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Una de vaqueros
El arquitecto Jorge camina rumbo a su casa pasando en frente del Hotel Bestial
Diego León Ramírez
Jorge admira desde el otro lado de la acera a las personas que entran, unos jóvenes con uniforme roban su atención; es un niño con cara de bebé no superior a 1.40, va acompañado de una joven mucho más alta que él y con rostro más experimentado. Lo lleva de la mano, casi arrastrando. El joven está temblando, se le nota el pánico en su rostro, voltea, y desaparece tras cerrar la puerta del hotel.
Bueno… ¡¿otra vez licenciado?!... ¿apoco me estaba viendo?... no. No le quiero tomar el pelo… si, pero sólo escuché y vine corriendo… no, mi Lic. Yo sería incapaz de mentirle… ¿Qué alcancé a ver?... bueno…
Se queda allí a pesar de que se ocultaron en el hotel. Presiente que en cualquier momento puede suceder. Se queda esperando. Piensa lo qué podría estar pasando, en el color de lo que había debajo de esa falda colegial (si es que había algo), atento en las ventanas, imaginando cual podría ser el cuarto que habían ocupado, buscando el movimiento de carnes en los huecos de las cortinas.
Bueno… ¡¿otra vez licenciado?!... ¿apoco me estaba viendo?... no. No le quiero tomar el pelo… si, pero sólo escuché y vine corriendo… no, mi Lic. Yo sería incapaz de mentirle… ¿Qué alcancé a ver?... bueno…
Se queda allí a pesar de que se ocultaron en el hotel. Presiente que en cualquier momento puede suceder. Se queda esperando. Piensa lo qué podría estar pasando, en el color de lo que había debajo de esa falda colegial (si es que había algo), atento en las ventanas, imaginando cual podría ser el cuarto que habían ocupado, buscando el movimiento de carnes en los huecos de las cortinas.
El cazador
Arturo Núñez Alday
El viento fresco de la sierra corre en sentido contrario de nuestros pasos. Es un punto a favor. La luna llena se eleva vanidosa en la comba celeste y se cuela entre las ramas de los árboles; hace innecesaria la luz de las lámparas. El cielo está escampado, sin atisbos de nubes. Decidí venir de caza para escapar de mi desesperación, para ahogar la tristeza, para olvidarla.
La noche en que ella se fue era oscura, como boca del averno. Sus palabras finales fueron cuchillos que me hicieron heridas dentro. Rozaron el corazón y demás órganos vitales. Ella pudo no ser cruel, pero decidió serlo. Aún escucho el rugido del motor del auto en que se marchó con él. Lo peor es que dejó en el armario sus vestidos; en un cajón su ropa interior; en el baño sus afeites y perfumes; en mis labios una pregunta que parecía súplica, y en el aire una respuesta que escuché e inhalé como veneno: “Simplemente dejé de quererte, no tengo más que decir”.
La noche en que ella se fue era oscura, como boca del averno. Sus palabras finales fueron cuchillos que me hicieron heridas dentro. Rozaron el corazón y demás órganos vitales. Ella pudo no ser cruel, pero decidió serlo. Aún escucho el rugido del motor del auto en que se marchó con él. Lo peor es que dejó en el armario sus vestidos; en un cajón su ropa interior; en el baño sus afeites y perfumes; en mis labios una pregunta que parecía súplica, y en el aire una respuesta que escuché e inhalé como veneno: “Simplemente dejé de quererte, no tengo más que decir”.
La muerte chiquita
En la terraza
Cloe Mirenda
Preguntarse porqué ahora,
qué es real,
qué es imaginario
bajo la luna llena.
Creamos mundos
con palabras soñadas,
pensadas en silencio,
no pronunciadas.
qué es real,
qué es imaginario
bajo la luna llena.
Creamos mundos
con palabras soñadas,
pensadas en silencio,
no pronunciadas.
Miraré desde aquí
Cloe Mirenda
Pajarito danzante
entre nubes de sol
emerges de mis veladoras
vertidas sobre cartas perdidas.
Volarás pronto en lo alto
hacia el Sur,
tu vuelo te convertirá
en papalote de colores.
entre nubes de sol
emerges de mis veladoras
vertidas sobre cartas perdidas.
Volarás pronto en lo alto
hacia el Sur,
tu vuelo te convertirá
en papalote de colores.
Simple_mente
Germán Solórzano
Quiero en mis ojos
tu nube de flores:
esos alcatraces suaves
que perfuman tu boca.
Sí, te quiero en mí,
quiero tu cielo en mi cielo:
para dibujar
ahí
tus labios sobre los míos
y esas ansias
que inundan mis desvelos de humedad.
tu nube de flores:
esos alcatraces suaves
que perfuman tu boca.
Sí, te quiero en mí,
quiero tu cielo en mi cielo:
para dibujar
ahí
tus labios sobre los míos
y esas ansias
que inundan mis desvelos de humedad.
Epitafio
Germán Solórzano
Cuando muera:
Seré un pájaro,
mis alas llenas de hojarasca
llegarán a tu follaje
mis ojos avistarán el infinito de tu nombre
mis plumas serán de ventisca
para remolinar por las tardes tus cabellos
y el crisol donde tu llanto se una a mi lumbre.
Seré un pájaro,
mis alas llenas de hojarasca
llegarán a tu follaje
mis ojos avistarán el infinito de tu nombre
mis plumas serán de ventisca
para remolinar por las tardes tus cabellos
y el crisol donde tu llanto se una a mi lumbre.
Reclamar los fueros
Facundo Martín Desimone
Agarrarte del fierro oxidado cuando tiemble el piso. Y el piso va a temblar, te lo aseguro. Liberar a los jaguares famélicos, alimentarlos con cuerpos podridos. Materia en descomposición. Calibrar la desintegración molecular.
Manipular a las arañas; hacer que tejan para nosotros hamacas paraguayas con su tela, prepararse para la caída. Va a haber una caída.
Levantar la perdiz.
Escupir en los charcos.
Fortalecer los músculos.
Volver la piel de hierro para aguantar los golpes (va a haber golpes).
Manipular a las arañas; hacer que tejan para nosotros hamacas paraguayas con su tela, prepararse para la caída. Va a haber una caída.
Levantar la perdiz.
Escupir en los charcos.
Fortalecer los músculos.
Volver la piel de hierro para aguantar los golpes (va a haber golpes).
Jattin y sus demonios
Juan Fernando Ruiz
Eras un sinvergüenza
que navegaba calles como mares profundos,
escribías bajo el sinsabor de los días
y las noches se volvían cromos de chocolatina arrugada en tus bolsillos.
Entonces sin saberlo,
tu realidad soberbia te adentro a una locura tranquila,
profunda como los ojos de tu madre,
te arrastro la poesía en su caudal profiláctico,
y aullaste noches de luna
donde con pastillas te quitarían las alucinaciones.
Recorriste clínicas donde escribiste tus hermosos poemas
mientras fumabas tabaco con la mirada en silencio
y los dedos a gritos.
que navegaba calles como mares profundos,
escribías bajo el sinsabor de los días
y las noches se volvían cromos de chocolatina arrugada en tus bolsillos.
Entonces sin saberlo,
tu realidad soberbia te adentro a una locura tranquila,
profunda como los ojos de tu madre,
te arrastro la poesía en su caudal profiláctico,
y aullaste noches de luna
donde con pastillas te quitarían las alucinaciones.
Recorriste clínicas donde escribiste tus hermosos poemas
mientras fumabas tabaco con la mirada en silencio
y los dedos a gritos.
La imaginación del cuenco
Marcelo Juan Valenti
1
La inquisición del día
tendió su luz
sobre el cuenco.
Roto y vacío
sobre una superficie
clara
que vanamente busca imitar
a la madera.
La inquisición del día
tendió su luz
sobre el cuenco.
Roto y vacío
sobre una superficie
clara
que vanamente busca imitar
a la madera.
Mi viejo saco
Jonathan Caicedo Girón
Cuando encallaste en casa,
te sujetaste al puño de Papá.
Mi primera postura
marcó un antes y un después.
¡Mi viejo saco!
¿Recuerdas el número de noches que pasamos arropados?
Yo entraba en tus pequeños bazos,
frotando tu piel de oveja,
y nacían las luciérnagas,
que encendían las noches de quimera.
¡Mi viejito!
Así te nombré cuando al pasar los años,
mi lánguido cuerpo se fue extendiendo,
mientras que tu piel se hacía cada vez más chica.
te sujetaste al puño de Papá.
Mi primera postura
marcó un antes y un después.
¡Mi viejo saco!
¿Recuerdas el número de noches que pasamos arropados?
Yo entraba en tus pequeños bazos,
frotando tu piel de oveja,
y nacían las luciérnagas,
que encendían las noches de quimera.
¡Mi viejito!
Así te nombré cuando al pasar los años,
mi lánguido cuerpo se fue extendiendo,
mientras que tu piel se hacía cada vez más chica.
Poeta
tú que dices ser poeta
Leandro Munera Gutiérrez
Poeta
tú que dices ser poeta
tienes un corazón que dejó de ser noble
que se ensancha por tus poemas y no es noble
por tus poemas que tienen enormes ventanales con vista a...
a ningún mundo que se pueda abrir
ninguna calle que se pueda recorrer
ninguna mujer que esté hecha de frutas y flores
hoy vemos a los guardianes acechar al pueblo
despojarlo de su piel
con poemas que nos regalan en los festivales
y traen cadenas
tú que dices ser poeta
tienes un corazón que dejó de ser noble
que se ensancha por tus poemas y no es noble
por tus poemas que tienen enormes ventanales con vista a...
a ningún mundo que se pueda abrir
ninguna calle que se pueda recorrer
ninguna mujer que esté hecha de frutas y flores
hoy vemos a los guardianes acechar al pueblo
despojarlo de su piel
con poemas que nos regalan en los festivales
y traen cadenas
Célula muerta
Leandro Munera Guitiérrez
A través del aire repentino
c o n l a m i s m a v o z c a n t a d a d e une b rio
escucho la historia de c ó m o n a c í
acerca de cómo me obli ga r o n a m i p r i m e r b e s o
mi primera b o r r a c h e r a e n r o p a i n t e rior
mi primer e r r o rrrrr —qué bonita suena la r apenas te arrancaste las alas por unas
escaleras--
sobre cómo abrí mi primera p u e r t a s i n l l a v e y e n t r é p a r a n o q u e d a r m e.
c o n l a m i s m a v o z c a n t a d a d e une b rio
escucho la historia de c ó m o n a c í
acerca de cómo me obli ga r o n a m i p r i m e r b e s o
mi primera b o r r a c h e r a e n r o p a i n t e rior
mi primer e r r o rrrrr —qué bonita suena la r apenas te arrancaste las alas por unas
escaleras--
sobre cómo abrí mi primera p u e r t a s i n l l a v e y e n t r é p a r a n o q u e d a r m e.
Una noche desconocida
Leandro Munera Gutiérrez
No sé cómo
pero esta niña de nueve años
realizó una escultura perfecta de la noche
solo le bastaron una vieja concha de caracol que todavía respira mar
un puñado de légamo
algunas gotas de leche
varios lirios
y la foto de su madre de la alcoba.
pero esta niña de nueve años
realizó una escultura perfecta de la noche
solo le bastaron una vieja concha de caracol que todavía respira mar
un puñado de légamo
algunas gotas de leche
varios lirios
y la foto de su madre de la alcoba.
Silencio
Juan Fernando Ruiz
Tú intentas hablar del silencio
de ser un poco menos tú y más la noche
mucho más por su luna envolvente
por las llamas que tiene un trago
tú eres tú y a veces intentas ser otro
menos dulce,
menos sinceramente horrible.
Existe el pánico que mastica lentamente las palabras
existen también calles por donde se esconde el pecado y sus actos.
de ser un poco menos tú y más la noche
mucho más por su luna envolvente
por las llamas que tiene un trago
tú eres tú y a veces intentas ser otro
menos dulce,
menos sinceramente horrible.
Existe el pánico que mastica lentamente las palabras
existen también calles por donde se esconde el pecado y sus actos.
Tachones sobre los poetas de la esquina
Guillermo García Colina
1
Desafortunado aquel
que busca
Entre las cordilleras del alma
lo que no encuentra frente a sus ojos
Porque le queda sólo una pasividad salvaje/
en sus vigilias eternas
hacia el amanecer
Porque tienen una gigantesca luciérnaga metálica
en la mitad de su pecho
que se extiende
sobre un alumbramiento de autos/
y ciudades paridas
desde una ventana arrítmica
en algún lugar de la gran nación americana.
Desafortunado aquel
que busca
Entre las cordilleras del alma
lo que no encuentra frente a sus ojos
Porque le queda sólo una pasividad salvaje/
en sus vigilias eternas
hacia el amanecer
Porque tienen una gigantesca luciérnaga metálica
en la mitad de su pecho
que se extiende
sobre un alumbramiento de autos/
y ciudades paridas
desde una ventana arrítmica
en algún lugar de la gran nación americana.
Por si fuera poco
Exilio republicano en México: 80 años
Jesús Anaya Rosique
Este 13 de junio se cumplirán 80 años del arribo a Veracruz del vapor francés Sinaia, que transportó al primer grupo de republicanos españoles que huía de la persecución fascista y encontró generoso refugio en México. El éxodo de casi medio millón de españoles demócratas se desencadenó a fines de enero de 1939 con la caída de Cataluña en manos de las tropas franquistas, y se dirigió a Francia, cuyas autoridades internaron a más de 300 mil hombres en pavorosos campos de concentración, donde murieron unos 15 mil refugiados, y otros fueron entregados por el gobierno colaboracionista de Petáin a los ocupantes nazis en Francia, quienes los encerraron en varios campos de exterminio en Alemania y Polonia. Muchos republicanos se unieron a la resistencia francesa y participaron en 1944 en la liberación de París.