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Al generoso poeta David Huerta
La noche del cuerpo
Escena de costumbres
The child is father of the man
Apuntes para novela
Cuenta los datos y describe los rostros. No te detengas en las encrucijadas. Vuélvete a las arenas del Líbano. Retorna a Heidelberg, a ver los fuegos artificiales mientras te desangrabas por dinero y para darle de comer a una mujer que no quería siquiera dirigirte la palabra. Regresa a Nueva York, a esa casa de la calle ciento y tantos donde pudiste ver el cuerpo desnudo de una delgadísima muchacha dominicana que te enseñó maneras inimaginables de estar dormido y de estar despierto.
En clase
Un gorrión cruzó el cielo bajo del salón mientras el profesor hablaba de la redundancia: “Esto nos sirve para evocar la imagen vívida de la existencia humana que debemos al Venerable Beda”, dijo, y un papelito en forma de ave surcó el aire de la clase.
Acerca del cuerpo
Tantos discursos, tratados, disertaciones y hasta novelas y poemas sobre el cuerpo… “¿Lo entiendes? ¿Los entiendes?” —le pregunto al asediado cuerpo. Me responde con una serie de gruñidos que deberé interpretar: flatulencias, eructos, carraspeos, tartamudeces, suspiros y chasquidos, largas manifestaciones sonoras de esputo y de ronquera.
Su hermano
La huella del sudor no debía distraerlo al inclinarse sobre el rostro muerto, el remate de ese organismo inmóvil, el cuerpo distendido y acostado boca arriba sobre la inercia de la tierra. Debía concentrarse en registrar cada uno de los rasgos: la nariz ancha y picada de viruela, los labios delgados y ya azulosos, el dibujo firme de las cejas, los párpados ligeramente hinchados, las arrugas de la frente ahora en trance de alisarse por el rigor de la muerte. El calor era una especie de plancha amarilla sobre sus espaldas. Era este un destino cumplido, una forma del ser al margen de las energías acostumbradas, se decía, tratando sinceramente de convencerse con una serie de razones “filosóficas”.
Pérdidas
El reino fue perdiéndose a lo largo de los años. Primero llegaron los bárbaros, que no tenían ninguna solución ni trajeron fiesta alguna; únicamente un nuevo estilo de aburrirse y angustiarse y de maltratar a los demás. Luego las crisis económicas, inmensamente aburridas y angustiosas. Más tarde, los desastres naturales. Las convulsiones sociales, los errores de los gobernantes, la esterilidad de los pensadores, el capricho de los artistas, la indolencia de los profesores, la violencia creciente de los criminales, la insaciabilidad ciega de los comerciantes: todo contribuyó a la pérdida, esmaltada en todo momento por la angustia, por el aburrimiento.
Campo y Desierto
El campo estaba desnudo de verdores. Pasaba por su momento-Sahara, por su semana líbica. Era ártico, antártico, góbico. Camellos lo orlaban con jorobas y talento para la sed duradera.
Los catoblepas dormían como gorriones debajo del ala izquierda del Sol. Los basiliscos se enguantaban y se acicalaban como travestís holandeses para ir a pasear por la ribera del Nilo.
Los catoblepas dormían como gorriones debajo del ala izquierda del Sol. Los basiliscos se enguantaban y se acicalaban como travestís holandeses para ir a pasear por la ribera del Nilo.
El príncipe y el secretario
Soñaba el príncipe con una figura estrambótica, un poco gris y de un verdor azulado: el secretario de la Luna.
Era un sueño lleno de desviaciones, de retornos intempestivos, de vueltas en U. Soñaba con Suiza y con lagos, con depreciaciones bursátiles y con temerarias operaciones financieras.
“Debo aprender a soñar”, pensaba el príncipe en medio de su sueño.
Era un sueño lleno de desviaciones, de retornos intempestivos, de vueltas en U. Soñaba con Suiza y con lagos, con depreciaciones bursátiles y con temerarias operaciones financieras.
“Debo aprender a soñar”, pensaba el príncipe en medio de su sueño.
Una de vaqueros
La rosa rota
María del Carmen Macedo Odilón
Las niñas nos descubren bajo la escalera, unas huyen al baño a esconderse y otras nos acusan con la prefecta. Quince minutos de escucharla decir que esas son majaderías, que estamos mal de la cabeza y que a la próxima habrá citatorios a la dirección, pero a mí me vale. Mi papá siempre dice que en la vida hay que portarse como hombrecito, y yo me esfuerzo por serlo. Calzones blancos, floreados y negros; tan metidos que parecen hilos perdidos en medio de las nalgas. Culpa de las niñas por no usar short. Esta tarde me la tengo que jalar.
Ala delta
Leopoldo Tillería Aqueveque
No podrían dar más de la dicha. Es su enésima incursión en ese fascinante deporte, y el temor arcaico que al inicio les producía, ha pasado a formar parte de un pasado obligado, se diría incluso, hasta necesario en todo aladeltista.
Anna y Grigorij destinan varias horas a la semana a volar en ala delta. Se conocieron en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Mijaíl Gorbachov de Moscú, mientras cursaban el primer año del plan común de ingeniería. Cinco años después ambos se titulaban, Anna como ingeniera aeroespacial, y Grigorij como ingeniero matemático. Desde las primeras clases en la facultad, entre las ecuaciones de campo de Einstein y las interminables jornadas de estudio, fueron forjando una amistad que había sabido, como toda que se precie de tal, de altos y bajos, en una metrópolis —como Moscú— donde combinar el estudio y el deporte no siempre resulta a la primera intentona.
Anna y Grigorij destinan varias horas a la semana a volar en ala delta. Se conocieron en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Mijaíl Gorbachov de Moscú, mientras cursaban el primer año del plan común de ingeniería. Cinco años después ambos se titulaban, Anna como ingeniera aeroespacial, y Grigorij como ingeniero matemático. Desde las primeras clases en la facultad, entre las ecuaciones de campo de Einstein y las interminables jornadas de estudio, fueron forjando una amistad que había sabido, como toda que se precie de tal, de altos y bajos, en una metrópolis —como Moscú— donde combinar el estudio y el deporte no siempre resulta a la primera intentona.
Cómo despedir a los invasores
Eduardo Omar Honey Escandón
Gioconda detesta encontrar insectos en las paredes o el suelo de su casa. Más si son de color marrón, forma ovalada, tres pares de patas, largas antenas y corren más rápido que Messi en sus días de gloria.
Claramente la que está frente a ella, con esas bandas amarillas a los costados superiores del ala, es un típico ejemplar de Blatella germanica, la cucaracha alemana. ¡Claro, tenía que ser! Cucarachas internacionales que viajan junto con los inmigrantes que deberían quedarse en sus países.
Además, es una hembra. La descarada arrastra esa cola larga que son los huevecillos a punto de desprenderse. Pronta a dejar su descendencia invasora. “Ooteca”, se remarca Gioconda orgullosa de los años que se ha dedicado a estudiar plagas caseras tanto insectiles como humanas. Gracias a su madre aprendió la máxima de “conoce a tu enemigo” que tiene varios corolarios.
Claramente la que está frente a ella, con esas bandas amarillas a los costados superiores del ala, es un típico ejemplar de Blatella germanica, la cucaracha alemana. ¡Claro, tenía que ser! Cucarachas internacionales que viajan junto con los inmigrantes que deberían quedarse en sus países.
Además, es una hembra. La descarada arrastra esa cola larga que son los huevecillos a punto de desprenderse. Pronta a dejar su descendencia invasora. “Ooteca”, se remarca Gioconda orgullosa de los años que se ha dedicado a estudiar plagas caseras tanto insectiles como humanas. Gracias a su madre aprendió la máxima de “conoce a tu enemigo” que tiene varios corolarios.
Despierta
Víctor M. Campos
¿Qué sería de esos viejos si no existieran las calles que apenas asoma el día salen a barrer obsesivamente? ¿O de las calles sin la caricia brusca que de la mano de aquellos viejos les prodigan con sus escobas tan desgastadas como mugrientas? ¿Y de las escobas mismas? ¿Qué sería de ellas si al menos en la cabeza de Eugenia no poseyeran el mágico atributo de volar y no sólo de prestarse, en calidad de vulgar instrumento, a las obsesiones de cualquier viejo encorvado?
A través de la ventana Eugenia ve a su padre… ¿o será su marido?; lo ve barrer las calles cubiertas de hojarasca y de la sucia humedad del otoño. Los días han vuelto a enfriarse y el viento desgreña los árboles y hace pequeños remolinos con las hojas y la basura que antes de ser sólo basura se entrega al divertimento espiral de una risa afónica. Ese viejo encorvado barre debajo de la banqueta y luego arriba, en la juntura entre una placa de cemento y otra, mientras Eugenia lo mira sin dar con la respuesta
A través de la ventana Eugenia ve a su padre… ¿o será su marido?; lo ve barrer las calles cubiertas de hojarasca y de la sucia humedad del otoño. Los días han vuelto a enfriarse y el viento desgreña los árboles y hace pequeños remolinos con las hojas y la basura que antes de ser sólo basura se entrega al divertimento espiral de una risa afónica. Ese viejo encorvado barre debajo de la banqueta y luego arriba, en la juntura entre una placa de cemento y otra, mientras Eugenia lo mira sin dar con la respuesta
El cartel del Chuy
José Uriel Medina Morales
Jesús era un joven que añoraba los grandes lujos de la vida desde la esquina donde trabajaba de limpiaparabrisas. Desde los trajes costosos del centro comercial y el hotel cinco estrellas al lado del semáforo donde trabajaba, hasta los grandiosos vehículos que pasaban a diario en la avenida. Sin embargo, a él no le iba nada mal. Ganaba bien, incluso después de repartirse el dinero entre sus tres compañeros le quedaba lo suficiente como para comer, pagar sus cuentas y su vicio, el cristal; le quedaba más dinero que a un obrero trabajando en las maquilas a las afueras de la ciudad.
A Jesús le agradaba su trabajo, no se estresaba como cuando era estudiante, no peleaba con jefes gritones que no lo dejaban trabajar como él quería. Ahí, solo tenía altercados cuando un muchacho nuevo quería trabajar como ellos. Jesús los corría y de vez en cuando tenía que pelear para que no se acercaran a esa esquina, una de las más transitadas de la ciudad. Era competencia que no necesitaba, porque no todos los días eran buenos, en ocasiones tenía que asaltar o robar por las noches para completar para el vicio.
A Jesús le agradaba su trabajo, no se estresaba como cuando era estudiante, no peleaba con jefes gritones que no lo dejaban trabajar como él quería. Ahí, solo tenía altercados cuando un muchacho nuevo quería trabajar como ellos. Jesús los corría y de vez en cuando tenía que pelear para que no se acercaran a esa esquina, una de las más transitadas de la ciudad. Era competencia que no necesitaba, porque no todos los días eran buenos, en ocasiones tenía que asaltar o robar por las noches para completar para el vicio.
El cometa
Edith González Estrada
Era un papalote de color azul, hecho con una cruz de madera ligera. Atada a sus puntas, estaba un cuadro de plástico que se inflaba y desinflaba, una y otra vez. Tenía una cola de varias tiras de colores; justo en esta tenía amarrado un hilo cáñamo. Volaba a grandes alturas, parecía un pez en el agua, pero sin ojos. Podía ver los surcos de la tierra secos, arenosos; fácil se podía tropezar alguien que no viera las raíces secas, cortadas a tajo con un machete o una hoz.
En el parque
Ramón Carmona Barrios
Camino de la mano de mi padre. Mi padre es un hombre alto, mucho. A veces, cuando duerme, es un tronco inmóvil. Nada lo puede mover. Lo sé porque mi madre me lo dice mira nada más a tu padre, más duro que un roble. Yo no sé qué es un roble, pero la maestra dice que es un árbol. Nunca he visto uno. Camino por la calle de la mano de mi padre y siento que nada puede pasarme, pero también tengo miedo. Mi mamá dice que esa sensación también la tiene. Me lo ha dicho cuando va a darme las buenas noches. Y cuando me da mi beso. Mi padre no hace eso. Mi padre solo dice buenas noches y se va a su recámara. Mi mamá, en cambio, viene a acurrucarme. Me gusta la palabra acurrucar. Suena a canto de ave. A veces me gustaría ser ave. Ir de aquí para allá. Pero solo soy un niño, eso siempre me dice mi padre. Tú qué vas a entender, si solo eres un niño. Yo por si las dudas, frente a mi papá no lloro, para que vea que soy fuerte como él y así esté orgulloso de mí. Y me quiera.
Los pájaros
Víctor M. Campos
El rastro de plumas la guía hasta el cadáver:
¿Quién fue? Eso es lo que pregunta, furiosa, mi mamá. ¿Quién lo pescó?, grita y los perros, acobardados, huyen cuando la ven con la escoba en las manos. ¡¿Los mato de hambre?! ¿O les gusta que les pegue? Reparte escobazos mientras se oyen los golpes bofos contra sus cuerpos regordetes lo mismo que sus quejidos sordos. Mi mamá elige arbitrariamente a uno y lo golpea con tal saña que el palo se rompe. El culpable se mete bajo la lavadora. Ella le encaja la punta del palo tratando de darle más y más. Su voz de mujer dulce y melancólica se convierte en la voz de una loca poseída por la furia. Es de suponerse que la actitud de los perros le parece estúpida y cruel: sin embargo apalearlos debe ser edificante porque tiene por finalidad hacer que sus perros se conviertan en esos seres racionales que juegan al póquer como en los cuadros de Coolidge.
¿Quién fue? Eso es lo que pregunta, furiosa, mi mamá. ¿Quién lo pescó?, grita y los perros, acobardados, huyen cuando la ven con la escoba en las manos. ¡¿Los mato de hambre?! ¿O les gusta que les pegue? Reparte escobazos mientras se oyen los golpes bofos contra sus cuerpos regordetes lo mismo que sus quejidos sordos. Mi mamá elige arbitrariamente a uno y lo golpea con tal saña que el palo se rompe. El culpable se mete bajo la lavadora. Ella le encaja la punta del palo tratando de darle más y más. Su voz de mujer dulce y melancólica se convierte en la voz de una loca poseída por la furia. Es de suponerse que la actitud de los perros le parece estúpida y cruel: sin embargo apalearlos debe ser edificante porque tiene por finalidad hacer que sus perros se conviertan en esos seres racionales que juegan al póquer como en los cuadros de Coolidge.
La manada: entre blancos y grises inauditos
Francisco Payán
El 28 de mayo nos dirigimos al remedo de lo que fue el campo del barrio a un costado de la calle Peñasco. Escenario donde tantas veces incrusté goles fichado por el equipo “Hamburguesas Peñascal” y, otras tantas, me bebí la vida al calor de una charanda con mis amigos. Sentados en los columpios, elucubrábamos nuestros devaneos juveniles: que si el Mellon Collie de los Smashing era el disco de la década, que si el OK Computer lo dejaba en pañales, que si era mejor un acróstico o una carta para la chica en turno, que si Héroe de leyenda era una oda al estoicismo y sin fin de drebayes.
Fue nuestro último paseo. Como de costumbre, corriste a husmear al otro extremo del campo, donde se encuentran enterrados el Rocky, la Lady y la Chiquis. Aún veo tu brillo grisáceo a la distancia.
Fue nuestro último paseo. Como de costumbre, corriste a husmear al otro extremo del campo, donde se encuentran enterrados el Rocky, la Lady y la Chiquis. Aún veo tu brillo grisáceo a la distancia.
Este hogar es muy católico
Guadalupe T.I. Ramírez
Este hogar es muy católico, me dijo por tercera o cuarta vez en el día, mientras me pegaba con la vara de membrillo que parecía ser su favorita. No sé cómo vio, durante la misa, que el chófer de los vecinos, quién a veces nos ayuda a hacer mandados, deslizó algo en mi mano.
A pesar de su enojo, fingió no darse cuenta hasta que llegamos a la casa junto con sus hijas y las otras empleadas.
Apenas entré, corrí a esconder lo que traía bien guardado entre los pliegues del vestido, pero fue inútil, pues antes de bajar las escaleras que dan de la entrada principal a las habitaciones de la servidumbre, la señora me llamó a gritos y me exigió que le mostrara el paquetito.
Al negarme y decirle que no sabía de lo que hablaba, me soltó una cachetada y amenazó con ponerme de patitas en la calle si no le daba lo que me pedía.
A pesar de su enojo, fingió no darse cuenta hasta que llegamos a la casa junto con sus hijas y las otras empleadas.
Apenas entré, corrí a esconder lo que traía bien guardado entre los pliegues del vestido, pero fue inútil, pues antes de bajar las escaleras que dan de la entrada principal a las habitaciones de la servidumbre, la señora me llamó a gritos y me exigió que le mostrara el paquetito.
Al negarme y decirle que no sabía de lo que hablaba, me soltó una cachetada y amenazó con ponerme de patitas en la calle si no le daba lo que me pedía.
La muerte chiquita
Espejo
Alberto Quero
¿Quién custodia y quién precede?
¿Nosotros mismos o nuestra reflexión?
¿Quién es el que sigue en este encuentro?
¿Nosotros mismos o una simultaneidad que nos asusta?
Llegamos puntualmente hasta esta cita sin tiempo.
¿Nosotros mismos o nuestra reflexión?
¿Quién es el que sigue en este encuentro?
¿Nosotros mismos o una simultaneidad que nos asusta?
Llegamos puntualmente hasta esta cita sin tiempo.
Interludio
Alberto Quero
He escapado de un mundo excesivo,
Extenuado, me escondí dentro de la opacidad
y del anonimato
Allí sostuve mi transparencia,
y transformé mi disidencia:
pude desentrañar y reconocer
las varias incisiones permanecen
en las palmas de mis manos.
Extenuado, me escondí dentro de la opacidad
y del anonimato
Allí sostuve mi transparencia,
y transformé mi disidencia:
pude desentrañar y reconocer
las varias incisiones permanecen
en las palmas de mis manos.
Puente peatonal
Arman Tleyotl
A estas horas
en que comienza a amanecer.
Al pasar
miro hacia arriba al puente peatonal.
Sobre el que sombras vienen y van.
Puente que muchas veces,
cuando era peatón,
anónimo
incógnito
sombra
en que comienza a amanecer.
Al pasar
miro hacia arriba al puente peatonal.
Sobre el que sombras vienen y van.
Puente que muchas veces,
cuando era peatón,
anónimo
incógnito
sombra
Retrato #521
Arman Tleyotl
En el segundo de tres alambres de púas
parado frente al sol
un pajarillo redondo y rojizo
se hurga con el pico entre las plumas:
ora encima de las alas
ora el pecho
ora debajo de las alas
ora el dorso
parado frente al sol
un pajarillo redondo y rojizo
se hurga con el pico entre las plumas:
ora encima de las alas
ora el pecho
ora debajo de las alas
ora el dorso
La gran luna
Sheina Lee
Ha llegado la gran luna,
con su vestidito blanco,
baila firme con las musas,
libremente sobre el pasto;
entre las ramas desnudas,
de algún árbol solitario,
que se inclinan seguras,
a recibir los aplausos,
junto a las estrellas mudas,
que de a poco, van llegando,
anuncio de otra aventura,
cada noche, otro milagro.
con su vestidito blanco,
baila firme con las musas,
libremente sobre el pasto;
entre las ramas desnudas,
de algún árbol solitario,
que se inclinan seguras,
a recibir los aplausos,
junto a las estrellas mudas,
que de a poco, van llegando,
anuncio de otra aventura,
cada noche, otro milagro.
Manéjese con cuidado
Eduardo Omar Honey Escandón
cuando tocamos la ansiada Luna
perdimos la Tierra
cuando tocamos los infinitos digitales
perdimos el presente
ni regalito ni bytes
construyen posibilidades
satisfacen estómagos
congelan migraciones
arrullan esperanzas
cuando tocamos el procesado billete
perdimos la selva
cuando tocamos las áureas autopistas
perdimos el viaje
perdimos la Tierra
cuando tocamos los infinitos digitales
perdimos el presente
ni regalito ni bytes
construyen posibilidades
satisfacen estómagos
congelan migraciones
arrullan esperanzas
cuando tocamos el procesado billete
perdimos la selva
cuando tocamos las áureas autopistas
perdimos el viaje
Tiene su chiste
Fábulas (y no tan fábulas) sobrevolando la meseta
Escudo Petirrojo
Extinción de la diversidad animal
Debajo de las raíces bien nutridas de un sauce menos llorón que otras clases de árboles, una hormiga obrera saborea el júbilo de no pertenecer a ningún sindicato. Enviciada por las cantidades de alimento, provisiones o utensilios recolectados del paisaje natural donde tiene su domicilio, gira las antenas para bendecir su fortuna.
Sus excelsas investigaciones de campo y sus aptitudes le permitieron acceder a privilegios. Pronto estableció pagos justos a cambio de brindar ayuda a quien la pidiera.
Debajo de las raíces bien nutridas de un sauce menos llorón que otras clases de árboles, una hormiga obrera saborea el júbilo de no pertenecer a ningún sindicato. Enviciada por las cantidades de alimento, provisiones o utensilios recolectados del paisaje natural donde tiene su domicilio, gira las antenas para bendecir su fortuna.
Sus excelsas investigaciones de campo y sus aptitudes le permitieron acceder a privilegios. Pronto estableció pagos justos a cambio de brindar ayuda a quien la pidiera.
¿Qué leer?
Lo Diferente. Iniciación en la MísticaNo se sabe qué se desarrolló primero, si el lenguaje o la religión; lo más seguro es que se desarrollaron al mismo tiempo y ambos surgieron como respuesta a los asombros de la existencia.
Entre ensayo literario y libro confesional, Lo diferente es una generosa invitación a reflexionar sobre la experiencia religiosa y, sobre todo, a descubrir la singular y regocijante vía mística. Hugo Hiriart, uno de los escritores más brillantes en lengua española, comparte aquí las memorias sobre su relación íntima y solitaria con Dios, así como las aproximaciones religiosas, filosóficas y teológicas de grandes pensadores como Pascal, William James, Rudolf Otto, Simone Weil, Romano Guardini, Simone de Beauvoir, y de sus maestros José Gaos, Luis Villoro y Gallegos Rocafull. Con una prosa conversada, yendo a contracorriente con las posturas ensayísticas de esta época, Hiriart nos acerca a temas como el mal, la presencia de Dios y la compasión, sumando así inquietudes y asombros a nuestra constelación personal de lo sagrado. |