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Una de vaqueros
Desdoblamiento onírico
Jorge Millán Nieto
La adultez no debe significar el abandono de la infancia, al menos no en un sentido psicológico; el adulto puede ser capaz de conservar su yo infantil con la mentalidad adecuada. Lo anterior lo comento porque me considero una de esas personas, soy capaz de evocar sentimientos y percepciones a través de recuerdos de mi niñez, momentos de diversa índole y con matices psicoemocionales que me permiten revivir a mi niño interior. Lo conozco muy bien; Jorgito es un chico sensible, inquieto, amante del juego, apasionado del futbol, en cuestión de chicas es bastante tímido, pues le falta seguridad cuando se trata de hablarles, además de que su inocencia lo domina al grado de ser un tanto inseguro.
Beta
J.R Spinoza
La noche que descubrí que mi abuelo no era un ser humano hacía mucho frío. Había perdido un calcetín a mitad de la noche y el resfriado no se hizo esperar. Limpié mis mocos transparentes con la manga de la blusa. Aun no perdía movilidad en los pies y resultaba bastante molesto arrastrarme hasta la silla de ruedas y salir del calor de mi cama en busca de papel higiénico. Me senté en la silla, teniendo especial cuidado de no despertar a mi hermano. Él era muy amable conmigo, pero no se me hacía correcto hablarle a media noche para que me trajera papel. Había cosas que podía hacer yo sola.
El ermitaño
J.R Spinoza
Abrazó la primera edición de “El viejo y el mar”, acarició la portada en tapa dura con letras grabadas, subió los escalones y la colocó en el estante que tenía dedicado a grandes clásicos de la literatura.
Bajó los escalones. Caminó hasta el escritorio. Tomó asiento. Abrió su libreta de reseñas y escribió.
“El regreso de los dioses” es un fanfic que fracasa al intentar mezclar las diferentes mitologías del mundo. El lenguaje es pobre, como si de un niño de ocho años se tratase. El autor debió dedicarse a otra cosa.
Bajó los escalones. Caminó hasta el escritorio. Tomó asiento. Abrió su libreta de reseñas y escribió.
“El regreso de los dioses” es un fanfic que fracasa al intentar mezclar las diferentes mitologías del mundo. El lenguaje es pobre, como si de un niño de ocho años se tratase. El autor debió dedicarse a otra cosa.
Persecución
Alfonso Rivas
Anastasia se quitó los tacones para correr con más facilidad. Aunque no importaba qué tan rápido corría, podía sentir el soplo de la respiración de su perseguidor en la nuca, bajo el cabello sudado oloroso a ron barato.
Pese a que el mundo se le tambaleaba de un lado a otro, ella lograba meterse por los callejones para perder al miserable que con tanto afán la seguía. Cada poco miraba hacia atrás esperando haberlo perdido, y si bien no hallaba ni rastros de él, de alguna forma ella sabía que no se encontraba a salvo aún, pues a sus espaldas todo eran sombras entretejidas y no le era difícil imaginarlo oculto entre las sombras de los edificios, más cerca de lo que podía apreciar, casi al alcance de su mano.
Pese a que el mundo se le tambaleaba de un lado a otro, ella lograba meterse por los callejones para perder al miserable que con tanto afán la seguía. Cada poco miraba hacia atrás esperando haberlo perdido, y si bien no hallaba ni rastros de él, de alguna forma ella sabía que no se encontraba a salvo aún, pues a sus espaldas todo eran sombras entretejidas y no le era difícil imaginarlo oculto entre las sombras de los edificios, más cerca de lo que podía apreciar, casi al alcance de su mano.
La hacienda del siglo XXI
Fabrizio Daniel Pascacio Vázquez
Era la casa del tío Joelito una especie de resguardo de cosecha, con matices coloniales. Sus paredes bastante descascaradas dejaban traslucir el material de tierra cruda, adobe y tapia, ya deteriorado por el tiempo. Su enorme patio con columnas de madera muy altas nos recibía siempre al llegar, sosteniendo el techo tejado que daba un aspecto oscuro a los cuartos de alrededor. Nunca vimos más que maíz ahí dentro y, en la parte trasera, había un huerto grande y un pequeño corredor donde estaba todo el rejunte de la tapisca de frijol, casi siempre apilados en montañas de hoja seca donde jugábamos a escalar.
La muerte chiquita
Cena Provinciana
Ricardo A. Vega
Cocinábamos envueltos
en una calurosa brisa vespertina que,
colándose por entre los bambúes
se entremezclaba con un trasfondo
de risas infantiles desconocedoras
de diferencias idiomáticas
y una cajita de voces
en una calurosa brisa vespertina que,
colándose por entre los bambúes
se entremezclaba con un trasfondo
de risas infantiles desconocedoras
de diferencias idiomáticas
y una cajita de voces
Tres poemas
Manuel Alejandro Ceballos
Ciudad primavera
Primavera,
palpitación tras el invierno.
Ruidos, pájaros
que no callan.
Sueño
y deslizas mi soledad
mientras diciembre acaba.
Hablaste.
Creas el puente entre los muros
palpitación tras el invierno.
Ruidos, pájaros
que no callan.
Sueño
y deslizas mi soledad
mientras diciembre acaba.
Hablaste.
Creas el puente entre los muros
Entender la vida
Gianmarco Farfán Cerdán
Una mañana desperté
tenía siete años
y estaba en la playa
haciendo castillos de arena
con mis primos Ruy y Vania
creyendo que la vida
consistía en edificar
con coloridas palas de plástico
imponentes castillos junto al mar
tenía siete años
y estaba en la playa
haciendo castillos de arena
con mis primos Ruy y Vania
creyendo que la vida
consistía en edificar
con coloridas palas de plástico
imponentes castillos junto al mar
Entrañas
José M Delgadillo
Creí que no existía sensación más cruda
y más cruel
como cuando vi a la gallina desangrándose
en el borde de una alcantarilla
y más cruel
como cuando vi a la gallina desangrándose
en el borde de una alcantarilla
Tiene su chiste
Camino valiente
María Elisa Robenolt Lenke
Venía todo los días con la misma bufanda, lentes oscuros y siempre cubriendo la mayoría de su cuerpo. Siempre callada, llegaba a la clase, tomaba sus notas y se iba derecho a su casa. Esa tarde su única amiga decidió acompañarla a la casa.
Al día siguiente... entonces todo cambió... fue el primer día que le conocimos la mirada.Su rostro y cuello marcados.
Al día siguiente... entonces todo cambió... fue el primer día que le conocimos la mirada.Su rostro y cuello marcados.
La novia
Plácido Romero
–¿Quién es la primera?
–Katharina Söder. 38 años.
–Un poco mayor.
–Pero mirad qué hermosos pechos.
–Sí. No están mal… ¿Qué haces? No se los toques.
–Perdón.
–La siguiente.
–Ulrike Gehring. 23 años.
–¿Qué le pasó?
–Cayó de un granero y se rompió el cuello.
–Otra.
–Katharina Söder. 38 años.
–Un poco mayor.
–Pero mirad qué hermosos pechos.
–Sí. No están mal… ¿Qué haces? No se los toques.
–Perdón.
–La siguiente.
–Ulrike Gehring. 23 años.
–¿Qué le pasó?
–Cayó de un granero y se rompió el cuello.
–Otra.