Noche sin tiempo
Cadosbra
I
qué ansia la de estar briago
y sentir el colapso de la carne
vengo arrastrado de no sé qué pena
cansado estoy de no sé qué naufragio
bebiendo una última palabra de no sé qué nostalgia
esta oquedad
que no tiene nombre
que no tiene sombra
cada rincón está trozado
es un silencio
un trago que abrasa
II
otra vez la rabia
es necesario el vocablo en perros infectados de mujer enrabiada
me voy mordiendo hasta arrancar lo que duele
en cada tajada la carne es olvido y polvo
dejando un hueco lleno de rabierío
entonces el reloj marcó las seis
recordé algo que se volvió furia
una fricción de hocicos lacerados
a media noche desboqué la pesadumbre
parado a mitad del desastre ladré a la indolencia del viento
al oscurecer el último día
ya no sobrevino el temblor
apreté los dientes
y me fui rabiando
esta zozobra por su piel
me hace llagar en el pecho y terminar miserable
con un bozal de dientes partidos
que no sirve para contener tanta rabiedad
III
siempre la vi anochecida
de voz serena
perfecta
ella era tiempo sin luz
llegó con silencio
entró a lobregar el pulso
torció mi mueca
la volvió alienada
me regaló un aullido
alcoholizada de negrura me pidió penetrar su amañanada carne
veneré su constelación de mujer eterna
supliqué me enseñara a tocar su infinidad
a masticarnos la amargura
a gemir hasta el letargo de la ira
y nos dolimos todo
acalambrados de tanta nada
quedamos orbitados
fuera del ruido
IV
Con ella la noche se hizo inmortal
conocía mi desenfreno de penumbra
y dejó que me llenara de su hurtada sombra
fue maravilloso
incluso cuando dijo adiós:
caminando de la mano
me regaló su sonrisa de cuarto creciente
y me rajó el pecho con su voz de amanecer
un corte preciso
tierno
casi divino
como acariciando al agónico
que ve como todo se harta de luz
ella fue noche sin tiempo
una sobredosis de espesa niebla
una profunda y dulce herida
que dejó otra grieta en mi escombrerío
otra forma de amanecer estallado
sólo me restó dar las gracias
olvidé que el sol estaba obligado a salir.
qué ansia la de estar briago
y sentir el colapso de la carne
vengo arrastrado de no sé qué pena
cansado estoy de no sé qué naufragio
bebiendo una última palabra de no sé qué nostalgia
esta oquedad
que no tiene nombre
que no tiene sombra
cada rincón está trozado
es un silencio
un trago que abrasa
II
otra vez la rabia
es necesario el vocablo en perros infectados de mujer enrabiada
me voy mordiendo hasta arrancar lo que duele
en cada tajada la carne es olvido y polvo
dejando un hueco lleno de rabierío
entonces el reloj marcó las seis
recordé algo que se volvió furia
una fricción de hocicos lacerados
a media noche desboqué la pesadumbre
parado a mitad del desastre ladré a la indolencia del viento
al oscurecer el último día
ya no sobrevino el temblor
apreté los dientes
y me fui rabiando
esta zozobra por su piel
me hace llagar en el pecho y terminar miserable
con un bozal de dientes partidos
que no sirve para contener tanta rabiedad
III
siempre la vi anochecida
de voz serena
perfecta
ella era tiempo sin luz
llegó con silencio
entró a lobregar el pulso
torció mi mueca
la volvió alienada
me regaló un aullido
alcoholizada de negrura me pidió penetrar su amañanada carne
veneré su constelación de mujer eterna
supliqué me enseñara a tocar su infinidad
a masticarnos la amargura
a gemir hasta el letargo de la ira
y nos dolimos todo
acalambrados de tanta nada
quedamos orbitados
fuera del ruido
IV
Con ella la noche se hizo inmortal
conocía mi desenfreno de penumbra
y dejó que me llenara de su hurtada sombra
fue maravilloso
incluso cuando dijo adiós:
caminando de la mano
me regaló su sonrisa de cuarto creciente
y me rajó el pecho con su voz de amanecer
un corte preciso
tierno
casi divino
como acariciando al agónico
que ve como todo se harta de luz
ella fue noche sin tiempo
una sobredosis de espesa niebla
una profunda y dulce herida
que dejó otra grieta en mi escombrerío
otra forma de amanecer estallado
sólo me restó dar las gracias
olvidé que el sol estaba obligado a salir.