Lecturas pujantes
Luis Alberto Carmona Sánchez*
En la medida que la lectura se torna más abominable para el hombre, a este solo le queda seguir disfrutando de la satisfacción de sus necesidades fisiológicas. No habría desacuerdo con lo anterior si no fuera porque ambas actividades, la cultural y la fisiológica, no terminan siendo tan excluyentes como su apariencia lo sugiere.
Tal vez lo anterior contenga algo de certeza, y procuraré aproximarme a ella a partir de un tipo específico de lectura que no solo es compatible, sino medicinal para el cuerpo, y que podría hacerse en un espacio exclusivo, de reflexión y retiro para algunos, de nirvana o apocalíptico para otros, espacio que llamaré reeletre (para otros oficina, excusado o Alcaldía).
Propongo una breve relación entre espacio y lectura. No se realiza una lectura de un texto filosófico, de los Diálogos de Platón por ejemplo, mientras se camina por una avenida a medio día. Mientras se camina por allí pueden ser leídos los mensajes de whatsApp, solamente. Cuando se va en la buseta es imposible leer una obra de Moliere, pero sí un código de procedimiento penal. ¿Qué se lee mientras se descansa sobre la silla de un parque? Por supuesto el periódico. ¿Y qué en las noches sobre la cama? La oración final.
La lista de relaciones es más extensa, pero solo quiero llamar la atención sobre una más. Claro que en esta nueva relación no se puede partir del supuesto, como en las anteriores, que efectivamente el espacio es propicio para leer, o más aún, que la actividad que se lleva a cabo en dicho espacio permite una segunda actividad como la lectura. Aunque también podría ser que ese espacio y actividad sean las más propicias para permitir que se realice una lectura. Asumiré que lo segundo es cierto; el problema que habría que resolver, entonces, es qué tipo de lectura es la más adecuada para realizar.
Frente a lo anterior, propongo lecturas de ayuda personal, reseñas bibliográficas y cómics, pero, sobre todo, artículos de opinión por su poder laxante. Me atrevo a proponer a un autor. El autor es tan “gracioso” que justamente esa es su mayor expresión de seriedad. Por ejemplo, cuando se atrevió a hablar de Timoshenko, Hitler y el Diario Nacional en el año 42 del siglo inmediatamente anterior, lo hace con tal seriedad que se hace imposible no sentir, mientras se lee, su efecto relajante sobre los músculos contraídos. Dice: “A tal punto llegó el prodigio de vitalidad de “El Diario Nacional”, que se llegó a decir que con él no era capaz de acabar nadie, ni siquiera una sirvienta con una escoba.” Las citas abundan, pero la deshidratación no se haría esperar. Suero es lo que pido tener cuando se decida hacer lecturas de Klim¹ en el reeletre.
Propongo leer a Klim, también ciertos artículos de El Malpensante, bajo la precaución de que si se prefiere leer algo de El Malpensante, entonces la injerencia de alimentos deberá ser mayor a lo usual. Aquello que: “si como mucho subo algunos kilos” (arrobas para otros), no tendrá por qué ser una preocupación, pues esto no es un problema cuando el beneficio es mayor: leer un libro en menos de tres sentadas.
Finalizo compartiendo los resultados de un prestigioso investigador científico, el Dr. Banalidad: realizar lecturas pujantes es la mejor medida laxante que se pueda tomar para contar con una placentera área… de conocimiento.
Tal vez lo anterior contenga algo de certeza, y procuraré aproximarme a ella a partir de un tipo específico de lectura que no solo es compatible, sino medicinal para el cuerpo, y que podría hacerse en un espacio exclusivo, de reflexión y retiro para algunos, de nirvana o apocalíptico para otros, espacio que llamaré reeletre (para otros oficina, excusado o Alcaldía).
Propongo una breve relación entre espacio y lectura. No se realiza una lectura de un texto filosófico, de los Diálogos de Platón por ejemplo, mientras se camina por una avenida a medio día. Mientras se camina por allí pueden ser leídos los mensajes de whatsApp, solamente. Cuando se va en la buseta es imposible leer una obra de Moliere, pero sí un código de procedimiento penal. ¿Qué se lee mientras se descansa sobre la silla de un parque? Por supuesto el periódico. ¿Y qué en las noches sobre la cama? La oración final.
La lista de relaciones es más extensa, pero solo quiero llamar la atención sobre una más. Claro que en esta nueva relación no se puede partir del supuesto, como en las anteriores, que efectivamente el espacio es propicio para leer, o más aún, que la actividad que se lleva a cabo en dicho espacio permite una segunda actividad como la lectura. Aunque también podría ser que ese espacio y actividad sean las más propicias para permitir que se realice una lectura. Asumiré que lo segundo es cierto; el problema que habría que resolver, entonces, es qué tipo de lectura es la más adecuada para realizar.
Frente a lo anterior, propongo lecturas de ayuda personal, reseñas bibliográficas y cómics, pero, sobre todo, artículos de opinión por su poder laxante. Me atrevo a proponer a un autor. El autor es tan “gracioso” que justamente esa es su mayor expresión de seriedad. Por ejemplo, cuando se atrevió a hablar de Timoshenko, Hitler y el Diario Nacional en el año 42 del siglo inmediatamente anterior, lo hace con tal seriedad que se hace imposible no sentir, mientras se lee, su efecto relajante sobre los músculos contraídos. Dice: “A tal punto llegó el prodigio de vitalidad de “El Diario Nacional”, que se llegó a decir que con él no era capaz de acabar nadie, ni siquiera una sirvienta con una escoba.” Las citas abundan, pero la deshidratación no se haría esperar. Suero es lo que pido tener cuando se decida hacer lecturas de Klim¹ en el reeletre.
Propongo leer a Klim, también ciertos artículos de El Malpensante, bajo la precaución de que si se prefiere leer algo de El Malpensante, entonces la injerencia de alimentos deberá ser mayor a lo usual. Aquello que: “si como mucho subo algunos kilos” (arrobas para otros), no tendrá por qué ser una preocupación, pues esto no es un problema cuando el beneficio es mayor: leer un libro en menos de tres sentadas.
Finalizo compartiendo los resultados de un prestigioso investigador científico, el Dr. Banalidad: realizar lecturas pujantes es la mejor medida laxante que se pueda tomar para contar con una placentera área… de conocimiento.
¹Lucas Caballero Calderón, fue periodista y escritor colombiano. Nació en el año 1913 y murió en 1982. Sus numerosas columnas se caracterizaban por tener como objeto la cotidianidad de la vida política nacional; con rigor humorístico e inflexible sarcasmo retrato a una sociedad plagada de personalidades cuya misión de existencia fue, precisamente, servir de objeto de burla y anti-ejemplo para el resto de la población.
*Universidad Nacional de Colombia.