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A la memoria del poeta Xhevdet Bajraj
En la orilla del Paraíso
Antes y ahora
He visto
El río
Entrevista
Carmen Ros
Xhevdet Bajraj. Poeta de nombre impronunciable y casi inescribible. De doble nacionalidad: mexicano de corazón y kosovar de alma, de espíritu, y por nacimiento. Ha publicado libros como El tamaño del dolor, Ruego Albanés y Tezcatlipoca blues, entre muchísimos otros.
¿Cómo es un día de trabajo en el caso de un poeta como Xhevdet?
El poeta sonríe, encoge los ojos y mira hacia abajo, no deja de sonreír al responder con su acento balcánico, cerrando las vocales y suavizando las erres: “Cuando despierto no sé si no me aguanto a mí o al mundo. Mira, hay temas que enfrentamos, que nos aplastan como camiones que pasan encima de nosotros y mi respuesta es, si amanezco como manzana, doy jugo de manzana; si amanezco como limón, doy jugo de limón. Si el día me da un manotazo en la cara y sale algo oscuro, que algunos llaman poesía, y mientras salga, estaré vivo”.
¿Cómo es un día de trabajo en el caso de un poeta como Xhevdet?
El poeta sonríe, encoge los ojos y mira hacia abajo, no deja de sonreír al responder con su acento balcánico, cerrando las vocales y suavizando las erres: “Cuando despierto no sé si no me aguanto a mí o al mundo. Mira, hay temas que enfrentamos, que nos aplastan como camiones que pasan encima de nosotros y mi respuesta es, si amanezco como manzana, doy jugo de manzana; si amanezco como limón, doy jugo de limón. Si el día me da un manotazo en la cara y sale algo oscuro, que algunos llaman poesía, y mientras salga, estaré vivo”.
Xhevdet Bajraj
Rosina Conde
Si el poema fuera mío,
como decías,
le quitaría la guerra;
le quitaría el sufrimiento de tu cuerpo,
la angustia del terror, la cárcel y la persecución;
quitaría todo aquello que te hiciera atravesar el mundo para huir del exterminio
y de la imagen de tu perro acribillado ante tus ojos.
Pero la memoria persiste en tus poemas.
¿De qué tamaño puede ser el dolor?,
te preguntabas,
¿hasta dónde llegará la crueldad humana por la ambición del poder desmedido?
como decías,
le quitaría la guerra;
le quitaría el sufrimiento de tu cuerpo,
la angustia del terror, la cárcel y la persecución;
quitaría todo aquello que te hiciera atravesar el mundo para huir del exterminio
y de la imagen de tu perro acribillado ante tus ojos.
Pero la memoria persiste en tus poemas.
¿De qué tamaño puede ser el dolor?,
te preguntabas,
¿hasta dónde llegará la crueldad humana por la ambición del poder desmedido?
Sin título
Marcela Madariaga
No hemos llegado a la mitad del año
y ya quedó partido por el centro
por el centro tu vida
nuestro pecho
como limón partido nuestros ojos
Si se calla el cantor
calla la vida
porque la vida misma
es toda un canto*
las voces se atragantan entre silencio y grito
y ya quedó partido por el centro
por el centro tu vida
nuestro pecho
como limón partido nuestros ojos
Si se calla el cantor
calla la vida
porque la vida misma
es toda un canto*
las voces se atragantan entre silencio y grito
Cenizas de una flor, de Xhevdet Bajraj
Miguel Ángel Godinez Gutiérrez
Cómo se vuelve uno mexicano, qué es lo que lo distingue, ¿ser alburero, conocer el Salto del agua, saber canciones de Chava Flores, jugar con calaveritas el Día de Muertos, hablar español?
Xhevdet viene de una nación de casi once mil metros cuadrados donde los mirlos cantan blues, ese que no puede cantarse si no se está verdaderamente desamparado.
Escogió México para vivir, y ser chilango. Ser kosovar para siempre y mexicano: tacos, cervezas, sopes, mezcal. Sopa de haba con nopalitos en lugar de Tarator, y cilantro en vez de eneldo; escogió hablar español.
Xhevdet viene de una nación de casi once mil metros cuadrados donde los mirlos cantan blues, ese que no puede cantarse si no se está verdaderamente desamparado.
Escogió México para vivir, y ser chilango. Ser kosovar para siempre y mexicano: tacos, cervezas, sopes, mezcal. Sopa de haba con nopalitos en lugar de Tarator, y cilantro en vez de eneldo; escogió hablar español.
Abrí mis ojos
Alma Delia Delgado Cid de León
Abrí mis ojos
y mis mocasines
se quedaron sin flores
se empequeñecieron
Ya no llegaría a San Petersburgo.
y mis mocasines
se quedaron sin flores
se empequeñecieron
Ya no llegaría a San Petersburgo.
Balada del exiliado
Mario Panyagua
Bajo el aliento de una noche sin estrellas
desfallece
Ciego va por los pasajes de su bruma
a posarse
lento en ti · soledad
desterrado
sin voluntad
sin sombra
reptando hasta tu vientre
desfallece
Ciego va por los pasajes de su bruma
a posarse
lento en ti · soledad
desterrado
sin voluntad
sin sombra
reptando hasta tu vientre
Una de vaqueros
Selva Negra
José Alfonso Fernández
¡Pam, Pam, Pam! Tres palomas de plomo se han incrustado en mi cuerpo. Caí al suelo cuando ya estaba en el alto del muro y divisaba el barrio libre. Dos se han alojado en el pecho y una en la espalda. Debe ser esta última, la que aletea dentro, la que no me deja ponerme en pie. La sangre moja mis ropas como el pan se ensopa de caldo. Pienso en ti, mi querida hermana Liselotte y en los niños. Todo ha sido muy rápido. Íbamos corriendo por el pasillo intermedio —ahora lo llaman tierra de nadie— después de un año de anomalía, para reencontraros y abrazarnos de nuevo, cuando tras el sonido me he precipitado a la zona muerta. ¡Qué ironía verdad! Me toco el pecho y siento la viscosidad caliente que mana de los orificios. Espero que Helmut lo consiguiera.
Maestro
Víctor M. Campos
Amarilla, descalcificada y rota:
Así es la sonrisa con la que Puente y yo nos defendemos del mundo y sus jugarretas. Seguro él también se bebe el café hasta la última gota y mastica los gránulos del fondo. Esa es la sonrisa del que anda de pozo en pozo y que tiene aliento a muela picada y cigarro; que huele a poca higiene y dejadez: el maestro de teatro quien representa su papel de manera ejemplar. Él quien siempre habla de la fabulosa idea de hacer presente lo que no está: él quién encarna la ausencia viva y personificada del que ya se fue.
Puente: lugar de tránsito entre dos orillas, espacio liminal, el no-lugar.
Lo conocí una tarde soleada: llegó quejándose de la vida, del calor y de tener que darnos una clase. Una queja riente, sí: una burla quejumbrosa. Poco tardaría en darme cuenta que lo suyo era estar en el escenario empujando a sus estudiantes, aguijoneándolos, animándoles a despojarse de sus máscaras. Pero ahí parado frente a nosotros, con el pizarrón detrás y la obligación de explicarnos las implicaciones de su materia, se veía desalentado y sólo reía sarcásticamente.
Así es la sonrisa con la que Puente y yo nos defendemos del mundo y sus jugarretas. Seguro él también se bebe el café hasta la última gota y mastica los gránulos del fondo. Esa es la sonrisa del que anda de pozo en pozo y que tiene aliento a muela picada y cigarro; que huele a poca higiene y dejadez: el maestro de teatro quien representa su papel de manera ejemplar. Él quien siempre habla de la fabulosa idea de hacer presente lo que no está: él quién encarna la ausencia viva y personificada del que ya se fue.
Puente: lugar de tránsito entre dos orillas, espacio liminal, el no-lugar.
Lo conocí una tarde soleada: llegó quejándose de la vida, del calor y de tener que darnos una clase. Una queja riente, sí: una burla quejumbrosa. Poco tardaría en darme cuenta que lo suyo era estar en el escenario empujando a sus estudiantes, aguijoneándolos, animándoles a despojarse de sus máscaras. Pero ahí parado frente a nosotros, con el pizarrón detrás y la obligación de explicarnos las implicaciones de su materia, se veía desalentado y sólo reía sarcásticamente.
El beso de la serpiente
Karla Hernández Jiménez
Julio R, se despertó muy temprano en la mañana con una potente sensación de incomodidad anidando en su estómago. Llevaba meses durmiendo mal, imaginando que alrededor de su cuerpo se iban amoldando las serpientes que tenían su nido debajo de su cama, las mismas que él creía que se mantenían agazapadas durante el día para salir a atormentarlo en la noche.
No, ya no podía seguir así, el miedo lo estaba consumiendo hasta dejarlo en un estado de constante incertidumbre, reduciéndolo a ser un manojo de nervios. ¿Cuándo había empezado a escuchar más de cerca a su febril imaginación?
Quizás todo comenzó cuando les avisó a sus amigos que ya no podía seguir viviendo en México, que quería seguir expandiendo sus horizontes más allá de los confines de un país que ya no apreciaba.
El día que abordó el barco que lo llevaría a Francia estaba nublado, y todos sus amigos fueron a despedirlo descorchando un champán barato que habían comprado exclusivamente para esa ocasión tan especial, presintiendo quizás que la mayoría de ellos jamás lo volverían a ver.
No, ya no podía seguir así, el miedo lo estaba consumiendo hasta dejarlo en un estado de constante incertidumbre, reduciéndolo a ser un manojo de nervios. ¿Cuándo había empezado a escuchar más de cerca a su febril imaginación?
Quizás todo comenzó cuando les avisó a sus amigos que ya no podía seguir viviendo en México, que quería seguir expandiendo sus horizontes más allá de los confines de un país que ya no apreciaba.
El día que abordó el barco que lo llevaría a Francia estaba nublado, y todos sus amigos fueron a despedirlo descorchando un champán barato que habían comprado exclusivamente para esa ocasión tan especial, presintiendo quizás que la mayoría de ellos jamás lo volverían a ver.
Grullas
Omar Honey Escandón
Tomás está al borde de una caída de treinta metros. Atrás de él Jazmín le suplica que no avance más. Debajo hay una multitud de curiosos tomando videos y apuntándole con el dedo. Algunos gritan que no lo haga y otros dicen que salte. El sonido de sirenas se acerca más.
Abre los brazos y levanta la pierna derecha, hace un embudo con sus manos y apunta hacia abajo con ellas. Dobla ligeramente las articulaciones y se concentra en sostener su posición. Cierra los ojos y deja que el aire entre lentamente para luego expulsarlo suavemente. Debe encontrarlas de nuevo, invitarlas a un nuevo hogar.
Apenas hace veinticuatro horas Tomás intentaba terminar en la oficina unos trámites que Lucián, el nuevo jefe, le había encargado. Se rumoraba que la ola de despidos aún no había finalizado así que más valía ponerse a la orden. Durmió apenas tres horas y se presentó antes que nadie. Para no quedar como flojo le dijo a Lucián que el trabajo estaría esa misma jornada, aunque realmente era labor de dos o tres personas.
Abre los brazos y levanta la pierna derecha, hace un embudo con sus manos y apunta hacia abajo con ellas. Dobla ligeramente las articulaciones y se concentra en sostener su posición. Cierra los ojos y deja que el aire entre lentamente para luego expulsarlo suavemente. Debe encontrarlas de nuevo, invitarlas a un nuevo hogar.
Apenas hace veinticuatro horas Tomás intentaba terminar en la oficina unos trámites que Lucián, el nuevo jefe, le había encargado. Se rumoraba que la ola de despidos aún no había finalizado así que más valía ponerse a la orden. Durmió apenas tres horas y se presentó antes que nadie. Para no quedar como flojo le dijo a Lucián que el trabajo estaría esa misma jornada, aunque realmente era labor de dos o tres personas.
La costilla de Adán
Dante Gorena
De pronto todo se dio la vuelta. El Mundo dio un vuelco repentino, fantástico, irreal, como en una película de ciencia ficción. ¿Acaso estábamos siendo testigos de una pesadilla distópica en pleno año 2020? ¿Quién sabe? El tren cotidiano de la gente empezó a mudar de costumbres; a partir de entonces, la vida se me hizo sombra, se manchó de culpa, y todo por darle oídos o a quién no valía un céntimo. Peor aún: pagándole con mi ingratitud a quién más me había amado sin prerrogativas.
Nunca más volví a verlo en su casita, empotrada en el patio de la casa bajo la sombra de un árbol de retama, con su infaltable plato de comida y agua fresca para él solito. Ahora siento el filo del remordimiento que me hiere el corazón al ver que mi peludo grandulón no volvió a reencontrarse con su mamá (porque su mamá era yo y así lo supe entender viéndome en el espejo de sus ojitos almendrados). Y aunque en unos meses empezó a estirar el espinazo como un caballito de trote, guardo en mi memoria un primer recuerdo de la vez que me lo regalaron y éste se puso a corretear haciendo círculos concéntricos por todo el patio. Luego él, soltando ladridos agudos, intentó decirme algo (estoy segura que fue eso); porque ya con el tiempo, yo supe que mi hijo de cuatro patas estaba aprendiendo a reconocer las voces humanas a medida que iba creciendo, hasta casi alcanzar mi altura, cada vez que ponía sus dos patas delanteras sobre mi pecho.
Nunca más volví a verlo en su casita, empotrada en el patio de la casa bajo la sombra de un árbol de retama, con su infaltable plato de comida y agua fresca para él solito. Ahora siento el filo del remordimiento que me hiere el corazón al ver que mi peludo grandulón no volvió a reencontrarse con su mamá (porque su mamá era yo y así lo supe entender viéndome en el espejo de sus ojitos almendrados). Y aunque en unos meses empezó a estirar el espinazo como un caballito de trote, guardo en mi memoria un primer recuerdo de la vez que me lo regalaron y éste se puso a corretear haciendo círculos concéntricos por todo el patio. Luego él, soltando ladridos agudos, intentó decirme algo (estoy segura que fue eso); porque ya con el tiempo, yo supe que mi hijo de cuatro patas estaba aprendiendo a reconocer las voces humanas a medida que iba creciendo, hasta casi alcanzar mi altura, cada vez que ponía sus dos patas delanteras sobre mi pecho.
Estratagema
Alejandro Zapata Espinosa
Ella lo empujó hasta la primera mesa de la entrada. Él, mientras tanto y una vez en su puesto (mirando la calle), le alzó la ceja derecha al mesero. Nadie más que él atendía. La mujer se sentó al frente del hombre.
—¿Qué se les ofrece?
Dieron un vistazo a la amplitud del espacio, las otras mesas deshabitadas, en su orden metálico y aparentemente limpio, el calor de la manteca para los buñuelos llenando la caja y simulando un refugio. El hombre pensó: «Me trajo sin aporrearme. Avanza»... Volvió la mirada al mesero y respondió:
—Buenos días. Hágame el favor de traerme dos tintos. De los mejores que tenga.
—¿Algo de comer? —lanzó otra pregunta. Con la demora recapacitó de la exigencia que le hicieron: «De los mejores... Bobo».
—No. Muchas gracias. Muy amable. Así está bien –respondió esta vez Eugenia.
«Quieren lo mejor de tomar para no comer...», se retiró el mesero.
—¿Qué se les ofrece?
Dieron un vistazo a la amplitud del espacio, las otras mesas deshabitadas, en su orden metálico y aparentemente limpio, el calor de la manteca para los buñuelos llenando la caja y simulando un refugio. El hombre pensó: «Me trajo sin aporrearme. Avanza»... Volvió la mirada al mesero y respondió:
—Buenos días. Hágame el favor de traerme dos tintos. De los mejores que tenga.
—¿Algo de comer? —lanzó otra pregunta. Con la demora recapacitó de la exigencia que le hicieron: «De los mejores... Bobo».
—No. Muchas gracias. Muy amable. Así está bien –respondió esta vez Eugenia.
«Quieren lo mejor de tomar para no comer...», se retiró el mesero.
La muerte chiquita
Bailan los enamorados
Sheina Lee
Se va abriendo la ventana,
salen los enamorados,
cuerpo a cuerpo, alma a alma,
bajo el cielo de verano.
Sonríe la luna blanca,
y los pinta de plateado,
brillante la porcelana,
se extiende por todos lados,
parece que tienen alas,
en ese baile encantado;
solo sonrisas calladas,
en la punta de sus labios.
salen los enamorados,
cuerpo a cuerpo, alma a alma,
bajo el cielo de verano.
Sonríe la luna blanca,
y los pinta de plateado,
brillante la porcelana,
se extiende por todos lados,
parece que tienen alas,
en ese baile encantado;
solo sonrisas calladas,
en la punta de sus labios.
La noche pintó el cielo
Sheina Lee
La noche pintó el cielo,
y pudimos amarnos,
se volvió nuestro techo,
apenas abrazarnos,
volar entre los sueños,
que juntos inventamos,
entre dulces recuerdos,
que vestía el pasado,
escuchar viejos versos,
que creímos callados,
y ha resguardado el tiempo,
dichoso entre sus brazos,
y pudimos amarnos,
se volvió nuestro techo,
apenas abrazarnos,
volar entre los sueños,
que juntos inventamos,
entre dulces recuerdos,
que vestía el pasado,
escuchar viejos versos,
que creímos callados,
y ha resguardado el tiempo,
dichoso entre sus brazos,
Ante el dolor
Nallely Guadalupe Tello Méndez
Ante el dolor, repito
los cuentos de infancia.
La ciudad es un coro
de ladridos.
Se acerca el temblor.
los cuentos de infancia.
La ciudad es un coro
de ladridos.
Se acerca el temblor.
Mandamiento
A. González E.
Amarás a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo, así está escrito, con fuego en piedra, como si fuego corriera por mis venas y piedra fuera mi corazón.
Un mandamiento que se deshace o cuaja o represa en la última frase, cómo a ti mismo, cuando no hay amor para uno mismo sino odio, aborrecimiento incluso, deseos de no ser, qué Dios podría soportar eso, permitirlo para pudrición del mandado. En él se queda tanto odio, no lo vomita siquiera, no lo escupe sino en alguna frase suelta, sobre un papel que no es roca, que no permanece, y el vómito jamás fuego será. |
Río
Alberto Quero
¿Para qué sirve, verdaderamente,
mantenernos erguidos
si todo río fluye más rápido de lo que sabemos?
¿Podemos seguir sus meandros más oblicuos
y tratar de encontrar sus melodías secretas?
¿Y qué si todo se desliza,
y qué si el color de las aguas cambia
o se hacen más frías cada minuto?
Tal vez eso descubra
que los fantasmas se mueven con nosotros
pero también el amor,
los recuerdos y la esperanza,
o quizás ataje el tiempo
y los momentos que la vida siempre se tarda en congregar
mantenernos erguidos
si todo río fluye más rápido de lo que sabemos?
¿Podemos seguir sus meandros más oblicuos
y tratar de encontrar sus melodías secretas?
¿Y qué si todo se desliza,
y qué si el color de las aguas cambia
o se hacen más frías cada minuto?
Tal vez eso descubra
que los fantasmas se mueven con nosotros
pero también el amor,
los recuerdos y la esperanza,
o quizás ataje el tiempo
y los momentos que la vida siempre se tarda en congregar
Tiene su chiste
¿Oyes?
María del Carmen Macedo Odilón
Cuando salgamos de aquí, olvida que me conociste, Ramón. Nunca nos detuvo esa camioneta, jamás estuvimos secuestrados ni nos culearon; no tuvimos que ser esclavos de aquel. Inventa, Ramón, reconstruye lo sucedido, pero no sueltes el paso. Calla, no respires. ¿Se fueron?, corre. Di que perdiste la memoria; te resbalaste del tren y te internaron por el golpe. Te faltan dientes por una caída, no por lo que nos hicieron allá. Yo diré lo mismo de mi mano y la oreja izquierda. ¿Entiendes? Nada de las entregas ni las granadas, mucho menos de la niña que salvamos de los machetazos.
Arruguitas
Diana Álvarez
Las arrugas de su cuello, arrugas de viejita, nuevas arrugas cada día que se fueron juntando y explotaron todas a fin de año.
Ahora entendía a sus tías y abuelas con esos terribles cuellos de tortuga aunque en su tierra siempre hacía calor, ellas decían que era para protegerse del cáncer en la piel. ¿Y la cara, abuela? preguntaba la niña, La cara, decía la abuela, esa hay que saber llevarla con dignidad.
La verdad es que después de las primeras manchas y las consecuentes arrugas, muchas de sus certezas se habían caído al suelo. Ahora, después de algunas décadas de intentar bajar de peso, de no parecer descuidada, despeinada, pasada de moda, amargada y celosa, había también que comenzar a cubrir arrugas.
Ahora entendía a sus tías y abuelas con esos terribles cuellos de tortuga aunque en su tierra siempre hacía calor, ellas decían que era para protegerse del cáncer en la piel. ¿Y la cara, abuela? preguntaba la niña, La cara, decía la abuela, esa hay que saber llevarla con dignidad.
La verdad es que después de las primeras manchas y las consecuentes arrugas, muchas de sus certezas se habían caído al suelo. Ahora, después de algunas décadas de intentar bajar de peso, de no parecer descuidada, despeinada, pasada de moda, amargada y celosa, había también que comenzar a cubrir arrugas.
Éntrale, maestro
Acerca de la estética como disciplina independiente
Adrian Dordelly
Retomando el ideal de las primeras Vanguardias históricas, hemos mencionado con anterioridad el objetivo narrativo de nuestra empresa al haber abordado ya algunas nociones de espacio público.
Hemos, pues, realizado esta descripción en nuestros textos generales de estética en cuanto a una comprensión de las artes. En este sentido, creemos en una expresión genuina a nivel espiritual, poética; es decir, una espiritualidad creativa. Estamos interesados en una expresión del cuerpo como unidad cultural y social en la esfera de lo estético a modo de una expresión del deseo mediante un uso discursivo de las artes, desde “su decir” específico.
Desde lo que a cada “disciplina artística” le es propio y sus posibles síntesis.
Una manifestación genuina que desde la poética se entiende como expresión (Borges), y que desde el psicoanálisis se entiende como el “Wunsch” freudiano; es decir, el deseo ya dicho que se agota en su ser nombrado.“Cristo” a modo de “deseo”, así entendido desde el Thelema crowleyano.
Hemos, pues, realizado esta descripción en nuestros textos generales de estética en cuanto a una comprensión de las artes. En este sentido, creemos en una expresión genuina a nivel espiritual, poética; es decir, una espiritualidad creativa. Estamos interesados en una expresión del cuerpo como unidad cultural y social en la esfera de lo estético a modo de una expresión del deseo mediante un uso discursivo de las artes, desde “su decir” específico.
Desde lo que a cada “disciplina artística” le es propio y sus posibles síntesis.
Una manifestación genuina que desde la poética se entiende como expresión (Borges), y que desde el psicoanálisis se entiende como el “Wunsch” freudiano; es decir, el deseo ya dicho que se agota en su ser nombrado.“Cristo” a modo de “deseo”, así entendido desde el Thelema crowleyano.
¿Qué leer?
Lo Diferente. Iniciación en la MísticaNo se sabe qué se desarrolló primero, si el lenguaje o la religión; lo más seguro es que se desarrollaron al mismo tiempo y ambos surgieron como respuesta a los asombros de la existencia.
Entre ensayo literario y libro confesional, Lo diferente es una generosa invitación a reflexionar sobre la experiencia religiosa y, sobre todo, a descubrir la singular y regocijante vía mística. Hugo Hiriart, uno de los escritores más brillantes en lengua española, comparte aquí las memorias sobre su relación íntima y solitaria con Dios, así como las aproximaciones religiosas, filosóficas y teológicas de grandes pensadores como Pascal, William James, Rudolf Otto, Simone Weil, Romano Guardini, Simone de Beauvoir, y de sus maestros José Gaos, Luis Villoro y Gallegos Rocafull. Con una prosa conversada, yendo a contracorriente con las posturas ensayísticas de esta época, Hiriart nos acerca a temas como el mal, la presencia de Dios y la compasión, sumando así inquietudes y asombros a nuestra constelación personal de lo sagrado. |