Voz en la piedra, un acercamiento a la poética de Ricardo López Méndez
Aída López Sosa*
Ricardo López Méndez recupera la historia del mestizaje con palabras hechas poesía. En Voz en la piedra canta lo vivido en cuatro siglos cuando la noble y leal ciudad de Mérida cumplió 400 años de ser conquistada. El poeta le da voz a la piedra debido a que la considera símbolo inmóvil de la historia, ya que permanece siempre la misma, irreductible y absoluta, por algo Aristóteles no utilizó la madera como materia para su doctrina causal. A través de epifanías, reconstruye los momentos sangrientos durante el encuentro de los dos mundos, tan disímbolos pero, que a la postre, terminaron por fusionarse: …en las venas del blanco, sangre indígena, bajo la piel de bronce, sangre blanca.
La devoción de López Méndez por México y América lo llevó a escribir después de Credo en 1940, Voz en la piedra en 1942, situada entre otros dos poema a su Mérida: La tierra nuestra (1927) y el Poema del Nuevo Mundo (1944). El poema de largo aliento en cuatro momentos, uno por siglo, entreteje con vastos recursos literarios e imágenes lapidarias las actuaciones de personajes terrenales y divinos durante el sanguinario encuentro, teniendo siempre a la piedra como testigo, algunas veces pisoteada, otras manchada, de la que floreció sangré nueva resentida, pero con esperanza, como apunta en otro de los versos. Francisco de Montejo, “El mozo”; Carlos V, Kukulcán, Nachí Cocom, Zamná, Hernán Cortés, la Malinche y Gonzalo Guerrero se mueven en distintos espacios de la tierra del Mayab. Ichcaansihó, las ciudades legendarias de Cíbola y Quivira, Sotuta, Mérida, cenotes, selvas y mares son escenarios históricos retomados en su poética.
El autor en su primer verso acepta que está poseído por la voz de la piedra, misma que se desprenderá y volará en ricas metáforas. Con esta advertencia se van desplegando estampas donde viajan las palabras con fortaleza, consecuencia de su necesidad por contar y cantar los cuatro siglos de mestizaje.
Nativa en mi tu voz,
se me desprende y vuela
en una inmensa parvada de caminos con alas…
En el aire,
donde viajan palabras con presencia de espíritu,
yo pongo en esta hora de nido y milagro,
tensa en arco de cuatro siglos,
la flecha de mi aliento con el ágil ritmo de mi ansiedad,
que te dibuja con todos tus perfiles,
¡Intacta tierra del Mayab,
intacta como la virgen piel en que agonizan las tintas del deseo,
y te recojo integra en mi prisma
para sentir tu sombra que me alcanza
y me envuelve en tornasol,
y me deshoja,
sin más promesa nueva que ser viejo en tu sangre,
y joven en la augusta cosecha de horizontes
que nacen y se pierden en la piedra!
Para López Méndez la piedra tiene la fuerza para expresarse, la autoridad por ser el escombro de los siglos y en la cual el maya se quedó dormido y el blanco maduró su pena.
En otro de los versos reconoce que tanto nativos como blancos, aunque distintos, tienen la misma naturaleza. La idea queda plasmada en una estrofa empática.
El blanco y el nativo son voces en la piedra,
están presentes en el mismo grito
y tienen del dolor la misma idea.
Fuga de selva que se incendia en danza,
todo se forma y se desvanece en piedra.
Culmina el primer siglo con una sentencia poderosa:
¡Intacta tierra del mayab, intacta,
nadie podrá llegar hasta tu entraña,
sin que sangren sus manos en la piedra!
En concordancia con su apelativo de Vate, se adelantó. La historia documenta que los grandes cambios se dan cada 500 años, motivo por el cual después de la pandemia el Instituto Pantome declaró para el 2022, el color “Veri Peri”, una combinación de azul con rojo violáceo. López Méndez hace alusión en Voz en la piedra a este color sin nombrarlo en el segundo verso del segundo siglo intitulado: “Fundación, 1542”. Al igual que en “Credo” se vale de la anáfora: “Hace ya cuatro siglos”, para narrar.
Hace ya cuatro siglos,
que la ciudad de Mérida,
fundada sobre la vieja Ichcaansihó,
florece como la llama en que se junta
el rojo vivo de la sangre con el azul del cielo.
La siguiente estrofa alude a la lengua romance que impusieron los blancos. La belleza estética no menoscaba la dureza de la verdad hecha poesía.
Hace ya cuatro siglos,
el romance sonoro de Castilla
se modeló en el aliento de los mayas,
y así el conquistador queda marcado
en su lengua con hierro del esclavo.
El amor y sus demonios fueron temas centrales de su cerca de 200 poemas, una gran cantidad musicalizados por compositores relevantes de la Época de Oro. De esta manera, en el tercer siglo narra en “Prólogo de raza, 1511”, el encuentro amoroso entre Hernán Cortés y la Malinche, quedando sellado por “El beso”. En franca antítesis dota de significado la unión de los labios de la indígena y los del hombre blanco, ya que el beso entre ellos no lo considera una semilla de raza, ni tálamo de almas que se funden, sino un llanto que quema las alas y los labios. En sus palabras: Un pecado blanco, que arde en la piel morena del hombre americano.
Sin embargo, ensalza el beso de la raza en la figura de Gonzalo Guerrero, “El padre del mestizaje”, quien luchó a favor de los indígenas en tierras americanas. La unión de las dos razas nació …de la angustia buena, del aliento del mar que lleva esencias. En el siguiente verso alude a la creencia popular de que quien toma las aguas del cenote, se queda para siempre en Yucatán, volviéndose parte del ciclo natural de la tierra hasta convertirse en un alma nueva.
En el último siglo, el momento actual del poeta intitulado: Elogio de la ciudad mestiza, 1942, hay un canto de esperanza. Mérida a cuatro siglos es luminosa, musical. La describe en su arquitectura.
Ciudad de calles rectas donde juegan
números a los pares y a los nones,
de la epopeya hispana solo quedan
en ti dos guerreros castellanos
que custodian la Casa de Montejo,
como dos sombras del pasado, inmóviles,
en el castigo eterno de la piedra.
Siendo intenso lector y poseedor de una biblioteca que albergaba tomos variados de escritores de todo el mundo, sería bonito pensar que la penúltima estrofa de Voz en la piedra es un guiño a Oscar Wilde en su cuento El ruiseñor y la rosa, ya que habla de una codorniz enamorada -en vez del ruiseñor- que durante la noche, atada al flamboyán -en vez de la rosa-, al alba en flores brinda la sangre de la piedra, como sucede en la narración del dublinés cuando la rosa blanca se tiñe de rojo por la sangre del ruiseñor.
El poema se publicó en una plaquette en 1942, el escritor Antonio Mediz Bolio, quien lo nombró “Vate”, porque vaticina y conoce la memoria de su pueblo y la canta, escribió el prólogo. Lo reconoce como la generación que le sigue, ya que Ricardo había sido integrante del grupo literario Esfinge fundado por él en Mérida. Lo califica como un poeta de sensibilidad finísima, varonil y de buen gusto; un escritor vigoroso y personal.
El amor a su patria y a su tierra quedó de manifiesto en varios textos. Considerado en la línea de los estridentistas, sus poemas patrióticos forman parte del corpus de su amplia obra que incluye poesía, ensayo y periodismo cultural, a las que se suman sus actividades como locutor, radiodifusor, empresario y productor.
La exaltación de los versos son contagiosos es por eso que la retórica de López Méndez funciona, porque complace y forma públicos, como aseveró Carlos Monsiváis. Alfonso Reyes, Pablo Neruda, Ermilo Abreu Gómez, son algunas de las figuras relevantes que exaltaron el valor, la calidad estética y la resonancia de sus poemas patrióticos al elevar la conciencia moral de la belleza de México en el que nunca dejó de creer y que le inspiró hasta su último aliento.
La devoción de López Méndez por México y América lo llevó a escribir después de Credo en 1940, Voz en la piedra en 1942, situada entre otros dos poema a su Mérida: La tierra nuestra (1927) y el Poema del Nuevo Mundo (1944). El poema de largo aliento en cuatro momentos, uno por siglo, entreteje con vastos recursos literarios e imágenes lapidarias las actuaciones de personajes terrenales y divinos durante el sanguinario encuentro, teniendo siempre a la piedra como testigo, algunas veces pisoteada, otras manchada, de la que floreció sangré nueva resentida, pero con esperanza, como apunta en otro de los versos. Francisco de Montejo, “El mozo”; Carlos V, Kukulcán, Nachí Cocom, Zamná, Hernán Cortés, la Malinche y Gonzalo Guerrero se mueven en distintos espacios de la tierra del Mayab. Ichcaansihó, las ciudades legendarias de Cíbola y Quivira, Sotuta, Mérida, cenotes, selvas y mares son escenarios históricos retomados en su poética.
El autor en su primer verso acepta que está poseído por la voz de la piedra, misma que se desprenderá y volará en ricas metáforas. Con esta advertencia se van desplegando estampas donde viajan las palabras con fortaleza, consecuencia de su necesidad por contar y cantar los cuatro siglos de mestizaje.
Nativa en mi tu voz,
se me desprende y vuela
en una inmensa parvada de caminos con alas…
En el aire,
donde viajan palabras con presencia de espíritu,
yo pongo en esta hora de nido y milagro,
tensa en arco de cuatro siglos,
la flecha de mi aliento con el ágil ritmo de mi ansiedad,
que te dibuja con todos tus perfiles,
¡Intacta tierra del Mayab,
intacta como la virgen piel en que agonizan las tintas del deseo,
y te recojo integra en mi prisma
para sentir tu sombra que me alcanza
y me envuelve en tornasol,
y me deshoja,
sin más promesa nueva que ser viejo en tu sangre,
y joven en la augusta cosecha de horizontes
que nacen y se pierden en la piedra!
Para López Méndez la piedra tiene la fuerza para expresarse, la autoridad por ser el escombro de los siglos y en la cual el maya se quedó dormido y el blanco maduró su pena.
En otro de los versos reconoce que tanto nativos como blancos, aunque distintos, tienen la misma naturaleza. La idea queda plasmada en una estrofa empática.
El blanco y el nativo son voces en la piedra,
están presentes en el mismo grito
y tienen del dolor la misma idea.
Fuga de selva que se incendia en danza,
todo se forma y se desvanece en piedra.
Culmina el primer siglo con una sentencia poderosa:
¡Intacta tierra del mayab, intacta,
nadie podrá llegar hasta tu entraña,
sin que sangren sus manos en la piedra!
En concordancia con su apelativo de Vate, se adelantó. La historia documenta que los grandes cambios se dan cada 500 años, motivo por el cual después de la pandemia el Instituto Pantome declaró para el 2022, el color “Veri Peri”, una combinación de azul con rojo violáceo. López Méndez hace alusión en Voz en la piedra a este color sin nombrarlo en el segundo verso del segundo siglo intitulado: “Fundación, 1542”. Al igual que en “Credo” se vale de la anáfora: “Hace ya cuatro siglos”, para narrar.
Hace ya cuatro siglos,
que la ciudad de Mérida,
fundada sobre la vieja Ichcaansihó,
florece como la llama en que se junta
el rojo vivo de la sangre con el azul del cielo.
La siguiente estrofa alude a la lengua romance que impusieron los blancos. La belleza estética no menoscaba la dureza de la verdad hecha poesía.
Hace ya cuatro siglos,
el romance sonoro de Castilla
se modeló en el aliento de los mayas,
y así el conquistador queda marcado
en su lengua con hierro del esclavo.
El amor y sus demonios fueron temas centrales de su cerca de 200 poemas, una gran cantidad musicalizados por compositores relevantes de la Época de Oro. De esta manera, en el tercer siglo narra en “Prólogo de raza, 1511”, el encuentro amoroso entre Hernán Cortés y la Malinche, quedando sellado por “El beso”. En franca antítesis dota de significado la unión de los labios de la indígena y los del hombre blanco, ya que el beso entre ellos no lo considera una semilla de raza, ni tálamo de almas que se funden, sino un llanto que quema las alas y los labios. En sus palabras: Un pecado blanco, que arde en la piel morena del hombre americano.
Sin embargo, ensalza el beso de la raza en la figura de Gonzalo Guerrero, “El padre del mestizaje”, quien luchó a favor de los indígenas en tierras americanas. La unión de las dos razas nació …de la angustia buena, del aliento del mar que lleva esencias. En el siguiente verso alude a la creencia popular de que quien toma las aguas del cenote, se queda para siempre en Yucatán, volviéndose parte del ciclo natural de la tierra hasta convertirse en un alma nueva.
En el último siglo, el momento actual del poeta intitulado: Elogio de la ciudad mestiza, 1942, hay un canto de esperanza. Mérida a cuatro siglos es luminosa, musical. La describe en su arquitectura.
Ciudad de calles rectas donde juegan
números a los pares y a los nones,
de la epopeya hispana solo quedan
en ti dos guerreros castellanos
que custodian la Casa de Montejo,
como dos sombras del pasado, inmóviles,
en el castigo eterno de la piedra.
Siendo intenso lector y poseedor de una biblioteca que albergaba tomos variados de escritores de todo el mundo, sería bonito pensar que la penúltima estrofa de Voz en la piedra es un guiño a Oscar Wilde en su cuento El ruiseñor y la rosa, ya que habla de una codorniz enamorada -en vez del ruiseñor- que durante la noche, atada al flamboyán -en vez de la rosa-, al alba en flores brinda la sangre de la piedra, como sucede en la narración del dublinés cuando la rosa blanca se tiñe de rojo por la sangre del ruiseñor.
El poema se publicó en una plaquette en 1942, el escritor Antonio Mediz Bolio, quien lo nombró “Vate”, porque vaticina y conoce la memoria de su pueblo y la canta, escribió el prólogo. Lo reconoce como la generación que le sigue, ya que Ricardo había sido integrante del grupo literario Esfinge fundado por él en Mérida. Lo califica como un poeta de sensibilidad finísima, varonil y de buen gusto; un escritor vigoroso y personal.
El amor a su patria y a su tierra quedó de manifiesto en varios textos. Considerado en la línea de los estridentistas, sus poemas patrióticos forman parte del corpus de su amplia obra que incluye poesía, ensayo y periodismo cultural, a las que se suman sus actividades como locutor, radiodifusor, empresario y productor.
La exaltación de los versos son contagiosos es por eso que la retórica de López Méndez funciona, porque complace y forma públicos, como aseveró Carlos Monsiváis. Alfonso Reyes, Pablo Neruda, Ermilo Abreu Gómez, son algunas de las figuras relevantes que exaltaron el valor, la calidad estética y la resonancia de sus poemas patrióticos al elevar la conciencia moral de la belleza de México en el que nunca dejó de creer y que le inspiró hasta su último aliento.
*Diplomada en Creación Literaria por la SOGEM y por Nox en coordinación con la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana. Coautora en una veintena de antologías nacionales y extranjeras. Columnista en La Jornada Maya y Novedades Yucatán. Premio Nacional de Cuento por Escritoras Mexicanas (2018). Premio Nacional “Calaveras Literarias” por la Fundación Elena Poniatowska Amor A.C. (2018). Premio Estatal de Literatura en 2020. Premio Nacional de “Calaveras de Ciencias” por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (2022). Autora de los libros Despedida a una musa y otras despedidas, La vuelta al arte en 20 retratos excéntricos y Poeticuentos de fábula. Becaria del PECDA 2022 (novela). Incluida en el Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas y en El Catálogo del Cuento Mexicano. Miembro del PEN Internacional.
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