Sobremuriendo I
Sin diamantes
José Alejandro Esquivel Díaz
¿Qué es esta tibia humedad,
la que siento aquí,
en mi costado izquierdo?
Yo sólo me colgué del trole,
desde mi cantón,
en la Guerrero,
como un ídem,
y le caí acá, a Tlatelolco.
Primero, el jale con la banda.
Luego el rollo de los oradores.
Más tarde,
una luz en el cielo sin diamantes.
Sonido como de matracas.
A correr, todos a correr.
¿Alguien me puede explicar?
Yo sólo me colgué del trole,
desde mi cantón,
en la Guerrero,
y le caí acá, a Tlatelolco.
Les escucho: soy todo oídos.
Soy todo ojos.
Soy todo piernas.
Soy todo brazos.
De hecho…
Soy todo sangre.
“Newspaper taxis appear on the shore
Waiting to take you away
Climb in the back with your head in the clouds
And you’re gone.”
The Beatles.
Sobremuriendo II
Veinte calles
Son los sucesos a través del tiempo
los que nos vencen.
Es esa bendita maldición
más antigua que los dioses
la que nos desgasta.
Y henos aquí,
en este bar del tedio.
Veo tu rostro.
[vencido]
Tú ves el mío.
[vencido]
¡Qué soberbio telón de fondo!
Ese estribillo monótono,
vacío, decadente, en ruinas;
amalgamado con esa luz de neón intermitente,
monótona, vacía, decadente, en ruinas.
Quién hubiera dicho, hace veinte años,
[Gardel se equivocó, veinte años es todo.]
que tus ojos de mar Caribe,
hoy surcados de dejá vous,
habrían algún día de secarse.
Hoy convertidos en témpanos.
Hoy convertidos en un paisaje inhóspito y lejano.
¡Si éramos dioses, éramos montañas, éramos grito!
Llevamos cuarenta minutos sentados,
tres cervezas y cuatro palabras,
o posiblemente algunas más,
entre éstas, tu pregunta:
¿Hay alguien que te espera?
Mi sonrisa amarga, y mi respuesta
con olor a cebada: No.
Descubro tu arrebato pasional hacia el mesero.
Lo estás deseando, lo sé.
Pero sé también que hace veinte años,
me deseabas más que a tu juventud lejana,
más que a tus sueños perdidos,
más que a tu seguridad en el mañana.
Tu amante de cinco segundos nos trae la cuenta.
Salimos. La noche es fría.
Nuestro auto no está, nuestro chofer no está.
Se quedaron en el techo del hotel barato
donde los inventábamos.
Tomas un taxi. Te sigo con la mirada.
[mi última mirada]
Camino, camino, camino.
No fumo, pero en este instante me gustaría hacerlo.
Han sido doce calles o quizás veinte, no lo sé.
[son oscuras y hermosas]
A lo lejos, bajo una tenue luz,
alcanzo a distinguir una figura,
saca un objeto de entre sus ropas,
despide un destello,
una luz en el cielo sin diamantes,
es el filo de mi encuentro.
Mentí, ahora lo sé…
Alguien me espera.
los que nos vencen.
Es esa bendita maldición
más antigua que los dioses
la que nos desgasta.
Y henos aquí,
en este bar del tedio.
Veo tu rostro.
[vencido]
Tú ves el mío.
[vencido]
¡Qué soberbio telón de fondo!
Ese estribillo monótono,
vacío, decadente, en ruinas;
amalgamado con esa luz de neón intermitente,
monótona, vacía, decadente, en ruinas.
Quién hubiera dicho, hace veinte años,
[Gardel se equivocó, veinte años es todo.]
que tus ojos de mar Caribe,
hoy surcados de dejá vous,
habrían algún día de secarse.
Hoy convertidos en témpanos.
Hoy convertidos en un paisaje inhóspito y lejano.
¡Si éramos dioses, éramos montañas, éramos grito!
Llevamos cuarenta minutos sentados,
tres cervezas y cuatro palabras,
o posiblemente algunas más,
entre éstas, tu pregunta:
¿Hay alguien que te espera?
Mi sonrisa amarga, y mi respuesta
con olor a cebada: No.
Descubro tu arrebato pasional hacia el mesero.
Lo estás deseando, lo sé.
Pero sé también que hace veinte años,
me deseabas más que a tu juventud lejana,
más que a tus sueños perdidos,
más que a tu seguridad en el mañana.
Tu amante de cinco segundos nos trae la cuenta.
Salimos. La noche es fría.
Nuestro auto no está, nuestro chofer no está.
Se quedaron en el techo del hotel barato
donde los inventábamos.
Tomas un taxi. Te sigo con la mirada.
[mi última mirada]
Camino, camino, camino.
No fumo, pero en este instante me gustaría hacerlo.
Han sido doce calles o quizás veinte, no lo sé.
[son oscuras y hermosas]
A lo lejos, bajo una tenue luz,
alcanzo a distinguir una figura,
saca un objeto de entre sus ropas,
despide un destello,
una luz en el cielo sin diamantes,
es el filo de mi encuentro.
Mentí, ahora lo sé…
Alguien me espera.
Sobremuriendo III
Remedios Varo,
calamidades dolar
“Es un lugar donde el tuerto es rey, mira que sobrevivir
en un país gobernado por cerdos y sin embargo ser felices,
eso es creatividad”
Barzev
Te invento a la medianoche.
La verdad sea dicha, también por la tarde,
y al amanecer.
Mil veces beso tu sombra y a la sombra
de tu sombra.
Le hablo a mi espejo de ti.
Doy la vuelta al tiempo. ¡Qué importa!
Si, finalmente, este siglo ya pasó.
O quizás ya todos.
Como tampoco importa si tenemos rostro,
o si nos lo han arrancado,
Al menos a uno de cuarenta y tres.
He aquí la tierra de los hombres pájaro,
y de los vampiros astrales.
Todos en la misma barca.
Esa barca se llama Costa Line.
¿Ahora lo comprendes?
Sigue navegando en el mar de la impunidad.
Excepto la verdad, aquí todo es posible.
Luego entonces:
¿Crees que tus devaneos me van a impresionar?
Cuando empiezo a construir otro mundo,
el mismo que construyo todos los días,
los gusanos se ríen de mi.
Y ahora, mi vecino, también tu vecino,
una cabra loca encerrada en cristalería.
Loca cabra, pero cabra poderosa.
Estoy cansado, y tú sigues durmiendo.
Sí, a ti, a ti te hablo.
Comparte mi insomnio, comparte mi vigilia.
¿Crees que no tengo razón?
No importa,
nadie la tiene.
Además… él ya apretó el botón.
en un país gobernado por cerdos y sin embargo ser felices,
eso es creatividad”
Barzev
Te invento a la medianoche.
La verdad sea dicha, también por la tarde,
y al amanecer.
Mil veces beso tu sombra y a la sombra
de tu sombra.
Le hablo a mi espejo de ti.
Doy la vuelta al tiempo. ¡Qué importa!
Si, finalmente, este siglo ya pasó.
O quizás ya todos.
Como tampoco importa si tenemos rostro,
o si nos lo han arrancado,
Al menos a uno de cuarenta y tres.
He aquí la tierra de los hombres pájaro,
y de los vampiros astrales.
Todos en la misma barca.
Esa barca se llama Costa Line.
¿Ahora lo comprendes?
Sigue navegando en el mar de la impunidad.
Excepto la verdad, aquí todo es posible.
Luego entonces:
¿Crees que tus devaneos me van a impresionar?
Cuando empiezo a construir otro mundo,
el mismo que construyo todos los días,
los gusanos se ríen de mi.
Y ahora, mi vecino, también tu vecino,
una cabra loca encerrada en cristalería.
Loca cabra, pero cabra poderosa.
Estoy cansado, y tú sigues durmiendo.
Sí, a ti, a ti te hablo.
Comparte mi insomnio, comparte mi vigilia.
¿Crees que no tengo razón?
No importa,
nadie la tiene.
Además… él ya apretó el botón.