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Una de vaqueros
Ella
Despierto antes que suene el despertador. Aún no amanece. Lentamente estiro mis brazos y piernas, mientras lo hago escucho un ligero crujir de huesos. Mis ojos se acostumbran a la oscuridad. Poco a poco comienzo a distinguir y a recorrer las cosas que habitan mi cuarto; en una de las esquinas una mesa, más allá un viejo ropero y un librero que tiene de todo, menos libros.
Fijo la mirada en el tocador que está frente a mi cama. Mi madre dice que los espejos son portales para seres oscuros. No le creo, pero todas las noches lo cubro. Y es que no me gusta imaginar mi reflejo al dormir, inmóvil con esa respiración casi imperceptible que da el sueño; por eso, siempre que puedo, evito mirarme en él. Lo que veo en el espejo no me agrada.
Fijo la mirada en el tocador que está frente a mi cama. Mi madre dice que los espejos son portales para seres oscuros. No le creo, pero todas las noches lo cubro. Y es que no me gusta imaginar mi reflejo al dormir, inmóvil con esa respiración casi imperceptible que da el sueño; por eso, siempre que puedo, evito mirarme en él. Lo que veo en el espejo no me agrada.
Doroshka y la maldición del viento
David Schmidt
Los dos llegaron a la aldea el mismo día. Doroshka llegó desde el norte; el Jáchik llegó del sur.
En realidad no se llamaba “Jáchik”. Su nombre era Murad —el día de su llegada, en efecto, se presentó como “Murad” con toda la gente— sin embargo, todos le decían “el Jáchik”. Hablando un ruso chapurreado y entrecortado, Murad explicó que venía del Cáucaso, la región montañosa del sur de Rusia. Dijo, con su inequivocable acento, que venía de un remoto pueblo de arrieros musulmanes y buscaba trabajo de jornalero.
Doroshka, en cambio, no dijo nada tras su llegada al pueblo.
El aspecto escuálido de Murad inspiró desconfianza en la gente desde que el musulmán arribó al pueblo. Un muzhik llamado Serguéi le dio permiso de pernoctar en su establo, pero con serias reservaciones. Todos murmuraban que la gente caucásica, de tez morena y ojos negros, “tenía fama de causar pleitos y problemas”.
En realidad no se llamaba “Jáchik”. Su nombre era Murad —el día de su llegada, en efecto, se presentó como “Murad” con toda la gente— sin embargo, todos le decían “el Jáchik”. Hablando un ruso chapurreado y entrecortado, Murad explicó que venía del Cáucaso, la región montañosa del sur de Rusia. Dijo, con su inequivocable acento, que venía de un remoto pueblo de arrieros musulmanes y buscaba trabajo de jornalero.
Doroshka, en cambio, no dijo nada tras su llegada al pueblo.
El aspecto escuálido de Murad inspiró desconfianza en la gente desde que el musulmán arribó al pueblo. Un muzhik llamado Serguéi le dio permiso de pernoctar en su establo, pero con serias reservaciones. Todos murmuraban que la gente caucásica, de tez morena y ojos negros, “tenía fama de causar pleitos y problemas”.
La muerte chiquita
Cinco poemas del manuscrito inédito: Ecos lógicos y otros poemares
Alicia Partnoy
Res/Pira
Como las margaritas a los chanchos,
las perlas de l@s jóvenes poetas
descienden sobre el mundo que habitamos:
A veces no es posible que las quieran,
casi nunca es viable que las lean,
pero las lenguas de fuego del poema
queman sus bocas como palabras secas.
las perlas de l@s jóvenes poetas
descienden sobre el mundo que habitamos:
A veces no es posible que las quieran,
casi nunca es viable que las lean,
pero las lenguas de fuego del poema
queman sus bocas como palabras secas.
Dos poemas
Ernesto Tancovich
cine piojo
el de mameluco gris que acaba de cortar el precinto
de un paquete de multilaminado fenólico
no sabe
el cliente que examina las placas de multilaminado fenólico
pensando en el trabajo que deberá hacer
no sabe
la chica de gorra con visera
que detiene su carrito en el umbral del depósito de laminados
por si alguno quiere té café mate cocido alfajores de maicena
tampoco sabe
de un paquete de multilaminado fenólico
no sabe
el cliente que examina las placas de multilaminado fenólico
pensando en el trabajo que deberá hacer
no sabe
la chica de gorra con visera
que detiene su carrito en el umbral del depósito de laminados
por si alguno quiere té café mate cocido alfajores de maicena
tampoco sabe
Semilla luminosa
María Teresa Martínez Castillo
Así es la costumbre
vino tinto que se sirve en una misma relación
templado siempre
no sé cómo ignorar la persistencia del mensaje
la manía de causar buena impresión
ese cálculo impuesto sin contornos
luego el vacío:
vino tinto que se sirve en una misma relación
templado siempre
no sé cómo ignorar la persistencia del mensaje
la manía de causar buena impresión
ese cálculo impuesto sin contornos
luego el vacío:
No hace falta ver más box
María Teresa Martínez Castillo
Me da miedo este mundo en que te dejo
donde los golpes son porcentajes
y las llagas una lista deducible de impuestos
estás en el cuadrilátero con el nombre de tu padre
con su voz dirigiéndote
enseñándote a luchar y pienso
qué sería de ti si eligieras no entenderlo
si prefirieras ser el moretón mismo
para escapar hacia las gradas
y hacer con ellas una herencia
donde los golpes son porcentajes
y las llagas una lista deducible de impuestos
estás en el cuadrilátero con el nombre de tu padre
con su voz dirigiéndote
enseñándote a luchar y pienso
qué sería de ti si eligieras no entenderlo
si prefirieras ser el moretón mismo
para escapar hacia las gradas
y hacer con ellas una herencia
Antiadherente
María Teresa Martínez Castillo
¿Podré saber, alguna vez, si fuiste niña?
te habría tocado un mundo que luchaba contra la fricción
era la furia de no quedarse en el presente
con pulimentos en todas las ollas y metales
también tráficos lisos, sin demoras
para poder escapar de los padres o del ruido
te habría tocado un mundo que luchaba contra la fricción
era la furia de no quedarse en el presente
con pulimentos en todas las ollas y metales
también tráficos lisos, sin demoras
para poder escapar de los padres o del ruido
Tiene su chiste
La máquina atrapapeluches
Horacio Danel
La plaza comercial quedó sin un alma al terminar la última función de cine. Solo permanecía Nacho, el joven encargado de la máquina de peluches que se había introducido en ésta para prepararla y dejarla lista para el día siguiente. La sombra de la caseta aparecía y desaparecía en el piso al ritmo intermitente de los leads que iluminaban su letrero con la frase «Big One». El chico dispuso las felpas de tal modo que no pudieran ser extraídas con facilidad por los incautos que pagaban por extraer un muñeco. Al cabo de un rato secó el sudor de su frente y se ajustó la cachucha del uniforme. Quedaba un último muñeco por acomodar. Un ponchinello con cabeza de madera. Como le desagradó su aspecto lo colocó boca abajo y lo hundió hasta el fondo, donde quedó oculto entre osos y chimpancés.
Melómano
Jair de la Sancha
Nueva York. 8 de diciembre de 1980. La máquina funcionó. Apenas son la cinco, así que tengo tiempo suficiente para llegar.
A las once me planto frente al Dakota. Allí está él.
A las once me planto frente al Dakota. Allí está él.
Alas de mariposa
Musa negra
No lo supimos entonces, pero cuando una mariposa amarilla salió por detrás del sillón, ella la vio negra.
No dijo nada, sólo gritó.
No dijo nada, sólo gritó.
El ángulo equivocado
Gilberto Arvizu Morales
Salió en pos de objetivos policíacos, cámara en mano. Fotografió dos camionetas y la estación de policía, la antena de comunicaciones y las oficinas del Departamento de Seguridad Pública. Era material suficiente para preparar una invasión a gran escala, pero a nadie le importó un comino.
Aprueba y error
Sobre un efecto común que aqueja en diferentes dimensiones al espíritu de todas las cosas: un estudio sobre esfuerzos frustrados
Sebastián Jiménez Galindo
Cansado del soliloquio disfrazado de conversación tan propio de mi infame viejo amigo, me puse de pie y le dije:
—Amigo, pocas cosas molestan más que no poder terminar una idea.
—Amigo, pocas cosas molestan más que no poder terminar una idea.
Con la misma tonada
Otra oportunidad
René Ostos
—¡Hay que quemarlo!
En ese momento su existencia se resumía en una palabra: dolor. La golpiza lo había dejado inerte, ya no miraba ni articulaba palabras, pero seguía escuchando. Quién sabe qué milagro maligno lo mantenía consciente.
—¡Hay que quemarlo! — Gritaba la multitud con rabia ciega.
Sobre su cabeza el chorro de gasolina sonó como un golpeteo sordo. Se horrorizó. Rogaba por un milagro, cualquier cosa que lo salvara de aquella horrible muerte. Un estruendo hizo cimbrar toda la plaza. De pronto ya no escuchó nada, ni una palabra, ni un sonido, nada. El dolor había desaparecido. ¿Estaba muerto?..
En ese momento su existencia se resumía en una palabra: dolor. La golpiza lo había dejado inerte, ya no miraba ni articulaba palabras, pero seguía escuchando. Quién sabe qué milagro maligno lo mantenía consciente.
—¡Hay que quemarlo! — Gritaba la multitud con rabia ciega.
Sobre su cabeza el chorro de gasolina sonó como un golpeteo sordo. Se horrorizó. Rogaba por un milagro, cualquier cosa que lo salvara de aquella horrible muerte. Un estruendo hizo cimbrar toda la plaza. De pronto ya no escuchó nada, ni una palabra, ni un sonido, nada. El dolor había desaparecido. ¿Estaba muerto?..
Tirando letras
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Recital poético de Alicia Partnoy
La afamada poeta Alicia Partnoy comparte vivencias y poesía con la comunidad de la UACM.
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Antes y ahora
Xhevdet Bajraj
Antes y ahora es un poema autobiográfico del poeta Xhevdet Bajraj. En el presente video, el poeta nos platica un poco sobre el proceso de escritura de este poema.
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En la orilla del Paraíso
Xhevdet Bajraj
Xhevdet Bajraj lee su poema "En la orilla del Paraíso" y nos platica qué hay detrás de los temas que aborda su poesía.
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He visto
Xhevdet Bajraj
He visto, un poema de Xhevdet Bajraj, que no por breve es menos demoledor.
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