En el parque
Ramón Carmona Barrios*
Camino de la mano de mi padre. Mi padre es un hombre alto, mucho. A veces, cuando duerme, es un tronco inmóvil. Nada lo puede mover. Lo sé porque mi madre me lo dice mira nada más a tu padre, más duro que un roble. Yo no sé qué es un roble, pero la maestra dice que es un árbol. Nunca he visto uno. Camino por la calle de la mano de mi padre y siento que nada puede pasarme, pero también tengo miedo. Mi mamá dice que esa sensación también la tiene. Me lo ha dicho cuando va a darme las buenas noches. Y cuando me da mi beso. Mi padre no hace eso. Mi padre solo dice buenas noches y se va a su recámara. Mi mamá, en cambio, viene a acurrucarme. Me gusta la palabra acurrucar. Suena a canto de ave. A veces me gustaría ser ave. Ir de aquí para allá. Pero solo soy un niño, eso siempre me dice mi padre. Tú qué vas a entender, si solo eres un niño. Yo por si las dudas, frente a mi papá no lloro, para que vea que soy fuerte como él y así esté orgulloso de mí. Y me quiera.
La calle está vacía. Caminamos solo mi papá y yo.
No podría decir si mi padre me ama. A veces he pensado que no. A veces dudo que mi padre pueda quererme, pero de pronto hace cosas como las de hoy y entonces, pienso que quizá no es tan duro como un roble. Y que sí me ama.
Cuando mi mamá me lleva de la mano, es distinto. Como si mi mamá entendiera que mi brazo es parte de mi cuerpo. Mi padre creo que no lo entiende del todo. Entonces lo jala y lo tira como si yo fuera de hule. Una vez lo escuché decir eso, me caí y ahí lo dijo: Déjalo, Marina. El niño es de hule, no le pasa nada. Mira, ya se levantó. Y sí, me levanté porque quería ir con mi mamá a que me sobara, pero mi padre la distrajo y ya no me hizo caso. Me sobé. Me sobé porque me dolía mucho, pero no lloré porque estaba mi padre.
Entiendo que mi padre lleva prisa. Lo sé porque me lleva casi corriendo. Y yo corro, o eso trato porque solo va diciendo más rápido, cabrón. Yo corro lo más rápido. Me suelto y corro más rápido para demostrarle a mi padre que puedo correr rápido. Corro. Corro. Siento su mano en mi hombro. Me detiene. Me regaña. Grita. Su voz me lastima. No sé qué dice. Solo sé que su voz me puede matar. Mis manos sudan. Mis manos padecen el miedo que tenemos a su voz. Su voz nos dice cosas que no entendemos. Mis ojos se cierran. Se cierran tanto que me duelen. Me dice que abra los ojos. Me enseña la calle. La avenida. Qué no ves que hay carros, qué no ves que te pueden matar. Le tengo más miedo a mi padre que a los carros. ¿Es cierto eso? Le digo con la voz temblorosa. Tiembla porque es claro que tiene miedo. La voz de mi padre es un roble, la mía un arbusto. Un pastito, apenas. Claro, ¿apoco crees que te mentiría con algo así? ¡Solo eso me faltaba, que mi propio hijo no crea en mí! No pa… me deja con la palabra a medias. Me pide que me calle y yo quiero ser un silencio. Quiero ser un silencio total para que se le olvide que estoy ahí con él, pero no lo logro.
Llegamos al parque. Llegamos porque me apuró. Me hizo correr pero con él. No solo. Llegamos para evitar que olvide que prometió llevarme al parque. Le salió a él. Yo dejé de pedírselo después de dos veces que me dijo que no. Juro que yo no lo dije, salió de él. Sencillamente un ayer me dijo: Mañana vamos al parque, así que prepárate.
Mi mamá también se sorprendió y por alguna razón se lo atribuyó a un animal que le haya picado. Qué bueno que vas a sacar al niño, le hace falta pasar tiempo contigo. Mi padre solo refunfuñó.
A veces siento que no me quiere.
A veces, como hoy, quiero creer que sí me quiere, porque hoy decidió traerme al parque.
Me dice que me vaya, pero no tan lejos. Me dice que estará sentado en una banca. Solo eso. No juega conmigo como algunos otros papás que están en el parque. No. Mi papá solo prometió traerme al parque. Nunca prometió jugar conmigo. Así que voy corriendo con otros niños.
Juego y corro mucho. Mucho. Mucho… Mu…cho. Jadeo. Me rindo al cansancio y volteo a ver a mi papá para ver si me saluda. Porque es un juego que yo hago con mi mamá. Siempre que se aleja un poquito yo volteo y la saludo y ella me corresponde ese saludo. Es nuestra forma de decir aquí estoy, no me he ido. Así que miro a mi papá. Lo veo claramente.
Quiero no verlo, pero lo hago.
Veo a mi papá. ¿Qué es esto? Mis manos sudan, ¿es miedo? Mi papá está a unos metros de mí. Sus manos. Sus ojos. Su boca. ¿Quién es ella? Volteo a buscar a otro niño, preguntar de quién es esa mamá. Mi mamá está en casa. Mi mamá está esperándonos. Mi mamá no está aquí. Mi mamá sufre. Mi mamá también ha de dudar si mi papá la ama, pero a ella no la trae al parque.
Mi papá me mira y se separa de la mujer. Me saluda, pero su saludo no sabe al de mi mamá. Su saludo no tiene el sabor de aquí estoy. El saludo de mi papá es un saludo nervioso. El saludo de mi papá me dice maldita sea aquí estás, siempre tú, siempre. El saludo de mi papá tiene el sabor de no querer saludarme. De no quererme. Viene a mí. Con odio me toma de la muñeca. Nos vamos a casa, dice. Enojado. Molesto. No quiero hablar más.
Regresamos a casa.
Soy un silencio. Mi papá me dice que es una compañera del trabajo y me habla de ella y de sus hijos. Me dice que son buenos niños, que me los va a presentar. Yo soy un silencio. Silencio. (¿Por qué me dice eso?) Mi papá quiere relajarse, no puede.
Llegamos a casa y mi mamá me pregunta cómo nos fue.
(¿Qué le digo?). La saludo, esperando que el sabor de mi saludo le diga todo, pero ella me saluda con un sabor a te extrañé. Y yo quiero decirle todo. Algo no está bien. Algo está mal. Algo pasa aquí y yo soy testigo. Había una mujer… empiezo a decirle a mi mamá. Me encontré con Mónica, le dice mi papá arrebatándome la palabra, pero mi mamá lo sabe.
Mi madre se pone seria. Mi mamá pone una cara de sorpresa.
No te preocupes, no pasó nada.
Mi madre voltea a verme. Yo bajo la mirada. No quiero verla. No quiero que sepa lo que yo sé, porque ni si quiera alcanzo a entender qué sé.
¿Delante del niño, en serio? Le dice a mi papá. Al menos lo hubieras hecho lejos, cabrón, ya vi porque tu insistencia de ir al parque, no fue porque quisieras llevar al niño… hijo de… mi mamá recuerda que aquí estoy.
Tengo la cabeza abajo. Escuché lo que dijo. Algo pasa, pero ¿qué es? ¿Qué está pasando?
Me piden que me vaya a mi habitación… y solo pienso una cosa, entonces, ¿no me llevo al parque porque me quisiera?
Tras de mí suena el portazo de mi habitación.
La calle está vacía. Caminamos solo mi papá y yo.
No podría decir si mi padre me ama. A veces he pensado que no. A veces dudo que mi padre pueda quererme, pero de pronto hace cosas como las de hoy y entonces, pienso que quizá no es tan duro como un roble. Y que sí me ama.
Cuando mi mamá me lleva de la mano, es distinto. Como si mi mamá entendiera que mi brazo es parte de mi cuerpo. Mi padre creo que no lo entiende del todo. Entonces lo jala y lo tira como si yo fuera de hule. Una vez lo escuché decir eso, me caí y ahí lo dijo: Déjalo, Marina. El niño es de hule, no le pasa nada. Mira, ya se levantó. Y sí, me levanté porque quería ir con mi mamá a que me sobara, pero mi padre la distrajo y ya no me hizo caso. Me sobé. Me sobé porque me dolía mucho, pero no lloré porque estaba mi padre.
Entiendo que mi padre lleva prisa. Lo sé porque me lleva casi corriendo. Y yo corro, o eso trato porque solo va diciendo más rápido, cabrón. Yo corro lo más rápido. Me suelto y corro más rápido para demostrarle a mi padre que puedo correr rápido. Corro. Corro. Siento su mano en mi hombro. Me detiene. Me regaña. Grita. Su voz me lastima. No sé qué dice. Solo sé que su voz me puede matar. Mis manos sudan. Mis manos padecen el miedo que tenemos a su voz. Su voz nos dice cosas que no entendemos. Mis ojos se cierran. Se cierran tanto que me duelen. Me dice que abra los ojos. Me enseña la calle. La avenida. Qué no ves que hay carros, qué no ves que te pueden matar. Le tengo más miedo a mi padre que a los carros. ¿Es cierto eso? Le digo con la voz temblorosa. Tiembla porque es claro que tiene miedo. La voz de mi padre es un roble, la mía un arbusto. Un pastito, apenas. Claro, ¿apoco crees que te mentiría con algo así? ¡Solo eso me faltaba, que mi propio hijo no crea en mí! No pa… me deja con la palabra a medias. Me pide que me calle y yo quiero ser un silencio. Quiero ser un silencio total para que se le olvide que estoy ahí con él, pero no lo logro.
Llegamos al parque. Llegamos porque me apuró. Me hizo correr pero con él. No solo. Llegamos para evitar que olvide que prometió llevarme al parque. Le salió a él. Yo dejé de pedírselo después de dos veces que me dijo que no. Juro que yo no lo dije, salió de él. Sencillamente un ayer me dijo: Mañana vamos al parque, así que prepárate.
Mi mamá también se sorprendió y por alguna razón se lo atribuyó a un animal que le haya picado. Qué bueno que vas a sacar al niño, le hace falta pasar tiempo contigo. Mi padre solo refunfuñó.
A veces siento que no me quiere.
A veces, como hoy, quiero creer que sí me quiere, porque hoy decidió traerme al parque.
Me dice que me vaya, pero no tan lejos. Me dice que estará sentado en una banca. Solo eso. No juega conmigo como algunos otros papás que están en el parque. No. Mi papá solo prometió traerme al parque. Nunca prometió jugar conmigo. Así que voy corriendo con otros niños.
Juego y corro mucho. Mucho. Mucho… Mu…cho. Jadeo. Me rindo al cansancio y volteo a ver a mi papá para ver si me saluda. Porque es un juego que yo hago con mi mamá. Siempre que se aleja un poquito yo volteo y la saludo y ella me corresponde ese saludo. Es nuestra forma de decir aquí estoy, no me he ido. Así que miro a mi papá. Lo veo claramente.
Quiero no verlo, pero lo hago.
Veo a mi papá. ¿Qué es esto? Mis manos sudan, ¿es miedo? Mi papá está a unos metros de mí. Sus manos. Sus ojos. Su boca. ¿Quién es ella? Volteo a buscar a otro niño, preguntar de quién es esa mamá. Mi mamá está en casa. Mi mamá está esperándonos. Mi mamá no está aquí. Mi mamá sufre. Mi mamá también ha de dudar si mi papá la ama, pero a ella no la trae al parque.
Mi papá me mira y se separa de la mujer. Me saluda, pero su saludo no sabe al de mi mamá. Su saludo no tiene el sabor de aquí estoy. El saludo de mi papá es un saludo nervioso. El saludo de mi papá me dice maldita sea aquí estás, siempre tú, siempre. El saludo de mi papá tiene el sabor de no querer saludarme. De no quererme. Viene a mí. Con odio me toma de la muñeca. Nos vamos a casa, dice. Enojado. Molesto. No quiero hablar más.
Regresamos a casa.
Soy un silencio. Mi papá me dice que es una compañera del trabajo y me habla de ella y de sus hijos. Me dice que son buenos niños, que me los va a presentar. Yo soy un silencio. Silencio. (¿Por qué me dice eso?) Mi papá quiere relajarse, no puede.
Llegamos a casa y mi mamá me pregunta cómo nos fue.
(¿Qué le digo?). La saludo, esperando que el sabor de mi saludo le diga todo, pero ella me saluda con un sabor a te extrañé. Y yo quiero decirle todo. Algo no está bien. Algo está mal. Algo pasa aquí y yo soy testigo. Había una mujer… empiezo a decirle a mi mamá. Me encontré con Mónica, le dice mi papá arrebatándome la palabra, pero mi mamá lo sabe.
Mi madre se pone seria. Mi mamá pone una cara de sorpresa.
No te preocupes, no pasó nada.
Mi madre voltea a verme. Yo bajo la mirada. No quiero verla. No quiero que sepa lo que yo sé, porque ni si quiera alcanzo a entender qué sé.
¿Delante del niño, en serio? Le dice a mi papá. Al menos lo hubieras hecho lejos, cabrón, ya vi porque tu insistencia de ir al parque, no fue porque quisieras llevar al niño… hijo de… mi mamá recuerda que aquí estoy.
Tengo la cabeza abajo. Escuché lo que dijo. Algo pasa, pero ¿qué es? ¿Qué está pasando?
Me piden que me vaya a mi habitación… y solo pienso una cosa, entonces, ¿no me llevo al parque porque me quisiera?
Tras de mí suena el portazo de mi habitación.
*Profesor por vocación, escritor por descubrimiento. Docente en secundaria, egresado de la Escuela Normal Superior de México, estudiante de 9no semestre de Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y estudiante en la Maestría en Educación Básica con especialidad en enseñanza de la lengua y recreación literaria en la Universidad Pedagógica Nacional. Escritor de los libros: De amor, desamor y otras pendejadas… y Deseos de (Des)amor de manera independiente. Comediante. Se ha presentado en lugares como Mascabrother`s Show Center, Comedy-ando, La casa de los comediantes, Cuevón (Escenaria y Coapa).
Redes sociales: @Ramon_escritor en Instagram, Tiktok y Ramón Cantor en YouTube.
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