelta de página es una bocanada de humo, un trago de alcohol, un golpe de tinta y sangre; de que el yo poético está encabronado y a la vez ebrio de su propia melancolía, melancolía que se contagia y en la que las mujeres son el pretexto a la sensibilidad. Lo que hay aquí es poesía honesta, auténtica y con estilo propio.
Sigues husmeando en aquellas páginas, hasta encontrarte con Esta Cobardía que dicho sea de paso, es hoy uno de tus favoritos: “tengo la suerte/ de siempre estar extraviando algo/ momentos/ personas/ cosas/ y poco a poco/ la vida”, canto a la derrota, al “vacío que dejan/ las piernas/ de otra mujer/ que se va”, y que, sin embargo, es también el canto de “el corazón” que “hecho pedazos/ casi inerte/ sin motivos/ pero rabioso”, tiene “ganas de volver a caer”.
Avanzas hasta el tercer y último apartado: Voy a Morir, en los cinco poemas que lo constituyen, el erotismo sin pudor se hace presente, en Mujer Fuego, dice el yo poético “recostada sobre el viejo sillón/ besé sus muslos trémulos/ lamí sus caderas/ y mordí su sexo (también perforado)/ era un río tibio/ en el cual resbalé sin remedio/ siendo mi lengua dueña de sus gemidos”, un respiro al desasosiego que en páginas anteriores dejaron los amores incompletos, las derrotas, los malos recuerdos.
Hasta aquí, por hoy basta, pese a su corta extensión, el libro no es para leerse en una sola noche, la emoción no lo permite, y cada poema exige tiempo, relectura y asimilación hasta hacerlo propio, hasta tener la sensación de que aquello lo has escrito tú. Ya mañana sabrás que te depara Tocando a su Puerta, 24 Horas Continuas, Mujer a Medias, y Estoy en Peligro, ya mañana volverás por otra dosis de poesía, otra dosis de Recuerdos de Rabioso Licor.
*Texto leído el 17 de enero de 2017, en la presentación del libro en el pasaje Zócalo-Pino Suárez.
Te saltas varias páginas -ya volverás a las otras después-, te detienes en un título que llama tu atención: Que se joda, firmado por un tal Cadosbra, ¿un seudónimo?, ¿un alter ego quizás? No importa, lo que importa es la rabia que brota de su pluma, “estoy encabronado/ y deseo que le pase lo peor a cualquiera”, pero ¿por qué este encabronamiento? ¿Por qué este deseo malsano? “hoy mi café está frío/ el encendedor no sirve/ mi cigarro está mojado/ y la noche nunca llega/ que se joda todo/ que se joda el mundo/ que te jodas tú”.
Cuentas hasta diez para que se te pase el coraje solidario. Vuelves sobre tus pasos, tu interés se fija en Con Todo Aquello, uno de los mejores poemas que comprenden el libro entre tus manos, un poema de amor roto con un final lapidario: “así recuérdame/ con todo aquello/ que te gustó/ y al final/ odiaste”, palabras que te gustaría y no, dedicarle alguna vez a alguien.
Sigues saltándote las páginas, la mala costumbre de leer con tu propio orden. Pasas a la sección titulada Mujer Muerte, haces una parada en el poema donde el humo se transforma en tortuoso recuerdo, ausencia que se difumina al consumirse el tabaco: Fumo con Paciencia “enciendo el último cigarro/ el de cada noche/ […] dejo que se consuma/ que llague hondo en los labios/ arde/ arde endemoniadamente/ arde desde tan lejos”.
A estas alturas, comienzas a darte cuenta de que cada vuelta de página es una bocanada de humo, un trago de alcohol, un golpe de tinta y sangre; de que el yo poético está encabronado y a la vez ebrio de su propia melancolía, melancolía que se contagia y en la que las mujeres son el pretexto a la sensibilidad. Lo que hay aquí es poesía honesta, auténtica y con estilo propio.
Sigues husmeando en aquellas páginas, hasta encontrarte con Esta Cobardía que dicho sea de paso, es hoy uno de tus favoritos: “tengo la suerte/ de siempre estar extraviando algo/ momentos/ personas/ cosas/ y poco a poco/ la vida”, canto a la derrota, al “vacío que dejan/ las piernas/ de otra mujer/ que se va”, y que, sin embargo, es también el canto de “el corazón” que “hecho pedazos/ casi inerte/ sin motivos/ pero rabioso”, tiene “ganas de volver a caer”.
Avanzas hasta el tercer y último apartado: Voy a Morir, en los cinco poemas que lo constituyen, el erotismo sin pudor se hace presente, en Mujer Fuego, dice el yo poético “recostada sobre el viejo sillón/ besé sus muslos trémulos/ lamí sus caderas/ y mordí su sexo (también perforado)/ era un río tibio/ en el cual resbalé sin remedio/ siendo mi lengua dueña de sus gemidos”, un respiro al desasosiego que en páginas anteriores dejaron los amores incompletos, las derrotas, los malos recuerdos.
Hasta aquí, por hoy basta, pese a su corta extensión, el libro no es para leerse en una sola noche, la emoción no lo permite, y cada poema exige tiempo, relectura y asimilación hasta hacerlo propio, hasta tener la sensación de que aquello lo has escrito tú. Ya mañana sabrás que te depara Tocando a su Puerta, 24 Horas Continuas, Mujer a Medias, y Estoy en Peligro, ya mañana volverás por otra dosis de poesía, otra dosis de Recuerdos de Rabioso Licor.
*Texto leído el 17 de enero de 2017, en la presentación del libro en el pasaje Zócalo-Pino Suárez.
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