Una ácida injusticia
René Ostos
Es una verdadera injusticia que siendo uno de los alimentos mexicanos por excelencia no se le dé el lugar que se merece, ni siquiera es considerado una fruta y se le relega a la sección de verduras en los mercados y supermercados. No es el aguacate, tampoco el chayote y menos el chile, porque el chile siempre ha estado en boca de todos los mexicanos; en la comida es alabado como ingrediente esencial de las salsas; en el lenguaje coloquial, nos referimos a él cuando hablamos con la pura verdad; y en los deportes, hasta ha sido mascota de la selección.
No, amigos, de quien hablo es de un olvidado, un paria, que sin su amargo sabor, la vida del mexicano no sería la misma: el limón.
Así es, damas y caballeros, los mexicanos, en su gran mayoría, utilizamos el limón a diestra y siniestra. Se lo ponemos a sopas, caldos, carnes, tacos, ensaladas, jugos, dulces, frituras, pasteles, remedios, aguas, refrescos, aromatizantes, jabones, cabellos rebeldes y axilas apestosas. Como proyectil, lo hemos utilizado alguna vez, o en su defecto lo han utilizado en contra nuestra, porque no me digan que nunca han recibido o dado un limonazo, si hasta es aerodinámico. ¿Podrían hacer todo esto con el chile? Supongo que sí. Pero los resultados no serían agradables y efectivos en todos los casos. A ver, háganse un jugo o pastel de chile, o embárrense chile en las axilas para que no les huelan a sudor.
Hasta la salsa más mexicana no sería gran cosa si no le agregáramos limón. Imagínense un pico de gallo, con su cebollita, su chile verde, su jitomatito y salecita… pero sin limón. ¿Les sabe? O qué tal los pescados y mariscos que tanto gustan a los mexicanos, sin limón no serían lo mismo. Díganme, ¿de qué sabor es el agua fresca por excelencia y la nieve que mejor quita el calor? Sí, de limón.
Nuestro verde, ácido y redondo amigo no sólo se limita al ámbito alimenticio, también suele utilizarse como remedio casero. ¿Quién no se ha tomado una cucharadita de limón con miel para el dolor de garganta? Como limpiador, mezclado con un poco de bicarbonato, es excelente para devolverle el brillo a la plata. Como cosmético (no sólo para los hedores y pelos rebeldes), aplicado directamente en la piel, funciona como loción astringente. Para combustible de cohetes caseros: mezcle bicarbonato con limón. Como descongestionante: ponga unas gotitas de limón en sus fosas nasales (cuidado con ésta, no es nada agradable). Para dar masajes: tome dos limones y póngalos en sus manos, aplique presión con movimientos circulares sobre la espalda. ¿Sale de viaje y con tanta curva se marea? Chupe un limón. ¿Problemas de caspa? Aplique jugo de limón sobre el cuero cabelludo, deje reposar 15 minutos y lávese con el champú de su preferencia. ¿Acidez estomacal? Mezcle el jugo de dos limones en un vaso de agua tibia y bébalo, en media hora se sentirá mejor. Como antioxidante de frutas, ponga limón en las rebanadas de manzana, pera o aguacate. ¿Se manchó de tinta? Frote la mancha con jugo de limón hasta que ésta desaparezca. ¿Falta de apetito? Tómese el jugo de uno o dos limones antes de la comida.
El limón es originario del Asia menor y fue introducido a México por los españoles. Ese bien podría ser el principal “pero” de sus detractores al considerarlo un extranjero; sin embargo, yo les pregunto, ¿acaso no somos un pueblo mestizo? Él ya lleva más de 500 años viviendo aquí, es mexicano por residencia y por tradición.
Díganme entonces, ¿le damos al limón el lugar que se merece? ¿Cuándo será considerado oficialmente como parte insustituible de la comida mexicana como lo es el chile? ¿Cuándo será tomado en cuenta para ser mascota de la selección? ¿Cuándo escucharemos decir al mexicano -¡Ah, qué buen limón, está bastante acidito!? ¿Exigiremos que le sea dado un lugar privilegiado en los comercios, o ya de perdida que lo pongan en la sección de la fruta? ¿Usaremos un moño o una pulsera verde limón para protestar? ¿Si el chile se utiliza para hablar con la pura verdad, diremos limón al referirnos a lo polifacético? Estamos en deuda con él, porque la identidad de un pueblo proviene de su cultura, y el limón
es, sin lugar a dudas, un pilar en la nuestra.
No, amigos, de quien hablo es de un olvidado, un paria, que sin su amargo sabor, la vida del mexicano no sería la misma: el limón.
Así es, damas y caballeros, los mexicanos, en su gran mayoría, utilizamos el limón a diestra y siniestra. Se lo ponemos a sopas, caldos, carnes, tacos, ensaladas, jugos, dulces, frituras, pasteles, remedios, aguas, refrescos, aromatizantes, jabones, cabellos rebeldes y axilas apestosas. Como proyectil, lo hemos utilizado alguna vez, o en su defecto lo han utilizado en contra nuestra, porque no me digan que nunca han recibido o dado un limonazo, si hasta es aerodinámico. ¿Podrían hacer todo esto con el chile? Supongo que sí. Pero los resultados no serían agradables y efectivos en todos los casos. A ver, háganse un jugo o pastel de chile, o embárrense chile en las axilas para que no les huelan a sudor.
Hasta la salsa más mexicana no sería gran cosa si no le agregáramos limón. Imagínense un pico de gallo, con su cebollita, su chile verde, su jitomatito y salecita… pero sin limón. ¿Les sabe? O qué tal los pescados y mariscos que tanto gustan a los mexicanos, sin limón no serían lo mismo. Díganme, ¿de qué sabor es el agua fresca por excelencia y la nieve que mejor quita el calor? Sí, de limón.
Nuestro verde, ácido y redondo amigo no sólo se limita al ámbito alimenticio, también suele utilizarse como remedio casero. ¿Quién no se ha tomado una cucharadita de limón con miel para el dolor de garganta? Como limpiador, mezclado con un poco de bicarbonato, es excelente para devolverle el brillo a la plata. Como cosmético (no sólo para los hedores y pelos rebeldes), aplicado directamente en la piel, funciona como loción astringente. Para combustible de cohetes caseros: mezcle bicarbonato con limón. Como descongestionante: ponga unas gotitas de limón en sus fosas nasales (cuidado con ésta, no es nada agradable). Para dar masajes: tome dos limones y póngalos en sus manos, aplique presión con movimientos circulares sobre la espalda. ¿Sale de viaje y con tanta curva se marea? Chupe un limón. ¿Problemas de caspa? Aplique jugo de limón sobre el cuero cabelludo, deje reposar 15 minutos y lávese con el champú de su preferencia. ¿Acidez estomacal? Mezcle el jugo de dos limones en un vaso de agua tibia y bébalo, en media hora se sentirá mejor. Como antioxidante de frutas, ponga limón en las rebanadas de manzana, pera o aguacate. ¿Se manchó de tinta? Frote la mancha con jugo de limón hasta que ésta desaparezca. ¿Falta de apetito? Tómese el jugo de uno o dos limones antes de la comida.
El limón es originario del Asia menor y fue introducido a México por los españoles. Ese bien podría ser el principal “pero” de sus detractores al considerarlo un extranjero; sin embargo, yo les pregunto, ¿acaso no somos un pueblo mestizo? Él ya lleva más de 500 años viviendo aquí, es mexicano por residencia y por tradición.
Díganme entonces, ¿le damos al limón el lugar que se merece? ¿Cuándo será considerado oficialmente como parte insustituible de la comida mexicana como lo es el chile? ¿Cuándo será tomado en cuenta para ser mascota de la selección? ¿Cuándo escucharemos decir al mexicano -¡Ah, qué buen limón, está bastante acidito!? ¿Exigiremos que le sea dado un lugar privilegiado en los comercios, o ya de perdida que lo pongan en la sección de la fruta? ¿Usaremos un moño o una pulsera verde limón para protestar? ¿Si el chile se utiliza para hablar con la pura verdad, diremos limón al referirnos a lo polifacético? Estamos en deuda con él, porque la identidad de un pueblo proviene de su cultura, y el limón
es, sin lugar a dudas, un pilar en la nuestra.