Contrapunto
Dante Ontiveros
La tarde transcurría con amena tranquilidad. Un par de moscas surcaban el espacio aéreo de la sala comedor, deteniéndose de cuando en cuando para frotar sus patitas sobre la jarra de agua de limón, que descansaba sobre la mesa vestida a cuadros naranja con blanco y plástico cristal. Juana y Marcos miraban en la tele un programa de esos a los que invitan, con el pretexto de ayudar, a personas con problemas familiares, pero que finalmente son ridiculizadas y humilladas para deleite de la audiencia. Marcos estaba sentado en un extremo del sillón y Juana acostada con la cabeza apoyada en las piernas de Marcos, que le acariciaba el cabello.
Muy buenas tardes, querido teleauditorio, el primer invitado de hoy se llama Adrián Zavala, el es originario de la Ciudad de México y viene al programa porque dice que ya está harto de que su suegra lesbiana trate de interferir en su matrimonio…
— ¡Esos programas son mentira! Tengo un amigo al que le pagaron mil pesos por hacerla de borracho golpeador y homosexual de closet —dijo Marcos enroscándose un rizo de su amada en la punta del dedo índice.
Adrián bienvenido a “Las buenas conciencias”. Cuéntame ¿qué te trajo a mi programa?
—Pero qué mentiras van a ser, Marcos, si yo conozco mucha gente así.
Es que, señorita, yo ya no aguanto a mi suegra, siempre se está metiendo en lo que no le importa…
—Bueno, los problemas son reales, pero la gente que sale en el programa no es la que los está pasando, a esa gente le pagan por fingir, amor — dijo Marcos en tono socarrón.
Mire, señorita, la semana pasada, Estefanía y yo… Estefanía es mi esposa. Estábamos haciendo el amor y la señora se metió al cuarto para decirnos que estábamos muy equivocados si creíamos que iba a permitir que hiciéramos semejante aberración delante del bebé…
—¡Ay, ya! Diviértete, gordo. Las luchas son iguales y no por eso te estoy chingue y chingue a media caída.
Eran las tres de la mañana y el bebé estaba dormido en su cuna…
—Las luchas sí son reales, ¿o qué, me vas a decir que la sangre que les escurre por la frente es de mentiritas? Acuérdate cómo el Pirata les muerde la cabeza y luego escupe la sangre. Además, a ti bien que te gustan — sentenció Marcos molesto.
Pero con qué cara se atreve a juzgarme mi suegra, ella es una lesbiana…
El panelista no terminó la frase, pues mientras hablaba, su suegra, en complicidad con los organizadores del programa, llegó por detrás de escenario y lo cacheteó por la espalda justo en el momento en que su yerno la descalificaba.
—Shhhhhh. ¡Cállate que ya se está poniendo bueno! —dijo Juana incorporándose en el sillón.
¡Eres un perro malagradecido! yo que te abrí las puertas de mi casa para que tú, mi hija y la criatura tuvieran un techo...
En el cambio de posición, los senos de Juana asomaron por la transparencia de su desgastado camisón. La imagen ablandó la ira del acallado, que se limitó a mirar furtivamente el único atractivo físico, pero bien dotado, que su amada poseía. Y sin decir nada más, Marcos abrazó a Juana y lentamente fue acariciándole los senos mientras ella se dejaba hacer, pues si había algo que a ambos les gustaba más que los talkshows o la lucha libre, era entregarse el uno al otro. Juana apagó la televisión y las moscas salieron por una ventana entreabierta, a perderse en la frescura de la tarde.
Muy buenas tardes, querido teleauditorio, el primer invitado de hoy se llama Adrián Zavala, el es originario de la Ciudad de México y viene al programa porque dice que ya está harto de que su suegra lesbiana trate de interferir en su matrimonio…
— ¡Esos programas son mentira! Tengo un amigo al que le pagaron mil pesos por hacerla de borracho golpeador y homosexual de closet —dijo Marcos enroscándose un rizo de su amada en la punta del dedo índice.
Adrián bienvenido a “Las buenas conciencias”. Cuéntame ¿qué te trajo a mi programa?
—Pero qué mentiras van a ser, Marcos, si yo conozco mucha gente así.
Es que, señorita, yo ya no aguanto a mi suegra, siempre se está metiendo en lo que no le importa…
—Bueno, los problemas son reales, pero la gente que sale en el programa no es la que los está pasando, a esa gente le pagan por fingir, amor — dijo Marcos en tono socarrón.
Mire, señorita, la semana pasada, Estefanía y yo… Estefanía es mi esposa. Estábamos haciendo el amor y la señora se metió al cuarto para decirnos que estábamos muy equivocados si creíamos que iba a permitir que hiciéramos semejante aberración delante del bebé…
—¡Ay, ya! Diviértete, gordo. Las luchas son iguales y no por eso te estoy chingue y chingue a media caída.
Eran las tres de la mañana y el bebé estaba dormido en su cuna…
—Las luchas sí son reales, ¿o qué, me vas a decir que la sangre que les escurre por la frente es de mentiritas? Acuérdate cómo el Pirata les muerde la cabeza y luego escupe la sangre. Además, a ti bien que te gustan — sentenció Marcos molesto.
Pero con qué cara se atreve a juzgarme mi suegra, ella es una lesbiana…
El panelista no terminó la frase, pues mientras hablaba, su suegra, en complicidad con los organizadores del programa, llegó por detrás de escenario y lo cacheteó por la espalda justo en el momento en que su yerno la descalificaba.
—Shhhhhh. ¡Cállate que ya se está poniendo bueno! —dijo Juana incorporándose en el sillón.
¡Eres un perro malagradecido! yo que te abrí las puertas de mi casa para que tú, mi hija y la criatura tuvieran un techo...
En el cambio de posición, los senos de Juana asomaron por la transparencia de su desgastado camisón. La imagen ablandó la ira del acallado, que se limitó a mirar furtivamente el único atractivo físico, pero bien dotado, que su amada poseía. Y sin decir nada más, Marcos abrazó a Juana y lentamente fue acariciándole los senos mientras ella se dejaba hacer, pues si había algo que a ambos les gustaba más que los talkshows o la lucha libre, era entregarse el uno al otro. Juana apagó la televisión y las moscas salieron por una ventana entreabierta, a perderse en la frescura de la tarde.