Nece(si)dades
Lisbeth Lima Hechavarría*
—Es que tú no lo entiendes. No me entiendes, no haces más que observarme y llorar mientras hablo. No es que no lo quiera, es que no me hace falta, no lo necesito. Me sobra. ¿Para qué lo quiero? ¿Por qué debe ser más de uno? Con uno basta. Deja de mirarme como si fuera un bicho raro.
Enma piensa que me he vuelto loco. Pero es que de pronto he comenzado a sentir que me sobra. Al principio la sensación de molestia era soportable, pero ya después comencé a darle uso solo al que necesitaba y el resto se hacía prescindible por completo. Lo ignoré, aunque admito que a veces involuntariamente atinaba a usar más del que debía, pero era inútil la mayor parte del tiempo y ha llegado el momento de apartarlo de mí de una vez y por todas.
Me miro al espejo y qué sensación tan placentera el imaginarme sin el sobrante. Al fin feliz. No más andar molesto. Incluso la ropa me quedaría mejor. Es que no lo entiendo, ¡la gente siente una necesidad de simetría!, es absurdo. Estoy seguro de que sólo uno es necesario.
—Enma, ya lo he decidido. Voy a amputarlo.
—¿Estás loco? Has vivido toda tu vida como una persona normal, nunca antes te había molestado. Es que, ¿dónde se ha visto? ¿A quién puede molestarle un brazo?
—A mí. Porque no lo necesito. Me molesta, me molesta me molesta me molesta. Me da calor, me sobra. Es como una tira colgando en una ropa y no tienes a mano unas tijeras para evitar tirar de ella porque desgarrarías el resto de la tela que sí te gusta. ¿Lo entiendes? Además, ¿quién te ha dicho que tener dos brazos te hace una persona normal? ¿Eres tú normal?, y tienes dos brazos, y dos piernas, y dos orejas, y dos ojos. Abundancias. Ahora te pregunto, ¿no te bastaría con uno solo? ¿Acaso no verías lo mismo sólo con uno, no alcanzarías sólo lo que puedes alcanzar solo con una mano? Lo que no está a tu alcance no lo obtendrás ni con dos ni con diez. Para escuchar, un oído basta, a fin de cuentas, tampoco se escuchan muchas cosas interesantes ni felices. ¡Caminar! ¿Hacen falta las dos piernas para caminar? No, no lo llamaría caminar, es verdad, pero no, para desplazarse no hacen falta piernas.
—Me voy.
—Ya ves. Por eso tenemos una sola boca. Porque para decir lo necesario solo basta una. En eso somos perfectos. Dos agujeros en nuestro cuerpo netamente necesarios, la boca come, el culo caga. No hay nada más sencillo y más complejo a la vez, y tenemos solo uno de cada uno. Eso es simetría. Aunque hay personas a las que la boca se les ha sido otorgada por mera bondad infinita. La lengua también sobra a veces.
No llores más, amor mío. Me has dicho siempre que hay que ser tolerantes, ¿no? Pues eso, anda, ven acá. Despídete de mi brazo muerto.
Enma piensa que me he vuelto loco. Pero es que de pronto he comenzado a sentir que me sobra. Al principio la sensación de molestia era soportable, pero ya después comencé a darle uso solo al que necesitaba y el resto se hacía prescindible por completo. Lo ignoré, aunque admito que a veces involuntariamente atinaba a usar más del que debía, pero era inútil la mayor parte del tiempo y ha llegado el momento de apartarlo de mí de una vez y por todas.
Me miro al espejo y qué sensación tan placentera el imaginarme sin el sobrante. Al fin feliz. No más andar molesto. Incluso la ropa me quedaría mejor. Es que no lo entiendo, ¡la gente siente una necesidad de simetría!, es absurdo. Estoy seguro de que sólo uno es necesario.
—Enma, ya lo he decidido. Voy a amputarlo.
—¿Estás loco? Has vivido toda tu vida como una persona normal, nunca antes te había molestado. Es que, ¿dónde se ha visto? ¿A quién puede molestarle un brazo?
—A mí. Porque no lo necesito. Me molesta, me molesta me molesta me molesta. Me da calor, me sobra. Es como una tira colgando en una ropa y no tienes a mano unas tijeras para evitar tirar de ella porque desgarrarías el resto de la tela que sí te gusta. ¿Lo entiendes? Además, ¿quién te ha dicho que tener dos brazos te hace una persona normal? ¿Eres tú normal?, y tienes dos brazos, y dos piernas, y dos orejas, y dos ojos. Abundancias. Ahora te pregunto, ¿no te bastaría con uno solo? ¿Acaso no verías lo mismo sólo con uno, no alcanzarías sólo lo que puedes alcanzar solo con una mano? Lo que no está a tu alcance no lo obtendrás ni con dos ni con diez. Para escuchar, un oído basta, a fin de cuentas, tampoco se escuchan muchas cosas interesantes ni felices. ¡Caminar! ¿Hacen falta las dos piernas para caminar? No, no lo llamaría caminar, es verdad, pero no, para desplazarse no hacen falta piernas.
—Me voy.
—Ya ves. Por eso tenemos una sola boca. Porque para decir lo necesario solo basta una. En eso somos perfectos. Dos agujeros en nuestro cuerpo netamente necesarios, la boca come, el culo caga. No hay nada más sencillo y más complejo a la vez, y tenemos solo uno de cada uno. Eso es simetría. Aunque hay personas a las que la boca se les ha sido otorgada por mera bondad infinita. La lengua también sobra a veces.
No llores más, amor mío. Me has dicho siempre que hay que ser tolerantes, ¿no? Pues eso, anda, ven acá. Despídete de mi brazo muerto.
*Escritora cubana (Santiago de Cuba, 1995), licenciada en Biología y especialista es Antropología Física. Egresada en 2014 del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Sus cuentos y poemas han sido publicados como parte de diversas antologías en Austria, Venezuela, Francia, España, Polonia, Cuba y próximamente México, Colombia y Argentina bajo el sello editorial Letra latina. También en revistas literarias.