El aroma tropical en la narrativa de Dolores Bolio Cantarrel
Aída López Sosa*
Conocer a Dolores Bolio Cantarell a través de su primer libro de leyendas y cuentos mexicanos es un hallazgo que me enorgullece como yucateca. Debo revelar que no conocía su obra y que no fue fácil conseguir un libro que está en poder de la Biblioteca Nacional de España, que originalmente fue editado en Nueva York, en 1917 por la editorial Neumann Brothers, lo cual nos perfila a una escritora que sin duda tenía un cuarto propio para radicar en el extranjero y estar cerca de las Bellas Artes como se aprecia a medida que nos adentramos en su universo, donde los nombres de pintores, escritores, dramaturgos y compositores, cohabitan en el mundo difícil de las mujeres de la península de Yucatán a principios del siglo XX. En escenarios sórdidos y en ocasiones misteriosos, se libraban batallas íntimas que reflejan la situación del género femenino, el espíritu de una región y de una etnia. La literatura de Dolores no puede de ninguna manera considerarse menor o secundaria, ni romántica, es una literatura avanzada, visionaria. Dolores no es un “ángel del hogar”, aunque Luis Avellaneda entre sus argumentos para convencerla de escribir el prólogo, le haya dicho que necesitaba “una mujer, entiéndase un hada, una diosa, un ángel…”.
En estos momentos, particularmente, donde el protagonismo es un culto al egocentrismo, es difícil concebir que alguien se parapete en la otredad del sexo opuesto, lo que dificulta a quien quiera llegar a Dolores, si no tiene conocimiento de los seudónimos de los que se valía para publicar y ser leída. Aroma Tropical es el caso, ya que su nombre aparece únicamente en el prólogo del supuesto autor del libro: Luis Avellaneda. La proyección de las preocupaciones de la autora por el sistema hegemónico, las plasmó desde las primeras líneas del prólogo estructurado de manera particular, ya que inicia con un diálogo con Luis Avellaneda a manera de conversatorio, el primero le pide a la aspirante a escritora, su amiga, que escriba el prólogo de “un libraco de cuentos”. La escritora en ciernes, si bien aún no tiene un libro, sí ostenta conocimientos de mitología griega, de la obra de Eurípides, de la literatura clásica y mística y de la función del prólogo en las distintas épocas. El diálogo es aprovechado para que Dolores fije su postura ante la situación política de México, en el que alude la imperiosa necesidad de pertenecer al partido revolucionario para que los escritores sean impulsados y tengan éxito lo cual, de entrada, deja fuera de toda posibilidad que las mujeres sean publicadas al no tener voz ni voto en la contienda electoral, ahora considerado violencia política. Sin otro remedio, el destino de las mujeres era, como lo expresa, trabajar por amor al arte, ya que “la pedantesca erudición la tenían pegada con goma perfumada”. Cabe destacar que escribir por amor al arte era considerado un privilegio, ya que los hombres, según Luis Avellaneda, lo hacían por necesidad y en contra de su propio interés.
El extenso diálogo es el prólogo, hasta el último párrafo la autora claudica ante la petición de su amigo y se dispone a escribirlo en su apartamento de Nueva York en pleno invierno, pero rodeada de tapetes y pinturas de sus amigos que la retornan a su país, a su Mérida de playas resplandecientes. Culmina con una nostálgica metáfora donde la nieve es mortaja. El frío la muerte, el calor la vida. Ella escribiendo desde la muerte.
Las temáticas del libro son variadas y diversas, teniendo el común denominador los personajes femeninos, algunas veces víctimas de sus maridos que no las trataban ni como amigas ni como amantes: “Es casi general entre los maridos: ni amigos, ni amantes; la celebrada inferioridad de sus mujercitas frívolas les impide ser amigos; la costumbre y la confianza excesiva en ellas, les impide ser amantes”. El corpus de 19 textos en 320 páginas, aborda los miedos, pasiones, creencias, posturas y costumbres en el microcosmos femenino, donde se recrea la soledad y la sexualidad. La aparición del género masculino no aporta en absoluto para la evolución de las mujeres, quienes viven violentadas física y emocionalmente, de manera explícita o velada, no solo por sus parejas, sino por otros integrantes de la familia.
En el cuento “La hija”, el hermano se comporta como el marido intolerante ante los instintos maternales de su mujer. Él de diez años fornido y alto y ella de ocho endeble y nerviosa, sufre cuando su hermano le arrebata su muñeca de biscuit para arrojarla al estanque, rompiéndole la cabeza para finalmente verla flotar. Las lágrimas de la niña se vierten en el estanque ante la postura triunfante de su agresor y las sonoras carcajadas que acompañan sus palabras: “te dije que si no volvías a jugar conmigo como siempre, la rompía yo: ¡Mira!”. La pequeña reconoce su debilidad ante el fuerte y se siente incapaz de enfrentarlo: “¡Cómo defender a mi pobre hijita si mi hermano tiene más fuerza que yo!”. Aquí la violencia explícita es hacia el objeto amado, el daño emocional quebranta la voluntad de quien lo posee y se doblega ante el sexo fuerte, derecho que le da su género en concordancia con su corporalidad.
En el cuento “Macabro Encuentro”, se narra el suicidio de una joven del rancho a quien su agresor llama “Xtonita la loca”. Ella, decepcionada, se cuelga de un ceibo como “infecto fruto”, por el desdén del hombre que la azota a latigazos antes de partir a la ciudad para ver a su novia. Atormentada cree que merece la muerte por haber caído bajo el hechizo del amado. El desamor aunado a las creencias esotéricas, obra en favor de la muerte. La violencia física del hombre es el detonador para la autodestrucción de la mujer. Nombrarla “infecto fruto”, es compararla a una fruta podrida cuya pérdida es beneficiosa y necesaria para que el árbol vuelva retoñar. El sexo fuerte es el que triunfa al final.
La cosificación de la mujer como moneda de cambio está presente en dos cuentos: “Aromas de Antaño” y “Respuesta Categórica”. El primero narrado como leyenda y el segundo como una estampa habitual del hacendado que se siente con derecho de poseer a la hija del peón. Sin embargo, el trueque entre machos de distintas clases sociales se engarza a otro cuento: “Días de Verano”. En “Aromas de Antaño”, la hija de un aristócrata venido a menos, tiene que renunciar a sus aspiraciones religiosas para casarse con un hombre viejo y rico para salvar las deudas familiares. La protagonista es entregada a base de engaños por su padre y su tía, hermana de su difunta madre. En “Respuesta Categórica”, Dolores no ve diferencia entre la mentalidad del rico y la del pobre, ambos consideran que las mujeres están para satisfacer los instintos machos, no tienen valor humano y por ende son intercambiables como cosas. “Días de Verano” relega a la protagonista a una mascota que se deja encomendada a los parientes políticos cuando el marido tiene que salir de viaje, sin calcular el riesgo que implica que alguien en el núcleo remueva pasiones olvidadas. La infidelidad no solo es cosa del género masculino, las mujeres también pueden serlo con hombres de estatus inferiores que les presten atención. La protagonista se justifica no solo por la conducta del marido que la considera una niña a la que no hay que prestar atención, sino porque sabe que las aristócratas francesas tienen a sus amigos. Las emociones se acomodan y vuelven a sosegarse para conservar su matrimonio y dejar pasar la aventura de los días de verano con el peón de su marido, tiempo en el que la protagonista descubre que este también tiene sus amoríos con la sirvienta. Uno y otro son iguales, ambos se relacionan con los empleados de la hacienda, que al final quedan como la aventura de los patrones.
La fábula es un recurso que Dolores Bolio Cantarell aborda de forma eficaz para ejemplificar la selección que hace el hombre del mejor ejemplar hembra para reproducir su especie, a fin de preservar su casta. En el cuento “Estirpe Gloriosa”, el protagonista águila entra en cavilaciones antes de elegir a su víctima, se despliegan una serie de juicios acerca del comportamiento de los hombres a quienes compara con la mujer: “Solo ese sabio incomparable (refiriéndose al hombre) ha sabido disponer las cosas de tal manera que ha formado una compañera semejante físicamente a él, y espiritualmente diferente. El hombre es la fuerza. La mujer, la debilidad. El hombre, la altivez. La mujer tiene como atributo ideal, la mansedumbre y la dulzura. Él, la inteligencia. Ella, la bondad, simplemente. Él, la audacia. Ella, la encantadora timidez. Él se llama así mismo sexo feo y llama sexo bello a la mujer. El don de mando, el hombre. La obediencia pasiva, la mujer”. Remata comparando al hombre como el cerebro de la humanidad y a la mujer el corazón. Después de un recorrido por animales semejantes a su especie, descarta a unas por parlanchinas como las loras, hasta que con su mirada de largo alcance ve desde lo alto a una distinguida paloma real con su séquito. Considera que por su linaje es la hembra ideal para empollar a sus hijos. Como broma del destino, el polluelo nace con las características de la madre, patas sonrosadas y visión limitada, además de debilidad en las alas que le impide alcanzar las alturas. La reacción del macho es denostar la especie de la paloma que, aunque real, no tiene la fortaleza del águila. La decadencia de la unión llega cuando el macho se harta de la hembra, quien en un intento por conservar la relación, trata de seguirlo, pero sus capacidades físicas se lo impiden. A partir de la frustración, la tristeza le pone el plumaje cenizo a ella y su canto pierde expresividad. La autora, sin proponérselo, puntualiza la diferencia de clases dentro de la especie, la acepta y la asume como designio de la naturaleza.
Dolores retomó la posición de la mujer en buena parte de las historias de Aroma Tropical, pero no fue su único interés. La literatura fantástica está presente en dos relatos: “Del Mas Allá” y “De Espiritismo”, donde fuerzas sobrenaturales sobresaltan a los personajes igual mujeres que a hombres. Asimismo su interés y conocimiento del teatro la llevó a incursionar en el guion en “Escena Teatral”, texto con el que cierra el conjunto de relatos.
Los escenarios narrativos de Dolores son la ciudad de Mérida y el campo de Yucatán, donde sus personajes cuentan sus historias, narrador autodiegético, o alguien se las cuenta, narrador extradiegético. Sería injusto encasillar su escritura como femenina, porque si bien aborda el tema de la mujer en su entorno cercano ligado a problemas domésticos y del corazón, conjuntando la cotidianidad y sus capacidades emocionales e intelectuales, su literatura tiene una dimensión conceptual ligada al pensamiento feminista, incluso, simbólica. La representación del mundo de la mujer desde su propia mirada, ha ampliado el horizonte, enriqueciendo las narrativas que demuestran la complejidad de la sociedad, donde la mujer no solo ha influido, sino ha tenido una participación directa.
El aroma del primer libro de Dolores Bolio Cantarell en el autoexilio durante la Revolución Mexicana, huele a su Mérida herida por el patriarcado y la cosificación de las mujeres. Ciudad adormecida en una hamaca por el calor tropical donde se mece la impronta de la inconformidad y la necesidad de dejarlo plasmado para la posteridad como constancia de que los aromas del trópico a través del siglo, nunca ha sido el de rosas.
En estos momentos, particularmente, donde el protagonismo es un culto al egocentrismo, es difícil concebir que alguien se parapete en la otredad del sexo opuesto, lo que dificulta a quien quiera llegar a Dolores, si no tiene conocimiento de los seudónimos de los que se valía para publicar y ser leída. Aroma Tropical es el caso, ya que su nombre aparece únicamente en el prólogo del supuesto autor del libro: Luis Avellaneda. La proyección de las preocupaciones de la autora por el sistema hegemónico, las plasmó desde las primeras líneas del prólogo estructurado de manera particular, ya que inicia con un diálogo con Luis Avellaneda a manera de conversatorio, el primero le pide a la aspirante a escritora, su amiga, que escriba el prólogo de “un libraco de cuentos”. La escritora en ciernes, si bien aún no tiene un libro, sí ostenta conocimientos de mitología griega, de la obra de Eurípides, de la literatura clásica y mística y de la función del prólogo en las distintas épocas. El diálogo es aprovechado para que Dolores fije su postura ante la situación política de México, en el que alude la imperiosa necesidad de pertenecer al partido revolucionario para que los escritores sean impulsados y tengan éxito lo cual, de entrada, deja fuera de toda posibilidad que las mujeres sean publicadas al no tener voz ni voto en la contienda electoral, ahora considerado violencia política. Sin otro remedio, el destino de las mujeres era, como lo expresa, trabajar por amor al arte, ya que “la pedantesca erudición la tenían pegada con goma perfumada”. Cabe destacar que escribir por amor al arte era considerado un privilegio, ya que los hombres, según Luis Avellaneda, lo hacían por necesidad y en contra de su propio interés.
El extenso diálogo es el prólogo, hasta el último párrafo la autora claudica ante la petición de su amigo y se dispone a escribirlo en su apartamento de Nueva York en pleno invierno, pero rodeada de tapetes y pinturas de sus amigos que la retornan a su país, a su Mérida de playas resplandecientes. Culmina con una nostálgica metáfora donde la nieve es mortaja. El frío la muerte, el calor la vida. Ella escribiendo desde la muerte.
Las temáticas del libro son variadas y diversas, teniendo el común denominador los personajes femeninos, algunas veces víctimas de sus maridos que no las trataban ni como amigas ni como amantes: “Es casi general entre los maridos: ni amigos, ni amantes; la celebrada inferioridad de sus mujercitas frívolas les impide ser amigos; la costumbre y la confianza excesiva en ellas, les impide ser amantes”. El corpus de 19 textos en 320 páginas, aborda los miedos, pasiones, creencias, posturas y costumbres en el microcosmos femenino, donde se recrea la soledad y la sexualidad. La aparición del género masculino no aporta en absoluto para la evolución de las mujeres, quienes viven violentadas física y emocionalmente, de manera explícita o velada, no solo por sus parejas, sino por otros integrantes de la familia.
En el cuento “La hija”, el hermano se comporta como el marido intolerante ante los instintos maternales de su mujer. Él de diez años fornido y alto y ella de ocho endeble y nerviosa, sufre cuando su hermano le arrebata su muñeca de biscuit para arrojarla al estanque, rompiéndole la cabeza para finalmente verla flotar. Las lágrimas de la niña se vierten en el estanque ante la postura triunfante de su agresor y las sonoras carcajadas que acompañan sus palabras: “te dije que si no volvías a jugar conmigo como siempre, la rompía yo: ¡Mira!”. La pequeña reconoce su debilidad ante el fuerte y se siente incapaz de enfrentarlo: “¡Cómo defender a mi pobre hijita si mi hermano tiene más fuerza que yo!”. Aquí la violencia explícita es hacia el objeto amado, el daño emocional quebranta la voluntad de quien lo posee y se doblega ante el sexo fuerte, derecho que le da su género en concordancia con su corporalidad.
En el cuento “Macabro Encuentro”, se narra el suicidio de una joven del rancho a quien su agresor llama “Xtonita la loca”. Ella, decepcionada, se cuelga de un ceibo como “infecto fruto”, por el desdén del hombre que la azota a latigazos antes de partir a la ciudad para ver a su novia. Atormentada cree que merece la muerte por haber caído bajo el hechizo del amado. El desamor aunado a las creencias esotéricas, obra en favor de la muerte. La violencia física del hombre es el detonador para la autodestrucción de la mujer. Nombrarla “infecto fruto”, es compararla a una fruta podrida cuya pérdida es beneficiosa y necesaria para que el árbol vuelva retoñar. El sexo fuerte es el que triunfa al final.
La cosificación de la mujer como moneda de cambio está presente en dos cuentos: “Aromas de Antaño” y “Respuesta Categórica”. El primero narrado como leyenda y el segundo como una estampa habitual del hacendado que se siente con derecho de poseer a la hija del peón. Sin embargo, el trueque entre machos de distintas clases sociales se engarza a otro cuento: “Días de Verano”. En “Aromas de Antaño”, la hija de un aristócrata venido a menos, tiene que renunciar a sus aspiraciones religiosas para casarse con un hombre viejo y rico para salvar las deudas familiares. La protagonista es entregada a base de engaños por su padre y su tía, hermana de su difunta madre. En “Respuesta Categórica”, Dolores no ve diferencia entre la mentalidad del rico y la del pobre, ambos consideran que las mujeres están para satisfacer los instintos machos, no tienen valor humano y por ende son intercambiables como cosas. “Días de Verano” relega a la protagonista a una mascota que se deja encomendada a los parientes políticos cuando el marido tiene que salir de viaje, sin calcular el riesgo que implica que alguien en el núcleo remueva pasiones olvidadas. La infidelidad no solo es cosa del género masculino, las mujeres también pueden serlo con hombres de estatus inferiores que les presten atención. La protagonista se justifica no solo por la conducta del marido que la considera una niña a la que no hay que prestar atención, sino porque sabe que las aristócratas francesas tienen a sus amigos. Las emociones se acomodan y vuelven a sosegarse para conservar su matrimonio y dejar pasar la aventura de los días de verano con el peón de su marido, tiempo en el que la protagonista descubre que este también tiene sus amoríos con la sirvienta. Uno y otro son iguales, ambos se relacionan con los empleados de la hacienda, que al final quedan como la aventura de los patrones.
La fábula es un recurso que Dolores Bolio Cantarell aborda de forma eficaz para ejemplificar la selección que hace el hombre del mejor ejemplar hembra para reproducir su especie, a fin de preservar su casta. En el cuento “Estirpe Gloriosa”, el protagonista águila entra en cavilaciones antes de elegir a su víctima, se despliegan una serie de juicios acerca del comportamiento de los hombres a quienes compara con la mujer: “Solo ese sabio incomparable (refiriéndose al hombre) ha sabido disponer las cosas de tal manera que ha formado una compañera semejante físicamente a él, y espiritualmente diferente. El hombre es la fuerza. La mujer, la debilidad. El hombre, la altivez. La mujer tiene como atributo ideal, la mansedumbre y la dulzura. Él, la inteligencia. Ella, la bondad, simplemente. Él, la audacia. Ella, la encantadora timidez. Él se llama así mismo sexo feo y llama sexo bello a la mujer. El don de mando, el hombre. La obediencia pasiva, la mujer”. Remata comparando al hombre como el cerebro de la humanidad y a la mujer el corazón. Después de un recorrido por animales semejantes a su especie, descarta a unas por parlanchinas como las loras, hasta que con su mirada de largo alcance ve desde lo alto a una distinguida paloma real con su séquito. Considera que por su linaje es la hembra ideal para empollar a sus hijos. Como broma del destino, el polluelo nace con las características de la madre, patas sonrosadas y visión limitada, además de debilidad en las alas que le impide alcanzar las alturas. La reacción del macho es denostar la especie de la paloma que, aunque real, no tiene la fortaleza del águila. La decadencia de la unión llega cuando el macho se harta de la hembra, quien en un intento por conservar la relación, trata de seguirlo, pero sus capacidades físicas se lo impiden. A partir de la frustración, la tristeza le pone el plumaje cenizo a ella y su canto pierde expresividad. La autora, sin proponérselo, puntualiza la diferencia de clases dentro de la especie, la acepta y la asume como designio de la naturaleza.
Dolores retomó la posición de la mujer en buena parte de las historias de Aroma Tropical, pero no fue su único interés. La literatura fantástica está presente en dos relatos: “Del Mas Allá” y “De Espiritismo”, donde fuerzas sobrenaturales sobresaltan a los personajes igual mujeres que a hombres. Asimismo su interés y conocimiento del teatro la llevó a incursionar en el guion en “Escena Teatral”, texto con el que cierra el conjunto de relatos.
Los escenarios narrativos de Dolores son la ciudad de Mérida y el campo de Yucatán, donde sus personajes cuentan sus historias, narrador autodiegético, o alguien se las cuenta, narrador extradiegético. Sería injusto encasillar su escritura como femenina, porque si bien aborda el tema de la mujer en su entorno cercano ligado a problemas domésticos y del corazón, conjuntando la cotidianidad y sus capacidades emocionales e intelectuales, su literatura tiene una dimensión conceptual ligada al pensamiento feminista, incluso, simbólica. La representación del mundo de la mujer desde su propia mirada, ha ampliado el horizonte, enriqueciendo las narrativas que demuestran la complejidad de la sociedad, donde la mujer no solo ha influido, sino ha tenido una participación directa.
El aroma del primer libro de Dolores Bolio Cantarell en el autoexilio durante la Revolución Mexicana, huele a su Mérida herida por el patriarcado y la cosificación de las mujeres. Ciudad adormecida en una hamaca por el calor tropical donde se mece la impronta de la inconformidad y la necesidad de dejarlo plasmado para la posteridad como constancia de que los aromas del trópico a través del siglo, nunca ha sido el de rosas.
*Diplomada en Creación Literaria por la SOGEM y por Nox en coordinación con la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana. Coautora en una veintena de antologías nacionales y extranjeras. Columnista en La Jornada Maya y Novedades Yucatán. Premio Nacional de Cuento por Escritoras Mexicanas (2018). Premio Nacional “Calaveras Literarias” por la Fundación Elena Poniatowska Amor A.C. (2018). Premio Estatal de Literatura en 2020. Premio Nacional de “Calaveras de Ciencias” por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (2022). Autora de los libros Despedida a una musa y otras despedidas, La vuelta al arte en 20 retratos excéntricos y Poeticuentos de fábula. Becaria del PECDA 2022 (novela). Incluida en el Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas y en El Catálogo del Cuento Mexicano. Miembro del PEN Internacional.
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