Testimonio anónimo de la balacera de ayer
O. S. Cranston*
No, la verdad es que nunca fui tan amigo de Angélica, solo éramos compañeros de trabajo, ya sabes, de los que se saludan por cortesía, de los que a veces concuerdan horarios para comer y de los que no se espera nada uno del otro, de hecho, lo único que sabía de ella cuando sucedió todo era su nombre y apellido. Angélica Hernández, un nombre bastante común aquí en Detéramo. Ahora bien, que si me preguntas si lo veía venir, la verdad es que no, digo, nadie espera que estas cosas pasen. ¿Quién c***** está preparado para asistir a su trabajo desde las nueve de la mañana para ver que, en el turno del cierre del día anterior, un compañero cerró el local y balaceó a todos? No es que no me duela, es que estoy consternado, estoy furioso, indignado y hasta asustado. ¿Cuántas cosas se guardaba esta chica?
¿Que si lo veía venir? O sea, no, como tal no, pero al mismo tiempo sí, es decir, había algo en el como nos tratábamos entre compañeros que me hacía dudar de si las bromas que le hacíamos a Angélica y Glenda eran en serio; obviamente entre hombres sabíamos que no todo era verdad, un día Ricardo llegaba y me decía “Eres un tarado”, y sabía que lo hacía de broma, porque después ocupaba una grosería como p****** o c****, pero entre las chicas era diferente. Lo he de confesar, también me sumé en su momento a las burlas, no soy monedita de oro, pero Pepe, Gabriel y Gerardo sí se pasaban; Don Toño, el que hacía la limpieza en el local, decía luego que se metían los tres al baño de las chicas a gritar obscenidades cuando Glenda o Angélica lo ocupaban. De verdad que esos c******* no tenían temor de Dios.
Bueno, seré honesto, no soy quien para contarlo, y espero de verdad que no escriban mi nombre en el testimonio, pero creo que alguien debe de decirlo. Yo creo que el ambiente entre nosotros cambió radicalmente por ahí de enero o febrero, cuando la tienda volvió a abrir después de la pandemia. Sí, por esas fechas, y es que también el departamento de Recursos Humanos era un chiste, si tenías problemas con alguien del trabajo, te mandaban a llamar junto con el otro, supuestamente hablaban para solucionar el conflicto, intentaban llegar a un común acuerdo y, en la práctica, solo hacía que el problema se complicara más, y eso mismo pasó con Angélica, ella se quejó con Patricia, la encargada de la sucursal, y Gabriel, Gerardo y Pepe fueron llamados, ella lloraba frente a Paty, Glenda también fue convocada como testigo y Paty, en lugar de ponerle un alto a los léperos, en lugar de amenazarlos con despedirlos o algo que de verdad los asustara, se limitó a decirles “Chicos, está mal molestar a sus compañeros, por favor, no hagan eso de nuevo”, y les puso un reporte administrativo. ¿Sabes lo que es eso? Un chiste, una tontería, supuestamente si juntas tres de esos en un periodo de tres meses te despiden; pero, primero, caducan después de tres meses, no son permanentes, y segundo, Patricia no sabía como registrarlos, por lo que, en realidad, nunca tuvieron el cochino reporte, a fin de cuentas. De verdad que trabajar en Detéramo no solo es difícil por la economía.
Pues bien, en una de esas tardes, mientras yo acomodaba la ropa de los aparadores y Joaquín atendía a dos señoras de talla XXL, si sabe a lo que me refiero, me dio por escapar para huir de esas clientas; por si no lo sabe, son las más testarudas en cuanto a las tallas, pero bueno. Hui hacia los baños y mientras chateaba por mi celular con el internet del local, escuché unos pasos en el vestidor de empleados, y era normal, eran las dos y el turno de la mañana había acabado; aunque, parecían apurados por la forma en la que llegaron, escuché a Angélica decir, “Deja de molestarme, estoy harta de que siempre tenga que decirlo” y luego oí a Pepe decir “Ya deja de hacerte la difícil, si bien sabes que quieres conmigo”. La neta era un chismesazo que no podía creer, y estaba a punto de escribírselo a Lucero hasta que se oyó una cachetada, después unos pasos y a Angélica respirando un poco acelerada. Me quedé mudo, de verdad, estaba muriéndome de miedo, luego Angelica dijo “No sé como hacerte entender que lo mío con Glenda es en serio, no estoy jugando, y si me vuelves a acosar como lo haces, junto con los p******* de tus amigos, te voy a denunciar, así que para, por favor”.
Angy siempre fue de las que no podía defenderse fácilmente, de esas que tenías que tratarla con cuidado y que moría de nervios al intentar hablar; Glenda, por otro lado, era su pilar emocional, ella era fuerte, en varias ocasiones se había puesto a los puños con Gerardo y a Gabriel le había dejado la nariz torcida en una de esas; sin embargo, Pepe… ahora sabemos que no tomaba bien las negativas. Nunca sabremos porque no habían renunciado, yo lo que creo es que tenían miedo de que ningún otro lugar las quisiera contratar, ya sabes, eso de “meter a chicas de esa índole es de mala suerte” se suele creer mucho acá en Detéramo, pero bueno, ¿qué se le puede hacer? Yo ahora no puedo hacer nada.
¡Por Dios! O sea, ayer me despedí de ellas, desde que escuché aquello me había dado un sentimiento de miedo y no quería que les pasara nada, le dije a Glenda que la acompañaría a su casa, pero me dijo que no, le pregunté a Angy si quería que me quedara hasta las nueve para que no se fuera sola y también se negó, confronté Gabriel y Gerardo para que no le echaran burla a las chicas como antes y me dijeron “Ya, está bien, ya no más burla”, pero Pepe… De verdad que no me lo creo. Perdón por llorar, pero ese b*******… De haber sabido que su padre era policía, de haber sabido que tenía un arma, no me hubiera ido del trabajo, de verdad, no me hubiera ido.
¿Que si lo veía venir? O sea, no, como tal no, pero al mismo tiempo sí, es decir, había algo en el como nos tratábamos entre compañeros que me hacía dudar de si las bromas que le hacíamos a Angélica y Glenda eran en serio; obviamente entre hombres sabíamos que no todo era verdad, un día Ricardo llegaba y me decía “Eres un tarado”, y sabía que lo hacía de broma, porque después ocupaba una grosería como p****** o c****, pero entre las chicas era diferente. Lo he de confesar, también me sumé en su momento a las burlas, no soy monedita de oro, pero Pepe, Gabriel y Gerardo sí se pasaban; Don Toño, el que hacía la limpieza en el local, decía luego que se metían los tres al baño de las chicas a gritar obscenidades cuando Glenda o Angélica lo ocupaban. De verdad que esos c******* no tenían temor de Dios.
Bueno, seré honesto, no soy quien para contarlo, y espero de verdad que no escriban mi nombre en el testimonio, pero creo que alguien debe de decirlo. Yo creo que el ambiente entre nosotros cambió radicalmente por ahí de enero o febrero, cuando la tienda volvió a abrir después de la pandemia. Sí, por esas fechas, y es que también el departamento de Recursos Humanos era un chiste, si tenías problemas con alguien del trabajo, te mandaban a llamar junto con el otro, supuestamente hablaban para solucionar el conflicto, intentaban llegar a un común acuerdo y, en la práctica, solo hacía que el problema se complicara más, y eso mismo pasó con Angélica, ella se quejó con Patricia, la encargada de la sucursal, y Gabriel, Gerardo y Pepe fueron llamados, ella lloraba frente a Paty, Glenda también fue convocada como testigo y Paty, en lugar de ponerle un alto a los léperos, en lugar de amenazarlos con despedirlos o algo que de verdad los asustara, se limitó a decirles “Chicos, está mal molestar a sus compañeros, por favor, no hagan eso de nuevo”, y les puso un reporte administrativo. ¿Sabes lo que es eso? Un chiste, una tontería, supuestamente si juntas tres de esos en un periodo de tres meses te despiden; pero, primero, caducan después de tres meses, no son permanentes, y segundo, Patricia no sabía como registrarlos, por lo que, en realidad, nunca tuvieron el cochino reporte, a fin de cuentas. De verdad que trabajar en Detéramo no solo es difícil por la economía.
Pues bien, en una de esas tardes, mientras yo acomodaba la ropa de los aparadores y Joaquín atendía a dos señoras de talla XXL, si sabe a lo que me refiero, me dio por escapar para huir de esas clientas; por si no lo sabe, son las más testarudas en cuanto a las tallas, pero bueno. Hui hacia los baños y mientras chateaba por mi celular con el internet del local, escuché unos pasos en el vestidor de empleados, y era normal, eran las dos y el turno de la mañana había acabado; aunque, parecían apurados por la forma en la que llegaron, escuché a Angélica decir, “Deja de molestarme, estoy harta de que siempre tenga que decirlo” y luego oí a Pepe decir “Ya deja de hacerte la difícil, si bien sabes que quieres conmigo”. La neta era un chismesazo que no podía creer, y estaba a punto de escribírselo a Lucero hasta que se oyó una cachetada, después unos pasos y a Angélica respirando un poco acelerada. Me quedé mudo, de verdad, estaba muriéndome de miedo, luego Angelica dijo “No sé como hacerte entender que lo mío con Glenda es en serio, no estoy jugando, y si me vuelves a acosar como lo haces, junto con los p******* de tus amigos, te voy a denunciar, así que para, por favor”.
Angy siempre fue de las que no podía defenderse fácilmente, de esas que tenías que tratarla con cuidado y que moría de nervios al intentar hablar; Glenda, por otro lado, era su pilar emocional, ella era fuerte, en varias ocasiones se había puesto a los puños con Gerardo y a Gabriel le había dejado la nariz torcida en una de esas; sin embargo, Pepe… ahora sabemos que no tomaba bien las negativas. Nunca sabremos porque no habían renunciado, yo lo que creo es que tenían miedo de que ningún otro lugar las quisiera contratar, ya sabes, eso de “meter a chicas de esa índole es de mala suerte” se suele creer mucho acá en Detéramo, pero bueno, ¿qué se le puede hacer? Yo ahora no puedo hacer nada.
¡Por Dios! O sea, ayer me despedí de ellas, desde que escuché aquello me había dado un sentimiento de miedo y no quería que les pasara nada, le dije a Glenda que la acompañaría a su casa, pero me dijo que no, le pregunté a Angy si quería que me quedara hasta las nueve para que no se fuera sola y también se negó, confronté Gabriel y Gerardo para que no le echaran burla a las chicas como antes y me dijeron “Ya, está bien, ya no más burla”, pero Pepe… De verdad que no me lo creo. Perdón por llorar, pero ese b*******… De haber sabido que su padre era policía, de haber sabido que tenía un arma, no me hubiera ido del trabajo, de verdad, no me hubiera ido.
*(Oscar Raúl Gil Zarza), con cuentos publicados en diversas revistas latinoamericanas y españolas. Autor de “¿Ese era yo?” (UserName No.2, septiembre 2020), “El misionero” (135Magazine, 1ra convocatoria, diciembre 2020) y “Jorge Alfonso” (Caza de Versos, Relatos de una pandemia inesperada, diciembre 2020).