Mandamiento
A. González E.
Amarás a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo, así está escrito, con fuego en piedra, como si fuego corriera por mis venas y piedra fuera mi corazón.
Un mandamiento que se deshace o cuaja o represa en la última frase, cómo a ti mismo, cuando no hay amor para uno mismo sino odio, aborrecimiento incluso, deseos de no ser, qué Dios podría soportar eso, permitirlo para pudrición del mandado. En él se queda tanto odio, no lo vomita siquiera, no lo escupe sino en alguna frase suelta, sobre un papel que no es roca, que no permanece, y el vómito jamás fuego será. El odio con el que me odio se parece tanto al amor, ciego y estrecho, no permite a nadie más, no escucha ni ora a nadie más, porque es odio profundo, entrañable odio, odio avaricioso que no quiere en otros perderse, ni siquiera es dulce este veneno, ni siquiera me deja partir, odio mezquino como pocos, prefiere el dolor en la entraña, permanente, milimétrico, prefiere el odio en la entrepierna que un adiós que dure un poco más o menos. La ocasión de la palabra es puente a veces, a veces estaca, odio disfrazado también. Tengo sueño, me duele el alma profunda…la cuchilla no alcanza para la eternidad. Libérame de una vez, hoja infame, secuestrante, sorda, puta caliente, hoja ignorante de mí mismo. Semen mereciste, garabatos, escupitajos al recuerdo lanzaste con tal acendrado desdén que obelisco pareció tu desprecio, bajo las uñas crecido. ¿Cuánto tarda la verdad en surgir? Lo que un poeta en escribir la poesía definitiva. Lo que tarda el odio en disiparse después de la inundación, los primeros brotes del cardo. No existen palabras que rebanen la sangre aún antes de cuajar, en trocitos que todo el mundo aprecie. Eso es una tontería, cada quien tiene su verdad que finge compartir con cada quien, pero no es cierto, no es cierto, nuestra verdad, la mía señor, es única y sólo mía, no la comparto con nadie, si usted lee estas letras no está leyendo mi sangre sino la tinta que mi sangre fue capaz de coagular, tinta negra, hundida en el papel como estaca, hasta que el papel sangre, y así sucesivamente, por lo siglos de los siglos. La mazmorra del alma, nos tiene prisioneros, apretujados nos tiene, no soy capaz de respirar nada distinto a tu hálito serpentino, no soy capaz de copular con nadie que no sean ustedes sin que sepa quienes son ustedes, a veces mis pensamientos son más tuyos que míos, o más tuyos que los tuyos. La mazmorra del alma el así de ceñida, una o dos conciencias de largo por una o dos indecencias de ancho, nunca pude medirla con exactitud, perdido como estuve entre tantas excusas. Ahora que las excusas sobran, puedo liberarme: Quise creer en Dios, pero mientras más quise creer en Dios, menos lograba encontrarlo. Seguramente equivoqué el camino. A estas alturas dios es una hermosa historia, reflejo de nuestro deseo de ser más y mejores seres humanos, de tallar como si carpinteros fuésemos una figura bien pulida, sin aristas que hieran, que calce con todos y todas para hacerles ver y sentir lo mejor de ellos. Al final, ni carpinteros ni alfareros, barro diluido corriendo cerro abajo fuimos, siempre cerro abajo, ¡Qué difícil es encontrar un sendero que nos eleve! |
*Profesor. Mención Honrosa en concurso antológico de poesía latinoamericana “Unidos por la palabra”, organizada por Centro Cultural Jujuy, Buenos Aires, 2021. Finalista “Primer Festival Internacional de Poesía Cuatro Conjuros” (convocado por La Casa del Árbol y Librélula Editores, México). Antologado en libro Cadáver Exquisito Latinoamericano 2022. Editorial Digital EOS. Escuela de Oficios y Saberes. Colaborador en diversas revistas y medios especializados de Latinoamérica. autor de Poemarios “Hijos” (2018); “De amor y de muerte y viceversos” (Editorial Bukowski, Chile) (2019). Poemario “Copulo ergo sum. Amatoria”. Editorial la Equilibrista. España, 2022. . Poemario “Poesía trastornada” Ed. Internacional MedinaLiber, 2022.
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