Su hermano
[Poema en prosa]
David Huerta
La huella del sudor no debía distraerlo al inclinarse sobre el rostro muerto, el remate de ese organismo inmóvil, el cuerpo distendido y acostado boca arriba sobre la inercia de la tierra. Debía concentrarse en registrar cada uno de los rasgos: la nariz ancha y picada de viruela, los labios delgados y ya azulosos, el dibujo firme de las cejas, los párpados ligeramente hinchados, las arrugas de la frente ahora en trance de alisarse por el rigor de la muerte. El calor era una especie de plancha amarilla sobre sus espaldas. Era este un destino cumplido, una forma del ser al margen de las energías acostumbradas, se decía, tratando sinceramente de convencerse con una serie de razones “filosóficas”. Pero el cuerpo de su hermano estaba allí, más allá de su propio sufrimiento; estaba salvado por la muerte, sin duda: era, empero, el origen de todo el dolor presente para él, un sufrimiento intransferible, agotador. El sudor le cubría la espalda y comenzó a sentir comezón en el hombro derecho. Se dijo de nuevo que el sudor no debería distraerlo y entonces hizo lo que debía hacer: bajar los párpados de su hermano sobre los globos oculares velados por la ausencia, apenas húmedos, lejanos como la mano que en ese momento les quitaba una mirada que se había perdido para siempre en el anochecerse del cuerpo fraternal.